La Nueva Iglesia ‘inclusiva’ del Cardenal Hollerich: lo que algunos quieren del sínodo, al descubierto.
Redacción (28/07/2023 14:25, Gaudium Press) Tal vez la voz más autorizada en el próximo sínodo resumitiva de la opinión de la progresía católica, sea la del Cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, que además es el relator general de ese encuentro.
Ya se sabe, el argumento y estrategia que va a usar tal progresía para intentar modificar la doctrina dejada por Cristo, será su versión de la ‘inclusión’, una supuestamente contraria a la discriminación:
“Para los jóvenes de hoy, el valor más alto es la no discriminación. (…) ¡Realmente molesta la discriminación! Hace unas semanas conocí a una chica de unos 20 años que me dijo: ‘Quiero dejar la iglesia porque no da la bienvenida a las parejas homosexuales’. No soy lesbiana, pero mi amiga más cercana sí lo es. Sé cuanto ella sufre y no quiero estar entre los que la juzgan’. Eso me hizo pensar mucho”, declaraba Hollerich a finales del año pasado a L’Osservatore Romano.
E insistía entonces el purpurado jesuita: “Nadie está excluido: los divorciados que se han vuelto a casar, los homosexuales también, todos. El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminación. ¡Para todos! A veces hay debate en la Iglesia sobre si estos grupos tienen acceso al Reino de Dios. Esto hace que algunos miembros del pueblo de Dios se sientan excluidos. Te sientes excluido, ¡y eso no está bien! No se trata de sutilezas teológicas o disertaciones éticas: ¡se trata simplemente de afirmar que el mensaje de Cristo es para todos!”.
Tenemos pues – creemos que no traicionamos la esencia del pensamiento del Cardenal – , que mejor la teología o la ética cristianas se queden en la puerta, a la hora de pensar y construir esta nueva Arca de Noé, que debe ser su Nueva Iglesia: ahí deben entrar todos. (No sobra recordar que en el Arca sí entraron todos los animados irracionales, por lo menos los de la vecinanza, pero casi todos los racionales quedaron fuera, con las posteriores consecuencias que conocemos…).
Por lo demás – ya no nos sorprende –, ninguna referencia del purpurado en sus declaraciones a la necesaria conversión del pecador, a la metanoia – cambio de mentalidad, como sinónimo de cambio de vida – que a todos se nos pide para estar unidos al pensamiento de Cristo y al ser de Cristo. No; es inclusión, inclusión, inclusión y no discriminación: Primer Mandamiento de la Nueva Iglesia. Distinción entre Cielo e Infierno, Verdad y Error, Bondad y Maldad, Belleza de la santidad y Fealdad del pecado, mejor no: esos son rezagos de inútiles y bizantinas casuísticas teológicas o éticas que hay que superar, porque, como también lo dijo Hollerich a L’Osservatore, “la Iglesia debe cambiar”.
Pero ese cambio a la Nueva Iglesia Inclusiva debería hacerse sin sobresaltos ni debates: “la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos abre a la comunión de la Iglesia. La comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, evitará que convirtamos el Sínodo en un debate político en el que cada uno luche por su propia agenda”, declaró este Cardenal jesuita el pasado 9 de octubre en el Aula Nueva del Sínodo. Así se va acercando el significado de términos tradicionales como ‘comunión’, ‘catolicidad’, ‘universalidad’, al de ‘inclusión’, tal como la conciben los adalides de esta Nueva Iglesia. Y también se van estableciendo las premisas que forzosamente traen la conclusión: si usted no ‘incluye’ a las deseadas sacerdotisas, a la comunión de divorciados, a la bendición de parejas homosexuales, y a todo lo existente en la Creación, usted no solo es un discriminador, simplemente no es católico. Y si a usted se le ocurre lo contrario, pues ‘usted lo que quiere es un debate político que rompe la comunión con la Trinidad. Usted lo que quiere es imponer su agenda, nosotros no’. No lo dicen así, pero lo dicen.
El problema para estos estrategas, es que el plan debería haberse desarrollado pacíficamente, tranquilamente, ‘sin debates’ y eso ya no es tan así. Problema, porque en el debate público y abierto ellos pierden, pues no es fácil conciliar sus intenciones y posiciones con lo dicho por Cristo, que llegó a afirmar que quien no estaba con Él estaba contra Él, mostrándose así no tan ‘inclusivo’ tipo Hollerich.
Lamentablemente ya son muchos los que ven poternas abiertas en el Instrumentum Laboris del próximo sínodo, para que por ahí se introduzca esta ideología de la progresía.
Por ejemplo, se preguntaba hace unos días el reconocido George Weigel en el muy prestigioso First Things, “por qué el Documento de Trabajo (Instrumentum Laboris, o IL) para el Sínodo de Octubre sobre la Sinodalidad está virtualmente desprovisto de referencias a los santos, o a la herencia de santidad de la Iglesia durante dos milenios, o a los santos que nos rodean en este tercer milenio del ‘caminar juntos’” (ya vimos arriba que ‘santidad’ no es un concepto que se compagine con la inclusión tipo Hollerich).
