“La esperanza cristiana no nace del ruido, sino del silencio de una espera llena de amor”, dijo el Papa León.
Foto: Screenshot Youtube Vatican Media
Redacción (17/09/2025 09:25, Gaudium Press) Esta mañana, ante una multitud reunida en la Plaza de San Pedro y continuando su ciclo de catequesis jubilares, el Papa León XIV trató sobre la confianza, que debe buscar estar siempre conectada con los planes de Dios.
“En nuestro recorrido de catequesis sobre Jesús, nuestra esperanza, hoy contemplamos el misterio del Sábado Santo. El Hijo de Dios yace en el sepulcro. Pero su «ausencia» no es un vacío: es una espera, una plenitud contenida, una promesa contenida en la oscuridad. Es el día del gran silencio, en el que el cielo parece silencioso y la tierra inmóvil; sin embargo, es precisamente allí donde se cumple el misterio más profundo de la fe cristiana. Es un silencio cargado de significado, como el vientre de una madre que sostiene a su hijo, aún no nacido, pero ya vivo”, dijo el Pontífice.
“El cuerpo de Jesús, bajado de la cruz, está cuidadosamente envuelto, como se hace con algo precioso. El evangelista Juan nos cuenta que fue enterrado en un jardín, en «un sepulcro nuevo, en el que aún no se había depositado a nadie» (Jn 19,41). Nada se deja al azar. Ese jardín evoca el Edén perdido, el lugar donde Dios y el hombre se unieron. Y esa tumba sin usar habla de algo que aún está por suceder: es un umbral, no un final. Al principio de la creación, Dios plantó un jardín; ahora la nueva creación también comienza en un jardín: con un sepulcro cerrado que pronto se abrirá”.
Descanso lleno de la presencia oculta del Señor
“El Sábado Santo también es día de descanso. Según la ley judía, el séptimo día no se debe trabajar: de hecho, después de seis días de la creación, Dios descansó (cf. Gn 2,2). Ahora también el Hijo, tras completar su obra de salvación, descansa. No porque esté cansado, sino porque ha terminado su obra. No porque se haya rendido, sino porque ha amado hasta el extremo. No hay nada más que añadir. Este descanso es el sello de una obra realizada, la confirmación de que lo que debía hacerse realmente se ha cumplido. Es un descanso lleno de la presencia oculta del Señor”.
De ahí el Santo Padre habla de la necesidad de esos momentos de “parar”, que termina siendo un gesto de confianza hacia el Señor:
“Nos cuesta detenernos y descansar. Vivimos como si la vida nunca fuera suficiente. Nos apresuramos a producir, a demostrar, a no perder terreno. Pero el Evangelio nos enseña que saber hacer una pausa es un gesto de confianza que debemos aprender a tener. El Sábado Santo nos invita a descubrir que la vida no siempre depende de lo que hacemos, sino también de cómo nos despedimos de lo que hemos logrado”.
En el silencio del sepulcro “la nueva vida comienza a fermentar”. “Así, incluso nuestro tiempo «inútil», el de las pausas, del vacío, de los momentos estériles, puede convertirse en el seno de la resurrección. Cada silencio acogido puede ser la premisa de una nueva Palabra. Cada tiempo suspendido puede convertirse en un tiempo de gracia, si se lo ofrecemos a Dios”.
“A veces buscamos respuestas rápidas, soluciones inmediatas. Pero Dios obra en lo profundo, en el lento tiempo de la confianza. El sábado del entierro se convierte así en el seno del que puede brotar la fuerza de una luz invencible, la de la Pascua”.
Concluye el Pontífice advirtiendo que “la esperanza cristiana no nace del ruido, sino del silencio de una espera llena de amor. No es hija de la euforia sino del abandono confiado” en el Señor.
Con información de Vatican.va
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