La fiesta de la Epifanía es plena de significados.
Redacción (06/01/2022 07:13, Gaudium Press) Para los católicos, la Epifanía significa la fiesta de la manifestación de Jesucristo a los tres Reyes Magos.
Pero la epifanía puede tener otra interpretación: Una epifanía es el momento en que una gran idea ocurre a alguien. Ambos sentidos encuentran su raíz en el verbo griego que significa «revelar». Para nosotros católicos «La Epifanía», con mayúsculas, es el hecho de que Dios se revela al mundo en el Niño Jesús. Todas las otras epifanías son pálidas, sin luz, si comparadas con esta.
Evangelio de San Mateo
En su Evangelio, San Mateo narra la Epifanía con riqueza de detalles, usando otras pequeñas epifanías o revelaciones que adicionan belleza al evento principal. Le recomiendo: lea ese trecho del Evangelio. ¿Sobre cuál de los detalles que él trae podríamos hablar? Vamos a ver algo sobre el rey Herodes que es citado en el Evangelio.
Herodes representa los poderes civiles del mundo. Él quedó obviamente perturbado con la profecía del nacimiento del Mesías y tuvo miedo de perder su poder. Por eso él quiso matar al Rey de los Reyes. Lamentablemente, todavía vemos, hoy en día, manifestaciones de ese tipo a cada hora, todo el tiempo en todo el mundo, por parte de las autoridades civiles que intentan matar el Evangelio.
¿Y la manifestación de la Estrella de Belén? La estrella de Belén recorría el cielo, era visible para todos aquellos que buscaban el conocimiento (la verdad), ella sirve para recordarnos que ayer y también hoy Dios siempre guía a todos hacia sí.
Vivimos en un mundo donde las personas tantas veces piensan que la verdad está en el fondo de ellas mismas. Aunque la reflexión sobre sí mismo sea muchas veces una cosa buena, el hecho concreto es que las personas, últimamente, precisan mirar más para fuera de ellas mismas. Mirar al cielo a fin de poder conocer una realidad que está fuera de ellas mismas: Dios brilla para quien mira para arriba, para quien mira a la «Estrella de Belén»…
¿Cuál la lección de los Reyes Magos?
¿Y los Reyes Magos? Esos gentiles (o sea, no judíos) son para nosotros una señal de que, a través del nacimiento de Jesús, la relación especial de Dios con los judíos se extendía a todo el mundo. Aquellos reyes, sabios porque honestamente buscaban la verdad aunque ella desafiase sus creencias antiguas, se arrodillaban delante del Rey de los Reyes en adoración. Al hacer eso, ellos nos dieron el ejemplo de cómo buscar al Señor y de cómo comportarnos en su presencia.
¿Qué manifestaban los regalos?
¿Y los regalos de los Reyes Magos, el oro, el incienso y la mirra? Esos tres regalos – que nos llevan a entender que ellos eran tres, aunque el número de ellos no sea explicitado – nos indican, con todo, de quién se trataba aquel recién nacido, quién era realmente aquel niño. El oro significa que Él es rey; el incienso significa que Él es sacerdote e intercede junto a Dios en nuestro favor; y la mirra, condimento usado en el embalsamamiento, certifica que aquel niño, que era Jesús, sufriría y moriría por nuestros pecados. Pero eso nosotros ya lo sabemos.
¿Qué más puede todavía manifestar la Epifanía? ¿Nosotros también tendríamos regalos para dar al Niño Jesús? Dios nos dio el mayor de todos los regalos, ya que nos entregó a su Hijo; y nosotros, así como los Reyes Magos, haríamos mucho bien si deseásemos retribuir ese tan gran regalo. Pero Jesús no necesita de nuestros regalos. Somos nosotros quienes precisamos obsequiarle para crecer en nuestra relación con Él.
¿A falta de oro, incienso y mirra, que, normalmente, no son encontrados en el comercio y los supermercados qué podemos ofrecer como retribución a Nuestro Señor? Podríamos dar a Él cosas materiales que equivaldrían al oro de los Reyes Magos. Sería un acto de desapego que recordaría que todo lo que tenemos pertenece al Rey de los Reyes. Podemos dar a Él nuestras oraciones que correspondería al incienso de los Reyes Magos. Serían oraciones tanto por nosotros mismos cuanto por los otros. Con eso estaríamos recordando que lo importante es tener el alma elevada a Dios, hablando con Él, constantemente. Sería una bella retribución para un Dios que nunca nos olvida. ¿Y cómo retribuir a Dios con algo que recordase la mirra de los reyes magos? Con alegría, vamos a retribuir a Él con la mirra que disponemos: nuestros sufrimientos, aflicciones y aprehensiones. Vamos a recordar que, a pesar de ser verdad que nosotros sufrimos en este mundo, esta retribución nos deja alegres, pues el peso de la retribución no nos deja aplastados y amargados porque, saber imitar amorosamente a Cristo en la Cruz, transforma los dolores en esperanza.
Por João Sérgio Guimarães
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