La lengua latina dio origen a varias lenguas occidentales. Repasemos un poco de su historia.
Redacción (24/10/2023, Gaudium Press) A mediados de la década de 1930, tres eminentes matemáticos de renombre internacional fueron convocados para asistir a clases en la recién creada Facultad de Filosofía de São Paulo. Se trataba de Gleb Wataghin, Giacomo Albanese y Luigi Fantapié. Luego de los primeros meses de clases, enviaron una carta al Ministerio de Educación, en los siguientes términos:
“Cuando llegamos a Brasil, quedamos asombrados por la riqueza de fórmulas de Matemáticas memorizadas con las que los estudiantes brasileños salen de la escuela secundaria, fórmulas que en Italia –los tres profesores eran profesores en diferentes universidades italianas– sólo se enseñan en el segundo año de la universidad. Sin embargo, nos sorprendió la pobreza de razonamiento, la falta de ilación entre los estudiantes brasileños. Solicitamos a Vuestra Excelencia que, en la reforma prevista, se imparta menos Matemática y más Latín en los cursos de secundaria, para que podamos enseñar Matemáticas en la educación superior”.[1]
La petición parecería insólita… Sin embargo, la estructura y construcción gramatical del latín favorecen mucho el desarrollo de las facultades intelectuales.
Ahora bien, ¿cuál es el origen de esta lengua que dio origen e influyó en la formación de gran parte de las lenguas occidentales?
Entre el Tíber y el Tirreno
La antigua región del Lacio, por un lado, bañada por las olas del mar Tirreno y, por otro, surcada por las orillas del Tíber, albergaba pequeños pueblos de culturas diferentes pero relacionadas. Entre ellos se destacaba la tribu de los latinos, que hacia el año 1000 a.C. habría inmigrado desde el norte de Europa.
En aquella época, el latín era sólo un dialecto más entre otros, como el osco y el úmbrico. Fue acompañando la marcha y las conquistas de las legiones romanas que el latín creció y comenzó a regir el habla de los pueblos.
Los inicios de la escritura
De hecho, las lenguas clásicas conservan similitudes entre ellas. Un ejemplo de esto es el alfabeto. De hecho, las letras latinas tienen su origen en el griego y, por tanto, han mantenido cierta proximidad tanto en la escritura como en la pronunciación.
El registro más antiguo de escritura latina se encontró en Preneste, actual Palestina, y data del siglo VI a.C. La curiosa inscripción está grabada en una hebilla, escrita de derecha a izquierda, con las siguientes palabras (trancritas de izquierda a derecha): :
MANIOS: MED: FHE: FHAKED: NUMASIOI
Es un latín arcaico con construcciones muy cercanas al griego. Traducido al latín clásico, el extracto dice:
Manius me fecit Numasio
En español:
Manius me hizo para Numasio
Las principales similitudes con la lengua helénica son la duplicación de la sílaba radical que precede al verbo, indicando el tiempo pasado perfecto: fhe fhaked. Luego, la terminación del objeto indirecto en oi (νυμασιοι), propia del griego.
Poco a poco, la escritura empezó a dirigirse de izquierda a derecha. Sin embargo, otros documentos también presentan una forma especial, el llamado “bustrófedon”.[2]
La difusión del latín
El suceder de los años combinado con el mérito militar dio a Roma la preeminencia entre las ciudadelas del Latium. Pocos pudieron contener su avance. Los etruscos, que distribuían su riqueza cultural y política en ciudades al norte de Roma, representaban una amenaza para el ascenso romano. La lengua que hablaban no tenía relación con los dialectos de la región, ni siquiera con las demás lenguas indoeuropeas, salvo cierta similitud con el alfabeto griego. Sin embargo, tras el duro sometimiento impuesto por Roma, la lengua se extinguió.
Otro gran rival impedía el avance del latín, Cartago. El poderoso imperio estaba decidido a dominar el mundo. Sin embargo, la derrota de Aníbal a las puertas de Roma desmoralizó a los cartagineses, puso fin a las Guerras Púnicas y eliminó los obstáculos a la expansión romana.
Habiendo dominado casi toda la península italiana y anexado las islas de Cerdeña, Córcega y Sicilia, llegó el momento de la Galia, Hispania, así como de los países del este del Mediterráneo, el norte de África, Grecia, los Balcanes, Germania y Bretaña.
El intenso flujo de gente de todas las naciones, el comercio y la colonización romana se vieron favorecidos por las vías que conectaban los territorios conquistados con la capital, lo que dio la mayor difusión a la lengua imperial.
