Con su humildad, el Niño Jesús nos muestra el camino de la gloria.
Redacción (24/12/2021 15:38, Gaudium Press) En su homilía en la misa de Nochebuena el Papa Francisco destacó la humildad, de que un Dios hubiese nacido en una gruta, contrario a la pompa de todo un emperador romano de la época.
Y al contemplar al Niño Dios en el pesebre, a “Aquel que abraza al universo”, no podemos dejar de ver que Él precisa ser cargado, mimado, arropado: “El Amor infinito tiene un corazón minúsculo, que emite ligeros latidos. La Palabra eterna es infante, es decir, incapaz de hablar. El Pan de vida debe ser alimentado. El Creador del mundo no tiene hogar”. Todo esto es una lección del Salvador para que practiquemos la humildad, que también se manifiesta en el servicio, y que es el camino para la verdadera grandeza.
Dios quiso llegar a nuestra pequeñez
De hecho, la humildad de Dios queda patente por el mero hecho de que Él asumió la condición mortal. Él se hace pequeño por nosotros, también porque “quiere realizar, en nuestra vida ordinaria, cosas extraordinarias”. Él quiere llegar a nuestra pequeñez, allí donde somos débiles, frágiles, incapaces o fracasados.
“Hermana, hermano, si como en Belén, la oscuridad de la noche te rodea, si adviertes a tu alrededor una fría indiferencia, si las heridas que llevas dentro te gritan: ‘Cuentas poco, no vales nada, nunca serás amado como anhelas’, esta noche Dios responde. Esta noche te dice: ‘Te amo tal como eres. Tu pequeñez no me asusta, tus fragilidades no me inquietan. Me hice pequeño por ti. Para ser tu Dios me convertí en tu hermano’ ”, dijo el Papa en la homilía.
En Jesús en el pesebre “todo vuelve a la unidad”, pues en Belén los ricos, los pobres, los pastores, eruditos y magos estaban unidos, porque “todo se recompone cuando en el centro está Jesús”, y eso es lo esencial, volver a Belén, a los orígenes, “a lo esencial de la fe, al primer amor, a la adoración y a la caridad”.
Con información de Vatican News
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