lunes, 07 de julio de 2025
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Ese púlpito impactante, entre lo sublime y la melcocha

El tema de la Revolución y la Contra Revolución tendencial no es menor.

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Redacción (07/07/2025, Gaudium Press) El tema de la Revolución y la Contra Revolución tendencial no es menor, pues es una forma sutil de promover o impedir la virtud, efectiva, siendo su conceptualización enteramente novedosa en la espiritualidad cristiana, desconocida para la grandísima mayoría, lo que la hace más importante, porque: ¿cómo así? ¿hay una forma de promover el vicio y la virtud, desconocida? Es decir, ¿si hay gente que conoce ese arte, puede ejercer tal labor de forma desapercibida por los demás? Y la respuesta es —sorprendentemente— SÍ. Inclusive, se puede ser agente de la Revolución tendencial sin advertirlo.

Vayamos al ejemplo.

El de la foto es un púlpito que es una pequeña maravilla, de ‘filigrana’ de mármol de vetas verdes, rojas y mármol blanco. Se encuentra en la Catedral de Santa Catalina de Alejandría, en Cartagena de Indias, una iglesia que para las Américas es un portento de piedra de lo que fue una rica ciudad de la colonia. La base es la de una copa con tallo muy delgado, que se abre en vaso sexagonal de lados desiguales pero simétricos. Lo delgado del tallo, que ejerce la pesada función de cargar el vaso, evidencia elegancia, que un día fue definida por el prof. Plinio Corrêa de Oliveira como la capacidad de realizar un notable esfuerzo con donaire, cierta dulzura y sin que se perciba.

El dosel, del que cuelgan en su contorno finos encajes marmóreos, tiene en su techo una paloma con rayos, para recordar al predicador que quien debe hablar en esos momentos es sobre todo el Espíritu Santo. En los costados del vaso altorrelieves de los cuatro evangelistas se adueñan de la cátedra, porque fueron particularmente ellos los que recogieron las palabras de vida eterna del Salvador.

Es el púlpito como una copa de Baccarat, que de tan delicada, el visitante o peregrino casi estaría tentado a rezar justamente al Paráclito para que no se quiebre; casi que se querría pedir al sacerdote que tal vez mejor no suba, que le vamos a poner mucha atención si predica desde el ambón en el presbiterio. Es una pequeña maravilla, que contiene un pequeño truco para mantenerse en pie, y es que está sostenida por dos vigas de hierro a la columna, pero puestas de forma delicada y casi invisible para los feligreses.

Entretanto…

Por lo menos para quien estas líneas escribe, y buscamos ser objetivos, hay demasiados detalles, que llaman la atención hacia sí mismos, y no hacia un conjunto que reporte a lo sublime; son detalles como que reacios a formar un conjunto armónico. Son las caritas de angelitos barrocos; tal vez demasiados arabescos. Por ejemplo el tallo de la base podría ser más recto, y eso lo haría más ascendente, más hacia lo alto, hacia Dios. Porque al final de cuentas todo lo que es arquitectura de una iglesia debe hablar del Infinito. Las guirnaldas definitivamente sobran.

Si le quitasen las guirnaldas, el total no perdería nada, por el contrario ganaría. Algunas curvas del conjunto crean la impresión de creación de repostería, hasta de elegante melcocha. Es eso, es como si fuera un dulce, que insinuase al observador su carácter comestible, y que comido fácilmente empalagase. Bonito, delicioso, demasiado dulce. Y un púlpito no debe ser meta, sino escalera, debe más bien recordar y reportar a la grandeza y belleza del Creador.

Tal vez suene un tanto exagerado, pero por eso no es menos real: una civilización de melcochas fácilmente hace desbocar la facultad sensible. Y desbocada, ya sabemos en lo que puede dar.

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Sin embargo, y así lo afirmó varias veces el Dr. Plinio, lo revolucionario ayer, hoy podría ser contrarrevolucionario. Si ayer la tour Eiffel era el sinónimo de la Revolución Industrial mecanicista y masificante, hoy, dado el avance de la Revolución, puede ser sinónimo de elegancia y hasta cierta levedad celestial. Ese púlpito muy probablemente ejerce hoy la labor de elevar la vista del hombre revolucionario actual hacia el cielo, donde está el Autor de todos los mármoles y alabastros, Dios el Creador.

No obstante, la Revolución Tendencial aunque suave no deja de ser revolución: todo lo que ayude, aunque sea levemente o subrepticiamente, a que el hombre pierda las riendas del manejo de sus facultades sensibles, es de temer, pues nuestras facultades sensibles fueron las más desordenadas por el pecado original.

Revolución y Contra Revolución tendencial, un campo a ser explorado, porque es eficaz.

Por Saúl Castiblanco

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