Tras la conquista de los pueblos a orillas del Mediterráneo, los romanos finalmente pudieron llamarlo: Mare nostrum (nuestro mar).
El desarrollo del latín
El período que abarca el apogeo de la erudición latina antigua duró poco, comenzando con Cicerón, a mediados del año 100 a.C., hasta la muerte de César Augusto en el año 14 d.C. Los poetas Virgilio, Catulo y Horacio, así como los historiadores Salustio y Livio son ejemplos de la pléyade clásica.
Del 200 al 500 d.C., durante el período pos-clásico, el latín sufrió profundos cambios y comenzaron a surgir las lenguas romances.
La extinción del latín como lengua hablada por un gran número de personas se fecha entre el 500 y el 600 d.C., siendo consecuencia de la caída del imperio occidental provocada por las invasiones germánicas.
¿Podemos hablar, entonces, de la muerte del latín?
A mediados de siglo. II, muchas comunidades cristianas nacieron y se desarrollaron dentro del imperio romano, donde el latín era la lengua común tanto para paganos como para cristianos.
La Iglesia Católica, en la parte occidental de Europa, inmortalizó el latín designándolo como lengua oficial de comunicación con el mundo, apareciendo en la predicación eclesiástica, en la liturgia y en los documentos doctrinales. Pero el uso de este idioma no se restringió a este ámbito.
De hecho, la precisión de la lengua latina fue un recurso hábilmente utilizado por los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, la Vulgata, traducción de las Sagradas Escrituras realizada por San Jerónimo, fue transcrita íntegramente en latín. Durante muchos siglos, esta fue la versión oficial de la Biblia utilizada por la Iglesia Católica y sigue siendo la fuente de varias traducciones en la actualidad.
Además, siglos después, el emperador Carlomagno dio un gran impulso al desarrollo de la lengua latina, cuando convocó a grandes sabios de Europa para renovar la cultura de su imperio. En consecuencia, el latín fue la lengua utilizada por la escolástica, la lengua de la filosofía cristiana y de la sociedad más culta, en un vasto territorio.
En definitiva, el latín se convirtió en la lengua de la instrucción académica, que abría las puertas a una formación intelectual superior.
Refranes y proverbios famosos
En los tiempos modernos, el latín no ha perdido su lugar privilegiado en el uso de las cortes, en las grandes ocasiones. Por ejemplo, cuando María Teresa de Austria solicitó ayuda magiar contra las huestes prusianas (en 1740), recibió la respuesta en latín de la nación húngara: “Vitam nostram et sanguine consecramus” (le consagramos nuestra vida y nuestra sangre).
Aquí se podrían exponer muchos otros usos del latín, pero citamos solo algunos a continuación:
I.N.R.I.: Abreviatura de Iesus Nazarenus Rex Iudeorum “Jesús Rey Nazareno de los Judíos”, inscripción en la placa que remataba la cruz de Jesucristo.
Alea jacta est: “La suerte está echada”. Dicho atribuido a César, cuando en el 49 a.C. cruzó el Rubicón, iniciándose una guerra civil.
Bella gerant alii, tu Felix Austria nube: “Guerra, otros la hacen; ¡Tú, dichosa Austria, cásate! Lema de la casa de Habsburgo, que aclara la política de influencia a través de los matrimonios.
Non scholae sed vitae discimus: “No aprendemos para la escuela, sino para la vida”. Lema pedagógico.
Audiatur et altera pars: “Que se escuche a la otra parte”. Precepto del derecho romano.
Por Rodrigo Siqueira
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STÖRIG, Hans Joachim. A Aventura das Línguas, uma história dos idiomas do mundo. Trad: Glória Paschoal de Camargo e Saulo Krieger. São Paulo: Melhoramentos, 2003.
[1] MENDES DE ALMEIDA, Napoleão. Gramática Latina. 30. ed. São Paulo: Saraiva, 2011, p. 8.
[2] Forma de escribir en la que la dirección de escritura se alterna con cada línea, reflejando las letras. De origen griego, βουστροφηδόν, es resultado de la construcción de βους (“bous”, buey) y στροφή (“strophé”, girar) y el sufijo adverbial -δόν, que significa “como uno” o “a la manera de”, pues tal escritura recuerda el camino que abre un buey al arar la tierra, el cual, al llegar al final de un campo, da media vuelta y regresa.
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