Países donde más los católicos van a misa. La importancia de la liturgia bien llevada.
Redacción (30/03/2023 15:20, Gaudium Press) Las estadísticas nos acercan a una determinada realidad, aunque no con una precisión incuestionable cada vez. Cuanto más puntual y simple sea lo que se quiera inquirir – por ejemplo, un censo poblacional — más fiable será el resultado de la encuesta. Pero, si la pesquisa aborda asuntos demasiados genéricos o sutiles, se obtendrán respuestas imprecisas. Las llamadas fake news, tan a la orden del día, cuando no son mentiras descaradas, pueden ser fruto de datos estadísticos falseados.
Este breve exordio nos introduce en el tema de hoy. Un par de meses atrás, la publicación en línea “InfoCatólica” notició porcentajes de la práctica de la religión católica en algunos países, recogidos por la “Wordl Values Survey” (WVS). Concretamente, la información dada era sobre “la asistencia semanal o más frecuente a Misa entre adultos que se autoidentifican como católicos”.
¿Cuál es la nación en donde los católicos asisten semanalmente a la Eucaristía en mayor número (contando con un eventual margen de error)? Es Nigeria, república africana en la cual los católicos representan apenas el 27 % de la población. Pues bien, de ese porcentaje, el 94 % participa de la Eucaristía cada semana. Es un magnífico testimonio en un pueblo valiente que ha sido muy golpeado por graves crisis de diversas índoles. Como se sabe, Nigeria es un país en vías de franco desarrollo y lleno de potencialidades.
En países dichos “desarrollados”, de raíces cristianas y con relativa estabilidad social como los de Europa occidental, los católicos son poquísimo afectos a la Misa semanal: En Austria va a Misa el 17 %; en Suiza el 11 %, en Países Bajos 7 %. Si el cumplimiento del precepto dominical es tan escaso ¡cuán inferior aún será el número de adoradores eucarísticos! Tristes tiempos son estos, en que las sociedades enfermas descuidan el remedio sanador.
Nigeria y otros sitios donde la asistencia a Misa es considerable – como en Kenia, en que acude el 73 % de los católicos, en el Líbano el 69 %, en Filipinas el 56 % o en Colombia el 54 %, etc., – son lugares privilegiados para incentivar el apostolado eucarístico a través de la catequesis, la adoración perpetua y nocturna, las horas santas, los Jueves eucarísticos, las hermandades y cofradías del Santísimo, etc., instituciones que fueron pujantes hasta no hace mucho tiempo. Hoy en día algunas ya no están, otras languidecen, mientras las hay que florecen admirablemente. Es el caso, por ejemplo, de la adoración en capillas ad hoc instaladas en los templos parroquiales.
Dificultades en la vida y práctica religiosa
Hay una cierta correlación entre la práctica religiosa, por un lado, y las dificultades que al fiel le toca enfrentar en el contexto social, por el otro. En una sociedad de consumo caprichoso, las personas son tendientes a descuidar los compromisos bautismales, dejándose ganar por la mentalidad relativista. En cambio, en lugares donde los católicos padecen privaciones y enfrentan obstáculos, la observancia del deber religioso se hace más apremiante. Porque suele ocurrir que, agredidos con un entorno hostil, pasen a apetecer lo sobrenatural y se de en ellos una floración de la Fe.
La importancia de una liturgia bien llevada
Cabe aquí otra consideración dolorosa. La desafección por la Misa dominical y por el culto eucarístico en general, a menudo se debe al descuido que campea en ciertas ceremonias litúrgicas por la forma expeditiva y vulgar con que son hechas. Sí, lastimosamente hay lugares en que la trasgresión de las normas que deben pautar las celebraciones llega a ser chocante y el resultado es que los fieles se alejan y algunos hasta pasan a frecuentar cultos de otras religiones.
Mucho se habla de adaptar la evangelización a las culturas originarias de los pueblos, asunto siempre delicado por las derivas a que puede prestarse. En ese sentido, conocí por dentro una malograda experiencia en el oriente ecuatoriano que apostaba a “amazonizar” el cristianismo, entre otras cosas idealizando las costumbres de los indígenas. Estos, más deberían instruirnos sobre sus valores atávicos que acoger la Buena Nueva del Evangelio; un verdadero despropósito. La asistencia semanal a Misa allí era insignificante y el sacerdote era como “uno más”, descuidando sus deberes ministeriales.
En cambio, apóstoles exitosos del Evangelio fueron los jesuitas en los siglos XVII y XVIII junto a los indios guaraníes a quienes supieron transmitir la Fe y la cultura cristiana. Pero no se puede decir con propiedad que aquellos misioneros hayan “guaranizado” el Evangelio; lo presentaron con las adaptaciones pastorales necesarias, sin desvirtuarlo. Las crónicas describen cuánto las Misas, procesiones de Corpus y otras ceremonias religiosas, acompañadas con instrumentos musicales y coreografía, eran cautivantes, muy concurridas e impregnadas de solemnidad, piedad y alegría.
Desconozco como sean las celebraciones eucarísticas en Nigeria. Lo que es seguro es que los católicos de ese país tienen sed de Dios… como la tienen tantos otros en el mundo. Se trata de saciar esa sed sirviéndose de una sana y respetuosa creatividad que no desentone en nada con la Revelación, la Tradición y el Magisterio ¡tres tesoros irrenunciables y fecundos!
Y en Europa, cuna de una esplendorosa cristiandad ¿no se debe también tener en cuenta el respeto a las raíces originarias? ¿No es ese el sentido de la “Nueva Evangelización” popularizada por San Juan Pablo II? Benedicto XVI, ante la multitud de bautizados que no viven su Fe, creó el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Hoy en día, ese Consejo ya no existe, fue absorbido, junto con la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, por el Dicasterio para la Evangelización creado por Francisco.
Sea como sea, la solicitud de la Iglesia por sus hijos alejados será siempre primordial, como ilustra la figura del buen pastor que va en busca de la oveja perdida, dejando temporariamente las otras noventa y nueve.
“La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo”, enseña el Concilio Vaticano II. Y los fieles tienen derecho a experimentar, a través de ella, la belleza del misterio cristiano que tiene su cúspide en el Santísimo Sacramento del Altar.
Por el P. Rafael Ibarguren, EP
(Publicado originalmente en www.opera-eucharistica.org)
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