La lectura evangélica dominical incluía tres parábolas, la del tesoro escondido, la de la perla de grandísimo valor, y la de la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Ciudad del Vaticano (27/07/2020 14:07, Gaudium Press) Ayer, en el Ángelus dominical, el Papa hizo el comentario de las tres parábolas que contenía la lectura evangélica de San Mateo: la del valioso tesoro escondido encontrado en el campo, la de la perla preciosa que un comerciante compra después de vender todo lo que tiene, y la de la red que es lanzada y que recoge peces buenos y malos, que serán separados, lo que sucederá al final de los tiempos (Cfr Mt 13, 44-52):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí.»
Buscadores inquietos del Reino de los Cielos
Estas parábolas nos enseña a ser “buscadores sanamente inquietos del Reino de los Cielos”, dijo Francisco. Debemos buscar principalmente lo más indispensable.
El Pontífice hizo énfasis en las dos primeras parábolas. En ellas “el Reino de los cielos es comparado con dos realidades diferentes ‘preciosas’”.
La reacción de quien encuentra la perla o el tesoro es prácticamente la misma, vender todo para adquirir el gran bien encontrado. “Se adhieren completamente al Reino aquellos que están dispuestos a jugarse todo, (quienes) son valientes”.
“La construcción del Reino de los cielos exige no solo la gracia de Dios, sino también la disponibilidad activa del hombre”, afirmó el Pontífice. “¡Todo lo hace la gracia, todo! De nosotros tan sólo la voluntad de recibirla, no la resistencia a la gracia: la gracia lo hace todo, pero conlleva ‘mi’ responsabilidad, ‘mi’ disponibilidad”.
Los gestos del mercader y del hombre que compra el campo, de privarse de todo para comprar esas “realidades más preciosas” son “decisivos y radicales”, y merecen que nosotros los imitemos.
“Se trata de abandonar la carga pesada de nuestras seguridades mundanas que nos impiden la búsqueda y la construcción del Reino”, manifestó Francisco.
Por qué la vida para algunos puede aparecer como apagada
El que la vida para algunos parezca mediocre y apagada se puede deber a que “probablemente no han ido a la búsqueda de un verdadero tesoro”. Se ha corrido tras “cosas atractivas pero efímeras”.
“El Reino de los cielos es lo contrario de las cosas superfluas que ofrece el mundo, es lo contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los días y la expande hacia horizontes más amplios. De hecho, quien ha encontrado este tesoro tiene un corazón creativo y buscador, que no repite, sino que inventa, rastreando y recorriendo calles nuevas, que nos llevan a amar a Dios y a amar a los demás, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos”, dijo el Papa.
Jesús, el gran tesoro
En el fondo, Jesús es “el tesoro escondido y la perla de gran valor”, cuyo hallazgo debe suscitar nuestra alegría, pues con Él hemos descubierto “un sentido para la propia vida”, “en la aventura de la santidad” que se encuentra en la unión con Él.
El Papa concluyó su meditación pidiendo a la Virgen “que nos ayude a buscar cada día el tesoro del Reino de los Cielos”.
Con información de Vatican News
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