En el Ángelus dominical el Pontífice recordó que los dones recibidos son para hacer el bien en la vida.
Ciudad del Vaticano (15/11/2020 16:39, Gaudium Press) En el Ángelus de ayer, el Papa comentó el evangelio, que narra la parábola de los talentos.
Un señor debe partir y encomienda a sus siervos talentos diversos. A uno le da 5 talentos, a otro tres, y a otro uno.
“Durante la ausencia del amo, los dos primeros siervos se esforzaron hasta el punto de duplicar la suma que se les había encomendado. No así el tercer siervo, que esconde su talento en un hoyo: para evitar peligros, lo deja allí, a salvo de los ladrones, pero sin hacerlo fructífero. Llega el momento del regreso del amo, que pide cuentas a sus siervos. Los dos primeros presentan el buen fruto de sus esfuerzos, y el maestro los elogia, los recompensa y los invita a compartir su alegría. El tercero, sin embargo, al darse cuenta de que está en falta, inmediatamente empieza a justificarse diciendo: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo» (vv. 24-25). Se defiende de su pereza acusando a su amo de ser «duro». Entonces el amo le recrimina: le llama siervo «malo y perezoso»(v. 26); hace que le quiten su talento y lo echen de su casa”, dice el Papa.
Todos los dones hay que emplearlos en hacer el bien
“Todos hemos recibido de Dios un ‘patrimonio’ como seres humanos – continuó Francisco – en primer lugar la vida misma, luego las diferentes facultades físicas y espirituales. Como discípulos de Cristo hemos recibido la fe, el Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos… Estos dones hay que emplearlos para hacer el bien en esta vida, como servicio a Dios y a nuestros hermanos”.
Al final de nuestra existencia, “Dios recompensará con el Paraíso, con la vida eterna, a aquellos que han aprovechado sus dones para hacer el bien”.
“Si, en cambio, pretendo «hacerme el listo», dejando mis talentos encerrados en una caja fuerte, me excluyo yo solo de la fiesta de Dios, que es la fiesta del Amor. Por ejemplo: si un sacerdote, que ha recibido el Evangelio de Cristo, nunca predica, no hace catequesis, no lleva el Evangelio a los enfermos y a los pobres, ¿cómo podrá entrar en la fiesta de su Señor? ¡Pero, cuidado! No juzguemos a los demás, examinémonos a nosotros mismos. Y no olvidemos que Dios puede salvar al peor de los pecadores”.
El Papa puso como ejemplo a la Virgen que recibió a Jesús de Dios “pero no se lo guardó para sí misma, se lo dio al mundo, a su pueblo”.
Con información de Vatican News
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