La torre del palacio municipal de Siena, inspiró en cierta ocasión al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira una magistral disertación de contenido político.
Redacción (10/08/2020 08:29, Gaudium Press) La torre del palacio municipal de Siena, inspiró en cierta ocasión al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira una magistral disertación de contenido político, acerca del papel del Estado respecto a la Iglesia (1). El auditorio como de costumbre estaba repleto de jóvenes universitarios del Brasil y otros países, que por aquello días visitaban Sao Paulo para conocer al gran pensador católico y asistir a sus conferencias. Hombres hoy dispersos por el mundo irradiando de alguna manera aquella formación moral e intelectual que recibieron de él.
Como era su costumbre, Dr. Plinio pidió que fueran proyectadas en el auditorio algunos coloridos slides del edificio comenzado a construir a finales de la Edad Media. Con su conocido sentido de observación y los conocimientos de historia que tanto impresionaban a los auditorios desde que fue profesor de alumnos de secundaria hasta las aulas universitarias, focalizó su conferencia en la alta torre del palacio y desde allí, pareciendo estar en lo más elevado de ella, explicó una teoría de Ciencias Políticas que bien podríamos aplicar en nuestros días, y con la cual muy probablemente resolveríamos los problemas sociales, políticos y económicos al menos de todos los pueblos iberoamericanos que hayan elegido legítima y pacíficamente a sus gobernantes.
El origen divino del poder
Según explicó, los hombres que ejercían el poder en la Edad Media y la mentalidad de aquellos tiempos, estaba profundamente compenetrados con la idea de que quien gobierna, lo hacen por un designio de Dios y que para tal necesita de la ayuda de la gracia.
Si bien la autoridad del Estado está prioritariamente para el gobierno de las cosas temporales y para gobernar a los hombres, su finalidad más alta consiste en proteger la verdad y las palabras de quien dijo Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, especialmente en los Estados nacidos de la influencia de la Iglesia Católica, a la que tan ingratamente le han pagado los políticos contemporáneos.
El palacio de gobierno municipal de Siena con sus fuertes muros y almenas tiene aspecto de fortaleza, y la torre parece un vigilante. El decorado de las bóvedas interiores de las salas representa escenas históricas y religiosas de mucho valor artístico. Entonces Dr. Plinio se imaginaba un alto funcionario de la alcaldía recorriendo pensativo alguna sala, inmerso en cogitaciones de Estado y sintiendo la presencia y ayuda de lo sobrenatural para resolver algún asunto público importante de su ciudad. Pinturas que semejan un gran libro y que convidan a meditar en las cosas de Dios. Estructura arquitectónica que demuestra la fuerza de la autoridad. Ubicación estratégica sobre la plaza principal a la vista y respeto de todos los habitantes. Y un reloj que pareciera el ojo de la ley atento a que todo esté en su debido lugar. Adentro, una capilla en la que seguramente antes de las actividades diarias los funcionarios asistían a una misa. Y al final de la tarde a una bendición con el Santísimo.
La gracia debe auxiliar todas las actividades de la vida, incluso la de gobernar
Si el servidor público vive en esa clave espiritual, en estado de gracia, ¿qué se puede temer? Por tanto es lógico concluir que las crisis políticas de una sociedad vienen cuando tenemos funcionarios lejos de Dios y de la santa Iglesia.
El poder para gobernar nace de la naturaleza de las cosas en la vida social en esta tierra de exilio y de un designio de Dios, pero por causa del pecado original y las malas tendencias del hombre, es necesaria la acción de la gracia, la ayuda sobrenatural con el apoyo incluso del uso de la fuerza, por lo cual al Dr. Plinio no le extrañaría que en el palacio municipal de Siena hubiese mazmorras para los presos. El gobierno no posee el don de la persuasión para conseguir que las almas obedezcan como sí lo tiene la acción de la gracia.
“Los dos torreones que están en los ángulos del cuerpo central parecen brazos y manos levantadas al cielo pidiendo la ayuda de Dios para ejercer la autoridad temporal”, añade finalmente el Dr. Plinio.
Por Antonio Borda
(1) (Conferencia del 18-XI-1988, Auditorio S.Miguel Arcángel, Sao Paulo-Brasil). .
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