El evangelio meditado recordó la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando sus coterráneos no lo reconocieron como profeta.
Redacción (05/07/2021 17:00, Gaudium Press) En el Ángelus dominical, a pocos minutos de dirigirse a una cirugía de colon en el Policlínico Gemelli, Francisco meditó con los fieles en la Plaza de San Pedro sobre el evangelio dominical (Mt (6, 1-6), que trata de la enseñanza del Señor en la sinagoga de Nazaret, el cuál era “su pueblo”, ocasión en la que los nazarenos despreciaron al Señor: “¿De dónde saca eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿No viven con Nosotros aquí”.
Fue entonces cuando Jesús profirió la frase lapidaria: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
Pero ¿por qué se da esto?
“Delante de esta reacción, Jesús afirma una verdad que ha entrado a formar parte también de la sabiduría popular: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio»”, ratificó Francisco.
El Pontífice invitó a detenerse en la reacción de los coterráneos del Señor, que podrían conocer al Señor, pero que en verdad no lo reconocen, en su esencia profunda.
“En efecto – afirmó el Pontífice – hay diferencia entre conocer y reconocer: podemos conocer varias cosas de una persona, hacernos una idea, fiarnos de lo que dicen los demás, quizá de vez en cuando verla por el barrio, pero todo esto no basta. Se trata de un conocer superficial, que no reconoce la unicidad de una persona”, dijo el Pontífice.
Pensaban que lo sabían todo del Señor
“Los paisanos de Jesús lo conocen desde hace treinta años y piensan que lo saben todo; en realidad, no se han dado nunca cuenta de quién es realmente. Se detienen en la exterioridad y rechazan la novedad de Jesús”.
“Al final sucede que muchas veces, de la vida, de las experiencias e incluso de las personas – añadió el Pontífice – buscamos solo confirmación a nuestras ideas y a nuestros esquemas, para nunca tener que hacer el esfuerzo de cambiar”. Esto puede ocurrirnos ahora con Jesús, pensamos que conocemos a Jesús, cuando en realidad no es así.
Sus coterráneos no aceptaron particularmente el escándalo de la Encarnación de la divinidad en la humanidad de Jesús. “Es escandaloso que la inmensidad de Dios se revele en la pequeñez de nuestra carne, que el Hijo de Dios sea el hijo del carpintero, que la divinidad se esconda en la humanidad, que Dios habite en el rostro, en las palabras, en los gestos de un simple hombre”.
Y sin embargo, “Dios se ha encarnado: humilde, tierno, escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y entonces, como los paisanos de Jesús, corremos el riesgo de que, cuando pase, no lo reconozcamos, es más, nos escandalizamos de Él”, explicó Francisco.
Es preciso pedir el verdadero conocimiento del Señor, y para ello el Papa recordó una frase de San Agustín: “Tengo miedo de Dios, del Señor, cuando pasa. Pero, Agustín, ¿por qué tienes miedo? Tengo miedo de no reconocerlo. Tengo miedo del Señor cuando pasa. Timeo Dominum transeuntem”.
Con información de Vatican News
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