Es realmente una obra prima en su género, de factura del S. XVIII.
Redacción (26/12/2024 15:15, Gaudium Press) En la hace poco inaugurada Catedral de Notre Dame, hay un pesebre que atrae la atención de todos por su belleza, y no es francés, sino que son aromas de Italia presentes por estos días en la ‘catedral del mundo’, pues el belén es de tradición napolitana.
Es realmente una obra prima en su género, de factura del S. XVIII, cuya exposición en Notre Dame se debe a los buenos oficios del crítico de arte y coleccionista Alberto Ravaglioli, fallecido el año pasado, propietario del pesebre, quien fue reuniendo a lo largo de su vida las figuras. Para la exposición en Notre Dame intervinieron el hermano de Ravaglioli, Marco, que es corresponsal de la RAI, la embajada de Italia en París, y la embajada de Francia ante la Santa Sede, entre otros.
Ravaglioli fue un estudioso del noble arte napolitano de las figuras y los escenarios, y conocía como ninguno el valor de este conjunto que él armó, el cual cuenta con alrededor de 150 imágenes de una altura de unos 25 centímetros, cada una de ellas una pequeña ‘opera prima’, que sumadas a la escenografía —realizada en nuestros días, pero totalmente respetuosa de esas tradiciones—, forma una espléndida armonía total, brillante y colorida. El pesebre alcanza una longitud de 6 metros.
“Tres escenas sacadas del Evangelio son ahí resaltadas: La Natividad, en una cabaña adosada a las ruinas de un templo —alegoría de la victoria del cristianismo sobre el paganismo—, la Anunciación a los pastores con sus ángeles luminosos, y la Taberna, donde el hospedero-diablo rehúsa la hospitalidad a María y José. Alrededor de esos cuadros bíblicos, Nápoles toma vida con sainetes de su cotidiano popular es esta época”: así resume Sortiraparis.com, en visión de conjunto sintetizada, el impacto que causa el pesebre.
Tras la bendición del rector de Notre Dame, Mons. Olivier Ribadeau Dumas, se calcula que cerca de dos millones de personas visitarán el pesebre que quedará expuesto hasta principios de febrero. En la ceremonia de bendición, ocurrida el pasado viernes, Mons. Olivier destacó que en las recientes palabras del Papa en Córcega, el Pontífice destacó que “el belén es una manifestación esencial de esta religiosidad popular, de la necesidad de vivir nuestra fe con signos”. Un pesebre “permite a las personas de recogerse y reconocerse en estos pastores que ilustran tan bien la vida de todos los tiempos”.
Además, según afirma el rector de Notre Dame, este pesebre napolitano “es un nuevo signo de la amistad entre Francia e Italia”, y un signo más “de la catolicidad de la Iglesia”, algo en lo que coincide Marco Ravaglioli, quien dijo que “obras como estas son también extraordinarias tarjetas de visita e instrumentos de las relaciones internacionales”.
Con información de l’Avvenire.
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