Resaltaba Weigel que no había ahí un recordatorio a la “llamada universal a la santidad” de la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, aunque el sínodo se presente en la secuencia de ese Concilio.
Por su parte el Dr. Gavin Ashenden, un destacado converso del anglicanismo (estos son normalmente muy firmes en la fe recién adquirida, más que muchos católicos), ya lleva dos columnas este mes en el Catholic Herald analizando el Documento de Trabajo del próximo sínodo: Synodality, ‘Instrumentum Laboris’ and the culture wars (Sinodalidad, Instrumentum Laboris y la guerra cultural) e Instrumentum Laboris or Instrumentum Deceptionis?
En la primera nota Ashenden dice que tiene el derecho a preguntarse “si existe una conexión entre esta cultura sexualizada [de nuestros días] y nuestro embarcarnos en un acto de síntesis cultural con una sub o anti-Cristiana cultura a través del proceso de Sinodalidad. La pregunta que nosotros debemos hacernos es si la Sinodalidad aparece como teniendo la energía para convertir la cultura secular a la fe, o si las prioridades de la cultura secular subvierten la fe y la cambian”. Es decir, no hay opción, y siempre hay “conversión”: o ‘conversión’ a la ‘fe’ del mundo, o conversión a la fe de Cristo (de la que, valga decirlo, no habla el Instrumentum Laboris, pues cuando trata de conversión es “al cambio”, o para que no haya más abusos sexuales, o conversión a “la unidad”, o conversión hacia los “marginados dentro de la Iglesia”, o conversión hacia una nueva forma de “relaciones entre hombres y mujeres en la Iglesia”, o una conversión a “lo que ya somos en el Bautismo”, pero no una conversión en el sentido clásico y real, que es la del cambio de nuestra condición de pecadores, de no cumplidores de los diez mandamientos de la ley de Dios, hacia su cumplimiento, hacia la santidad).
En su segunda nota sobre la materia, el Dr. Ashenden ya se ha desencantado fundamentalmente del documento de trabajo del próximo sínodo, y afirma que “la impresión inmediata que da el Instrumentum Laboris es que es ante todo un documento político, que trata de dinámicas terapéuticas y progresistas; insensible (en el mejor de los casos) a la dimensión del alma y del espíritu, prefiriendo en cambio el ego y la reforma social”.
Hay una sinodalidad espontánea permanente
Afirma allí que sinodalidad es algo que es común en la Iglesia, “un proceso continuo que se desarrolla con toda naturalidad al margen de cualquier planificación burocrática. Los católicos hablan y se consultan entre ellos. Miran, perciben, valoran, se quejan y felicitan. Nunca ha sido obvio que se requería un proceso sinodal gerencial formal. Pero eso es lo que se nos ha dado”.
Esta sinodalidad católica espontánea, no dirigida, diferente de la ‘sinodalidad burocrática’, sí se preocupa y pide reformas, en campos donde la corrupción está presente en la Iglesia, como “el abuso sexual clerical, el encubrimiento y protección de los abusadores, la corrupción financiera institucional, la afirmación de la sexualidad desordenada fuera del matrimonio, cierto grado de clericalismo autoritario inflexible en algunos sectores, y la pasividad y laxitud en la observancia y el poco entusiasmo por la evangelización que existe entre muchos laicos”.
Entre tanto, “está emergiendo una terrible sospecha de que [por vía sinodal] se está actuando como un medio provisional para cambiar la naturaleza de la fe misma”, y crece “la preocupación de que la sinodalidad burocrática no es sino un caballo de acecho para una progresista revisión de la ética y la fe católicas”.
“Al igual que los niños en la parábola que miraron hacia arriba y pidieron pan espiritual, en el Instrumentum Laboris los autores han dado a los hambrientos una piedra espiritual. El pan es lo que podríamos llamar psicoterapéutico en su componente, no del Espíritu”.
“El Instrumentum Laboris escoge diferentes áreas de nuestra vida común como las principales causas de nuestra preocupación y [las privilegia sobre] a aquellas de nuestras preocupaciones sinodales informales”.
“Demasiada guerra, demasiado cambio climático, economía injusta y alienación existencial de quienes se identifican a sí mismos y su valía por los apetitos sexuales. Estas son, por supuesto, las huellas dactilares del izquierdismo progresista, ya sea que se evidencien en círculos políticos, LGBTQ+ o en los círculos del cambio climático”.
“‘Por sus frutos’, pero también por su lenguaje, ‘los conoceréis’”, expresaba el ex anglicano y ahora muy católico Dr. Ashenden.
En fin, el lenguaje de la progresía católica ya es manifiesto. Este nos revela sus intenciones.
Ahora veremos qué frutos dará el – para muchos – temido sínodo. Veremos si son de Cristo, o serán los de la ‘inclusión Hollerich’. Pero el debate está planteado. Y Dios no abandona a su Iglesia.
Por Carlos Castro
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