Las riquezas no previenen la enfermedad y la muerte, y pueden perderse por cualquier percance. La salud, la belleza y la fuerza son bienes transitorios y meramente corporales que terminan, en el mejor de los casos, con el fin de esta vida.
Redacción (21/03/2023 10:52, Gaudium Press) La expresión francesa, tout passe, tout lasse, tout casse et tout se remplace – “todo pasa, todo se rompe, todo se desgasta y todo se reemplaza a sí mismo”, expresa, de manera inteligente y sintética, el vacío de las cosas de este mundo y la frustración de todos aquellos que sólo en ellas ponen su alegría. De esta transitoriedad surgen las guerras, las inseguridades, las luchas, las desgracias, los fracasos, el desánimo y, a veces, la misma desesperación.
Pero, ¿dónde buscar la felicidad que todo hombre anhela?
Hay en el mundo alegrías aparentes que traen satisfacción momentánea, mientras que la práctica de la virtud nos da un contento en lo más profundo del alma que nos predispone a grandes actos de heroísmo y durará por toda la eternidad.
El Maestro llama a la verdadera felicidad
Los mismos principios, de entrega radical y dedicación plena a las tareas inherentes al propio estado de vida, son aplicables a todos los bautizados, ya sean elegidos para el sacerdocio o la vida religiosa, o los llamados a fundar una familia y ejercer una profesión.
En cualquiera de estos casos, todos escuchamos, en algún momento, una voz interior que nos dice, en un tono aterciopelado pero imperioso: “Sígueme”. Si aceptamos la invitación divina, seremos, desde ese momento, amorosamente “confiscados” por Jesús. Porque nuestra vida le pertenece a Él y nuestra entrega a Él debe ser total.
El demonio, criatura abyecta y envidiosa de la recompensa que se nos promete, a menudo se encuentra incapaz de disuadir a las almas elegidas del camino de la santidad. En este caso, los tienta a practicar la virtud con blandura y muchas veces a volver la vista atrás, tratando de infundir en estas almas la ilusión de que, al hacerlo, su carga se hará más ligera y su sufrimiento menor.
Ahora bien, Nuestro Señor no tolera la tibieza en sus seguidores. Los que viven en función de su propio interés y hacen mal los trabajos en la viña del Señor nunca serán felices. En esta tierra, la verdadera alegría sólo está al alcance de quien se dedica por completo al cumplimiento de su propia misión.
En las luchas, elevemos nuestros espíritus hacia lo alto
En el camino trazado por la Providencia para cada uno de nosotros, todos encontraremos alegrías y consuelos, pero también momentos de tristeza y desolación, contingencia inevitable en este valle de lágrimas. No nos sorprendamos cuando estos lleguen y, en estas horas de sufrimiento, teniendo siempre presente que la verdadera felicidad sólo se encuentra en Dios, fuente de todo bien y de todo amor, hagamos un esfuerzo especial para no mirar atrás, porque en los caminos del discípulo de Jesús, ligera es la carga de quien lo dio todo, y pesada la de quien optó por concesiones y compromisos.
Si, en una situación dada, el peso de nuestras obligaciones nos hace tambalear, volvamos confiados los ojos a Nuestra Señora, en la certeza de que Ella nos protegerá y nos consolará.
Y cuando, por fin, llegue el día de entrar en las delicias eternas del Cielo, comprenderemos cuánto Ella y su Divino Hijo están siempre al lado de aquellos que dedican su vida a seguirlos de todo corazón.
Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
(Texto extraído, con adaptaciones, de la revista Arautos do Evangelho n.102 Junio 2010).
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