Para demostrar la necesidad de la mediación universal de Nuestra Señora, Nuestro Señor Jesucristo quiso que la mayor fuente de milagros fluyera en un santuario dedicado a su Madre.
Redacción (12/02/2024, Gaudium Press) Las apariciones de Lourdes forman parte de una serie de otras famosas manifestaciones de María Santísima a partir del siglo XIX, que culminarían con las revelaciones de Fátima, a principios del siglo XX.
Se podría decir que, en la noche cada vez más profunda en la que la civilización contemporánea se deja hundir, tales apariciones forman un punto de luz que anuncia la venida del Reino de María.
Mediadora de todas las gracias
En Lourdes, tales nociones son evidentes, considerando que Nuestro Señor Jesucristo podría haber proporcionado esta estupenda fertilidad de milagros en algún santuario dedicado a Él.
En la misma Francia, donde se encuentra la Gruta de Massabielle, se encuentra la magnífica basílica de Paray-le-Monial, dedicada al Sagrado Corazón, ya que allí el Redentor hizo sus revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque.
Ahora, Jesús podría disponer que esos milagros de curaciones y conversiones ocurrieran en este lugar o en otros santuarios erigidos en su honor.
Sin embargo, el Salvador quiso que la mayor fuente de milagros conocida en la Historia de la Iglesia y del mundo brotara de un lugar consagrado a Nuestra Señora. Es decir, que aquellas curaciones espectaculares se obtuvieron bajo la égida de la Santísima Virgen, a través de las súplicas que se le hacían.
Al actuar de esta manera, Nuestro Señor parece querer probar la verdad de la fe en la mediación universal de María, dando a los hombres razones claras para comprender que su Madre todo lo puede.
Por las oraciones de la Virgen se reprimen los mayores males, las peores enfermedades, los sufrimientos más horribles. Consigue suspender las leyes más inflexibles de la naturaleza, supera cualquier obstáculo y consigue, por ejemplo, que un ciego de nacimiento, sin nervio óptico, adquiera la vista.
Ésta es la omnipotencia suplicante, el poder de la Soberana, mediadora de todas las gracias.
Milagros físicos para hacer el bien a las almas
Hay personas que quedan impresionadas por los milagros de Lourdes y, sin embargo, piden a la Santísima Virgen sólo favores materiales, olvidándose de los espirituales que son más importantes.
No comprenden que los dones temporales que necesitamos deben inducirnos a desear aquellos que benefician nuestra salvación eterna.
De hecho, es así como Dios verdaderamente atrae las almas hacia sí, ya que todos los dones que Él concede tienen el objetivo mayor de beneficiar el espíritu humano.
Así, no se debe pensar, por ejemplo, que Nuestra Señora curará a un hombre físicamente discapacitado por un sentimiento de lástima por su discapacidad. Por supuesto, Ella tiene compasión del tullido y se complace en corregir su defecto.
Sin embargo, más que esto, la Virgen utiliza un milagro físico para hacer el bien al alma del enfermo y a quienes presencian o tienen conocimiento del prodigio.
Este beneficio consiste, sobre todo, en infundir en los corazones una fe inmensa en la verdad de que Ella es la Mediadora universal de todas las gracias.
Por Plinio Corrêa de Oliveira
(Texto extraído, con adaptaciones, de Revista Dr. Plinio, febrero de 2006).
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