“Para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa. Auxiliarlos y defenderlos, a todos los moradores de esta tierra y, a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen”.
Redacción (12/12/2021 08:51, Gaudium Press)
¿Qué se siente al llegar al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en México?: el Mensaje –en su texto todo especial–que la Santísima Virgen quiso transmitir, a través del indígena Juan Diego, al pueblo mexicano y a todos los otros pueblos, para que abran su corazón a los deseos de esta bondadosa Madre.
Era un “mensaje de salvación” para un pueblo, en ese lejano año de 1531, que estaba abriendo su corazón a la predicación del Evangelio. Valiéndose de un natural del lugar, hombre piadoso, buen católico, quiso la Virgen dejar plasmado en su “tilma” (tilmahtli: manta que llevaban los hombres de campo a modo de capa), la imagen de la hoy tan conocida y venerada Señora de Guadalupe.
Dejó reflejado en ella un códice – referencia pictórica, de imágenes que eran testimonios pintados –, que llegaba profundamente al alma de los indígenas, a través de muchos detalles que no creo sea la oportunidad de profundizar todos, pero sí de algunos vale la pena destacar.
Entre ellos el rostro de la augusta Señora aparece ligeramente inclinado, así como su cabello sin trenzas para indicar que era Virgen, pero al mismo tiempo su listón negro que la identifica encinta. Se presentaba como Virgen y Madre. Era, para ellos, la Madre del verdadero Dios por quien se vive.
Una mirada dulce, clemente y compasivo, que convirtió millones
Bueno es resaltar que los ojos de la Santísima Virgen, en la Sagrada Tilma, reflejan su mirada de compasión, dulzura y clemencia, como nos es transmitida en la bella oración de la Salve Regina. Mirada que transmitía, y transmite, a todos los que se aproximen a venerarla, una tranquilidad y una seguridad de que serán atendidos, y que Ella, como Medianera que es ante Jesús Nuestro Señor, llevará a Él las aflicciones que presentemos.
De tal forma llegó al corazón de los indígenas que, en los diez años posteriores a la aparición, millones se convirtieron a la fe católica, por el relato de Juan Diego de cómo lo había tratado. Fue ese relacionamiento de Madre a hijo necesitado que conmovió el corazón de tantos en su momento, y aún en nuestros días lo hace con cada uno de nosotros.
Dentro de este impar vínculo maternal están sus palabras que me permito profundizar un poco. Tantas veces escuchadas, en medio de los ritmos modernos, que no percibimos la bondad, toda especial, que expresan.
Penetremos en su Mensaje. La Virgen quiere que Juan Diego comprenda el objetivo de su aparición y pedido, es así que, de inicio, lo llama cariñosamente diciéndole:
“Juanito, el más pequeño de mis hijos”: le deja claro que eligió al más pequeño, para ser ante el obispo de México: embajador de Ella. Lo llama, a Juan Diego, con todo cariño de Madre.
“Sabe y ten entendido que yo soy la perfecta siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”:
Se identifica como Madre del verdadero Dios, no de los “dioses” paganos de esos tiempos. Del verdadero Dios, Uno y Trino, aquella que es: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa fidelísima de Dios Espíritu Santo: María Santísima.
“Deseo vivamente que se me erija aquí un templo”:
Por lo general, en todas las apariciones marianas, ocurridas desde los inicios de la Cristiandad, la Santísima Virgen pide la construcción de una capilla, un templo, un recinto de veneración. Lugar de devoción en los que se puedan congregar todos los hijos de Dios que lo deseen, que se sientan atraídos por lo sobrenatural, que abran sus corazones al don de Dios por medio de la incomparable Mediadora de todas las gracias la Virgen María Santísima. Así lo fue con la Virgen del Pilar, en Lourdes, en Fátima, por ejemplo. En Guadalupe le dice el para qué.
“Para en él mostrar y prodigar”:
es decir, no es sólo mostrar, sino darles, ¿qué?:
“todo mi amor, compasión, auxilio y defensa”:
Dispensar un amor de Madre, llena de compasión, a todos aquellos que se aproximen a presentar sus penas o dolores, a pedir algo, o a agradecer lo que les fuera concedido previamente.
“Auxiliarlos y defenderlos, a todos los moradores de esta tierra”:
a todos los mexicanos, sin distinción alguna.
“y, a los demás”:
¿Y cuáles son los demás?: son los de todos los países del mundo que se aproximen. Pero, les pone una característica, que sean:
“amadores míos que me invoquen y en mí confíen”:
Pues no basta invocarla, implica también que “confíen” en Ella. Y dice más:
“Allí escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
¡Vean qué promesa! Nos escucha, como Madre Misericordiosa que es, todo lo que le presentemos; remedia y cura nuestras penas.
Por lo tanto, debemos pedir firmemente con fe, diciéndole: “Señora: Tú prometiste que nos ibas a auxiliar, Tú dijiste a Juan Diego que irías a remediar las penas. No me dejes solo, acompáñame, ten compasión de mí”.
“Ve al Obispo de México a manifestarle lo que mucho deseo”:
Le da a Juan Diego una gran misión.
“Le dirás que yo te envío,”:
Enviado en su representación, como embajador oficial.
“para que le descubras cómo mucho deseo que me erija en el llano mi templo. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo”:
Un gran deseo de la Santísima Virgen. Le pide todo su esfuerzo y empeño en conseguir de quien era el primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, que se cumpla su voluntad.
Y, como prueba fehaciente de la autenticidad del Mensaje, ocurre el milagro de la Tilma en la que aparecería estampada su virginal figura por todos nosotros conocida: la Virgen María de Guadalupe.
Su virginal rostro refleja que está dispuesta a oírnos, a acogernos como hijos, cuanto le supliquemos con fe.
(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica, 12-12-2021)
Por el P. Fernando Gioia, EP
Reflexionando.org
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