Un reconocido analista italiano dice que la única preocupación de Putin es el Papa. Pero Trump también lo debe ver en sueños.
Foto: Vatican Media
Redacción (17/12/2025 12:23, Gaudium Press) La voz de Maurizio Molinari, analista y antiguo director de La Stampa y La Repubblica, siempre será escuchada en Italia con interés. Por eso, que el periodista haya dicho recientemente que para una visión religiosa putinista, que se ancla en la idea que el verdadero cristianismo es el ruso, el gran problema viene del Vaticano:
“La única cosa que ha ido mal para Putin en los últimos meses, es la elección del Papa León XIV. Porque el Papa León XIV sale de este esquema. Es un Papa americano, es de Chicago, es inclusivo, y relanza el catolicismo, esto es la Iglesia de Occidente”.
“Yo creo que hoy, la mayor preocupación para Putin, viene del Vaticano”, afirmó Molinari. Pero bien, esta es solo la opinión de Molinari.
En cualquier caso, para la solución del ‘caso Ucrania’, que más bien puede ser el ‘caso Oriente-Occidente’, el Papa realmente no es una figura dispensable sino un actor central.
No es de menor importancia que haya sido un Papa americano, quien le haya dicho a Trump que “buscar un acuerdo de paz sin incluir a Europa en las negociaciones no es realista. La guerra es en Europa y creo que… Europa debe tener un papel”, según dijo el Pontífice tras el encuentro sostenido recientemente con el presidente ucraniano en Roma. Con esa sencilla frase, el Papa Prevost asumió la vocería de una Europa que se niega a ser “ninguneada”, ni siquiera por la gran potencia americana. Si el Papa representa una preocupación para Putin, también para Trump es alguien es quien no se puede dejar pensar, en materia geopolítica.
“Informé al Papa sobre los esfuerzos diplomáticos con los Estados Unidos para alcanzar la paz”, dijo Zelensky tras el encuentro con León XIV el pasado 9. Seguramente el Papa Prevost también dijo a Zelensky, que el tema no solo era EE.UU.-Rusia y Ucrania en el medio, sino que Europa —incluso con sus dificultades de todo orden, también de orden moral— no podía ser desconocida. Es decir, tampoco Zelensky puede pensar en solo Trump; también tiene que contar con el americano, pero aquel que está vestido de blanco.
Además, y a diferencia de Francisco, León XIV tiene una relación privilegiada con Kiril, jefe de la Iglesia ortodoxa rusa. Entonces conversar y tener en el tablero al Papa Prevost, es igualmente contar con un canal de comunicación abierto con aquel del cual Putin busca legitimarse en condestable o nuevo Carlomagno.
Vemos pues, que aunque no se sepa a ciencia cierta cuantas divisiones posee el Papa, como al parecer un día quiso saber irónicamente Stalin, el de sotana blanca sí tiene mucho poder, incluso descontando la fuerza de las legiones angélicas.
En todo caso, es claro que el mundo desea una pronta solución al conflicto, y ya cierto desgaste parecería ir en contra de los deseos ucranianos de ceder lo menos posible a Rusia. Pero es cierto también que el desgaste no es solo de Occidente, sino que son muchas las noticias que surgen del agotamiento ruso, tanto a nivel económico como de efectivos.
Los escenarios, pues, son múltiples, pero en cualquiera de ellos, el Papa juega como reina, no como peón.
Por ejemplo, haciendo futurología, de corto y mediano plazo, así pinta el cuadro Alberto Maggi en Affaritaliani:
“Lo que queda por determinar es el número de tropas que Ucrania podrá desplegar y cómo garantizar la seguridad en la zona de seguridad entre los territorios cedidos a Rusia y los que formalmente aún están en manos de Zelenski. Esta zona tendrá un estatus internacional especial, con fuerzas de varios países, quizás incluyendo a Italia, para mantener el statu quo. No se trata de una paz verdadera, sino de una tregua, un alto el fuego que consolida las fronteras, siguiendo el modelo de Corea del Norte y Corea del Sur. En este contexto, el papel del Papa es crucial, presionando al patriarca ruso Kirill para que presione a Putin para que detenga los ataques y acepte un acuerdo. Esto, sin duda, no será lo mejor para Moscú, pero aun así le garantizará a Rusia lo que deseaba: una parte de Ucrania que sea, de hecho, cultural e históricamente rusa”.
Entretanto, incluso la concretización de un acuerdo según las hipótesis de arriba, no permite abandonar las preocupaciones. El reciente noticiario internacional ya repite las palabras del primer ministro finlandés, de que si se llega a un acuerdo en Ucrania, Rusia movería sus tropas hacia Finlandia. O las declaraciones recientes de un alto funcionario Europeo, en el sentido de que Rusia no piensa parar.
Pero si los funcionarios europeos ya mantenían muy viva su desconfianza, hoy Putin les ha dado combustible, al usar un lenguaje que no era familiar en él, al calificar a los líderes europeos de “cerditos” que frenan “las iniciativas de paz”, y que tomaría más territorio ucraniano si Kiev y Europa no ceden a sus exigencias, que básicamente son mantener los territorios capturados o anexionados, reducción del ejército ucraniano, y que Ucrania nunca pertenezca a la Otan. Además ha anunciado antes de fin de año, el despliegue de un nuevo misil hipersónico en sus fuerzas, para “mantener el equilibrio”.
En este clima, parece que la llave de la paz, la tienen muy pocos, entre ellos el Papa, aquel que no tiene divisiones militares. (SCM)





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