La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz nace para conmemorar la recuperación de la Cruz de Cristo, que había sido capturada por el rey persa Cosroes II.
Redacción (14/09/2020 09:14, Gaudium Press) La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz nace para conmemorar la recuperación de la Cruz de Cristo, que había sido capturada por el rey persa Cosroes II, y que fue recuperada por el emperador bizantino Heraclio, tras quince años de lucha. La cruz regresa a Jerusalén un 14 de septiembre, y de ahí la fiesta de hoy.
Decía el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, que la Cruz, reservada como suplicio para los peores criminales, y que constituía la más grande humillación, representaba el auge de todas las humillaciones que el Divino Salvador quiso recibir en vida para nuestra salvación.
Humillaciones como la corona de espinas, como la túnica de bobo y la caña que le fue puesta, como las burlas a las que se quiso Cristo someter; pero la Cruz era la más alta humillación.
La Cruz también representa las múltiples humillaciones que los católicos, a imitación de Cristo, recibirían de la impiedad a lo largo de los tiempos. Y los católicos debemos recibir esas humillaciones con orgullo, pues esta es una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros…” (Mt 5, 11). La Cruz es el símbolo de todas esas persecuciones.
Pero la cruz, justamente por la dignidad Divina del Hijo de Dios que la portó y que fue crucificado en ella, se constituyó motivo de honra: Es el símbolo de lo que hay de más sagrado, de lo que hay de más santo, y por ello, en tiempos de fe, la cruz estaba en lo alto de las coronas, en los blasones de los nobles, era la insignia usada en las condecoraciones.
De símbolo de la mayor humillación, a la de la más alta honra
Entonces, los católicos tomaron el símbolo de la mayor humillación, sufrida por Cristo, y lo convirtieron en el símbolo de la mayor de las honras. Es la ufanía valiente, caballeresca y sobrenatural con la que el mundo católico exaltó la Cruz.
Y nosotros no sólo debemos exaltarla, sino glorificarla.
Cuando en un transe muy difícil de su carrera, en lucha contra el emperador Magencio, Constantino tuvo la famosa visión: Vio en el cielo una cruz, que traía un lema, ‘Por este signo vencerás’. Constantino venció, dio libertad a la Iglesia, y como decía el Dr. Plinio, “la Cruz se levantaba así en el cielo e iba a quedar de forma definitiva en el horizonte del mundo, humillando por su vez a los malos, y humillando también a los demonios”. La Cruz vencía.
La Cruz debe pues, constituir también nuestra honra, honra no de ser humillados sino de recibir la humillación con ufanía, incluso con espíritu de desafío hacia los humilladores, el de damas y caballeros que se enorgullecen de exaltar y glorificar la Cruz de Cristo.
Orgullo también, de exaltar el instrumento de nuestra salvación.
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