viernes, 22 de noviembre de 2024
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En la Anunciación, en el seno de la Virgen se encarna el pináculo del Universo

Hoy la Iglesia celebra la Anunciación a Nuestra Señora.

Anunciacion

Redacción (24/03/2021 17:07, Gaudium Press) La fiesta de la Anunciación del Ángel a María es muy querida por todos los que se precian de ser hijos de la Virgen. Es también la fiesta de la Encarnación del Verbo.

Recordaba un día el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, hablando con sus discípulos más jóvenes, como son muchos los teólogos que afirman que al crear el Universo, Dios también pensó en que la coronación de ese Universo maravilloso sería un Hombre-Dios, es decir, el mismo Dios pero reuniendo en sí aspectos de todas las naturalezas creadas, pues el hombre es el resumen de la Creación.

Todas las bellezas del mar, todas las bellezas del Cielo, todas las bellezas que están en las entrañas de la Tierra, todas las bellezas de variedad de los animales, de la variedad de las plantas, todas las grandezas y bellezas que tuvieron los hombres de todos los tiempos, todo eso no eran sino señales precursoras, o no son sino ecos que vuelven para atrás, para mirar a Aquel que queda en el centro y en el ápice de la Historia, Nuestro Señor Jesucristo”, decía el Dr. Plinio.

El pináculo de la Creación surge en el seno de la Virgen

Pero Dios quiso que esa maravilla que coronaba la Creación, como una gota de rocío se posase en una flor llamada María. Eso es lo que celebramos hoy.

Ella estaba ciertamente meditando las maravillas de Dios y de su Mesías, cuando aparece el Ángel Gabriel, en actitud sumisa frente a la Reina del Universo. Y ella admirada escucha lo que el Ángel le decía.

¿Y qué le decía? Le anunciaba que estaba por desarrollarse el hecho central de la Historia y pedía su asentimiento para tal, acontecimiento del cuál ella sería de esa manera co-protagonista.

Pero volviendo al punto inicial de la meditación, la Creación como que clamaba por esta su coronación con la aparición del Hombre-Dios; desde hace miles de años todos los seres tenían una inclinación para que “al final, naciese la criatura perfecta que sería el centro de todas y en función de la cual todas se estructurarían”.

El caos que reinaba en el mundo, fruto del pecado original, era siniestro. Podía ser un caos ‘organizado’ bajo la férula de hierro del Imperio Romano, pero los hombres estaban hartos de su vida, el hastío los carcomía por dentro, desvariaban. Incluso el pueblo que había sido elegido para ser el del Mesías, se encontraba en la peor decadencia.

Ella sabía que la solución para el mundo era la venida del Mesías, su solución y coronación

Y la Virgen sentía que la única solución para ese mundo era la venida del Mesías. Pero no sólo sería solución, ella sabía que sería la perfección de ese mundo.

Algunos autores afirman incluso, que cuando la Virgen en su meditación constante y altísima, terminó de componer en su espíritu la figura del Mesías, fue ahí cuando se escuchó ese anuncio que cambiaría la Historia: “Ave María, llena eres de gracia, bendita eres entre todas las mujeres…”

La Virgen se perturbó un tanto, el Ángel explicó, y ella desde lo más profundo de su corazón, de su esclavitud a Dios, asintió y se operó la Encarnación. El Orden del Universo había alcanzado su cima, y la Virgen se hace Madre del Verbo, Esposa del Espíritu Santo e Hija Dilectísima del Padre. ¡Oh maravilla!

Y ahí comienzan unas relaciones de la Virgen con el Dios humanado que está en su seno, que aún son un misterio de sublimidad en el que los hombres deben penetrar, pues es la relación perfecta con Dios la que tuvo la Virgen.

El esperado por miles de años, Aquel que la creación esperaba con ansía, ya estaba ahí, pero en el seno de la Virgen-Madre, nutrido por su sangre, unido a ella. Y aunque el Ángel la llamó plena de gracia, en el contacto con Él su plenitud crecía más y más.

Él era Dios, pero en el seno de la Virgen el Niño Dios era también humilde esclavo de ella, pues no hay mayor sujeción de alguien a otro, que la de un hijo a su madre en su seno. Maravilla: la esclava, por ser esclava, se convertía en la Señora del Rey del Universo que se había hecho esclavo. Se entiende por qué San Luis María de Montfort amaba tanto el misterio de la Anunciación y la Encarnación.

Pidamos a la Virgen en este día, que así como Cristo vino a los hombres por su intermedio, que nosotros vayamos a Cristo por el mismo camino, su ser purísimo, que atrajo a todo un Dios a la tierra.

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