lunes, 25 de noviembre de 2024
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En el Ángelus del día de Corpus, el Papa habló sobre el efecto místico y el efecto comunitario de la Eucaristía

Después de celebrar en la Basílica de San Pedro, en la solemnidad del Corpus Christi, el Pontífice meditó el Ángelus.

Papa Angelus

Ciudad del Vaticano (15/06/2020 09:15, Gaudium Press) Ayer, después de celebrar la eucaristía en la Basílica Vaticana, el Pontífice se dirigió al Palacio Apostólico para el rezo y meditación del Ángelus, que también versó sobre la Sagrada Hostia, en el día en que en muchos lugares la Iglesia conmemoró la Solemnidad del Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Para su meditación, el Papa Francisco usó de la segunda lectura de la liturgia del día: «Difícil encontrar otra fundadora de comunidad que haya sido más acusada, más calumniada y más regañada que yo. Mis acciones las juzgan de la peor manera posible». Pero también podía repetir las palabras de San Pablo: “El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1 Cor 10,16-17).

De acuerdo con el Pontífice, la eucaristía tiene un efecto místico y otro comunitario.

El efecto místico es el de la unión con Cristo, que se ofrece a sí mismo para nosotros en las especies eucarísticas. Él se ofrece como nuestro alimento, para que lo asimilemos y nos transformemos en Él. Cuando comulgamos, Él nos da una fuerza renovadora, para continuar el camino de la vida. Es preciso que en la comunión nuestra voluntad desee ser transformada por Cristo.

El efecto comunitario está expresado en la frase de San Pablo: “aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan”. Por tanto, “somos comunidad, alimentada por el cuerpo y la sangre de Cristo”, dijo el Papa.

Siempre existirá la tentación de la rivalidad, la envidia, los prejuicios, la división, dijo el Papa. Y por ello Jesús dejó también el Sacramento de su presencia real, concreta y permanente, para que, permaneciendo unidos a Él, podamos recibir siempre el don del amor fraterno. “Permaneced en mi amor” (Juan 15, 9), decía a sus amigos; y esto es posible gracias a la Eucaristía.

La Eucaristía es hecha por los ministros de la Iglesia, y en ese sentido es hecha por la Iglesia. Pero la Iglesia también debe ser hecha por la Eucaristía, dijo el Papa.

Este es el misterio de la comunión, de la Eucaristía: recibir a Jesús para que nos transforme desde dentro y recibir a Jesús para que haga de nosotros unidad y no división”, expresó el Pontífice.

Que la Santa Virgen – concluyó – nos ayude a acoger siempre con asombro y gratitud el gran regalo que nos ha hecho Jesús al dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

Con información de Vatican News

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