Intento de profundización en tesis de Mons. João Clá, expresadas en su libro ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres.
Redacción (03/08/2021 18:15, Gaudium Press) En nota anterior recordábamos que el universo creado no es solo reflejo del Dios Uno, sino también del Dios Trino.
De hecho, según Santo Tomás, para explicarnos mejor a nosotros mismos la Trinidad, podemos ver el reflejo trinitario en las criaturas más altas de la creación, que son los ángeles y los hombres: “Se da en nosotros una como imagen viva de la Santísima Trinidad mediante las operaciones de conocimiento y del amor”. (1) Nuestra operación de conocer es analógica de la procesión por la que el Padre Eterno genera al Verbo. Y nuestra operación de amar es analógica de como del Padre y el Hijo procede el Espíritu Santo, espiración del amor mutuo entre el Padre y el Hijo.
Pero en la Virgen, su conocimiento y su amor tenían un poder muy especial, según se desprende de lo dicho por Mons. João Clá, EP, en su magnífica obra ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres (2). Miremos.
“Debemos imaginar la creación como un gran libro escrito por la sabiduría del Padre – dice Mons. João – , pero con algunas páginas en blanco, reservadas para que su Hija predilecta las redacte. El Creador se complace en que Nuestra Señora como que complete en algo todos sus planes, a fin de poder contemplar las perfecciones que emanan de su obra prima [la Virgen]. Por tanto, en ese periodo anterior a la Anunciación, más que recibir la inspiración de cómo sería el Mesías, María lo concebía en Dios. Tan unida estaba su sabiduría con la de Él que, por así decir, el Altísimo quedaba agradado de que Nuestra Señora completase en Él aquel [el Mesías] que Él mismo deseaba”.
Dios como que precisaba que la Virgen imaginase a la Madre Perfecta del Mesías
Sin embargo, la Virgen no solo iba imaginando al Mesías, sino también a la Madre del Mesías, de quien piadosas tradiciones afirman que ella pedía ser esclava: “Por el hecho de haber concebido en su mente la Madre idealísima del Mesías, la imagen por Ella engendrada superaba en todos los sentidos el propio estado de plenitud en el cual [Ella] se encontraba en aquel instante. Dios así deseaba y, en cierto sentido, precisaba, pues había establecido la necesidad de existir en la tierra alguien a la altura de ese designio [la Encarnación] para que él se realizase”.
Es decir, la Virgen concibiendo en su mente divinizada la imagen de la Madre del Mesías, que no sabía que era Ella, iba amando esa imagen, y como Dios quería que escribiera esa página augusta en el libro de la creación, la imaginación de la Virgen iba co-creando a esa Madre perfecta en la realidad y Ella iba tomando la altura gigantesca deseada por Dios para que se realizase la Encarnación. Es esa una replicación magnífica al interior de la Virgen de las procesiones al interior de la Santísima Trinidad. Se podría afirmar que en el orden de lo mero creado, no existe más alto reflejo del proceso trinitario que el pensamiento de María y el amor de María.
¿Podríamos hacer hipótesis de algo análogo a lo anterior con los esclavos de María, siempre en unión con María? Tema maravilloso, en el que hay que caminar con mucho tino.
Por en cuanto, solo repitamos una relacionada y magnífica enseñanza de Mons. João Clá, dada un día en una charla de formación.
Desde toda la eternidad, Dios tiene destinadas un conjunto de gracias para todos y cada uno en función de su santificación, y para que esas gracias comiencen a operar, solo se necesita que el hombre quiera, que el hombre no ponga obstáculo a ese proceso santificador de Dios. A diferencia del campo natural, “en el campo sobrenatural cuando yo quiero, si se trata de algo que Dios quiere también, coincidió. Porque Dios quiere… ¿faltaba qué? Faltaba que yo quisiera. Si Dios ya quiere y yo aún no quiero, no adelanta. Ahora, cuando yo resuelvo querer, ¡listo! Entonces, todo lo que dice al respecto de mi salvación, Dios ya quiere desde toda la eternidad. Dios me creó para darme todos los beneficios sobrenaturales; todo lo que yo pueda obtener y que quepa en mí recibir, todo eso Dios ya tiene previsto y ya ha determinado que será mío desde toda la eternidad. Desde toda la eternidad, Él viendo mi futuro, (…) Él ya determinó: todo esto es de él desde que él [el hombre] pida. (…) Entonces, se trata de querer, querer”.
Sería, por tanto – deseando desinteresadamente la gloria de Dios – pensar, querer, amar y pedir esa santificación personal, que en ese momento como que se abre el dique que contenía los deseos y las gracias de Dios sobre nosotros y se hace la obra de Dios en nosotros. Algo análogo a lo descrito arriba por Mons. João sobre la Virgen. Si ese deseo de santificación se hace desde la condición de esclavo de la Virgen, es claro que eso adquiere un perfecto dinamismo.
Por Saúl Castiblanco
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(1) Introducción a la Cuestión 27 de la Suma Teológica del P. Manuel Cuervo O.P in Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica – Tomo II-III. BAC. 1959 p. 32.
(2) Mons. João Scognamiglio Clá Días, EP. Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens. Arautos do Evangelho. Sao Paulo. 2020. Las traducciones son propias.
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