viernes, 25 de julio de 2025
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¿Existe algo como una opinión pública católica global? ¿Cómo se forma?

En torno a este tema, una aproximación.

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Redacción (24/07/2025 10:31, Gaudium Press) Estas cortas líneas buscarán explorar posibles respuestas a la pregunta del título: ¿Existe algo como una opinión pública católica global? ¿Cómo se formaría?

Para empezar a desbrozar esa selva, lo primero es limitar lo que podría ser una Opinión Católica, algo que debe basarse en la realidad pero forzosamente tendrá algo de arbitrario.

No llamaríamos en estricto sentido al inicio, de opinión pública católica, a los meros bautizados o los que solo se dicen católicos y no más, sino a aquellos que van a misa dominical o casi, entendiendo que son los que más posibilidad tienen de generar opinión en temas de Iglesia.

Pero este tipo de personas varía no poco de un país a otro, tanto en porcentajes cuanto en características.

Por ejemplo, de acuerdo al Pew Research Center, en los EE.UU. el 28 % de los que se dicen católicos van a misa los domingos.  En Francia, según el OFC, los que van a la iglesia dominicalmente son el 2% y quienes van lo más a menudo posible son el 4%. Es decir, frecuentan templos católicos regularmente alrededor de un 6%. En Polonia, cerca del 36% de los que se afirman católicos asisten a misa semanalmente. En el África la asistencia de católicos a misa dominical es normalmente bastante elevada: Nigeria 94%, Kenia 73%. En América Latina varía mucho, desde más o menos un 8% en Brasil, un 24% en Colombia, y un 40 o 45% en México.

Vemos que las fluctuaciones son muy grandes, ciertamente marcadas por el estado de secularización de cada sociedad.

¿Será similar el comportamiento y la mentalidad de ese 6 % en Francia y del 36% en Polonia? Podríamos pensar en similitudes. Son personas que resisten la presión del mundo, unas más otras menos, y que ciertamente consideran su fe católica como algo importante, y tal vez hasta vital asistir al precepto dominical.

Pero estamos hablando de Opinión Pública, es decir de un conjunto de actitudes y creencias que generan juicios (opiniones), las cuales se van formando también por una influencia de unos sobre otros, entre esos católicos, sobre temas de Iglesia. Y al considerar esta influencia no cuenta solo el número, pues al contrario de lo que podría desear una mentalidad igualitaria, no es lo mismo la opinión de un redactor estrella de un semanario católico, que la de una sencilla y virtuosa anciana que asiste religiosamente a su misa diaria (claramente, estamos comenzando con un análisis natural, pues en definitiva la oración de la anciana, por vía de gracia, puede tener un papel decisivo en la configuración de la opinión pública católica).

Entretanto, algo que no creemos difícil de observar, es que justamente por esa influencia mutua causante de la opinión pública, los pastores, sacerdotes y obispos, que por definición tienen una formación, una cátedra, poseen una cultura y siguen la actualidad eclesial de una forma normalmente superior a las ‘bases’ católicas —lo que los predispone a ejercer una influencia decisiva en el pueblo no dejan de ser influidos a su vez por estas bases católicas, y a veces pueden ser hasta moldeados por ellas, pues al final jerarcas y pueblo forma un solo cuerpo y lo que atañe al corazón también afecta la cabeza. Como ejemplo, no es sino apuntar que la oposición manifestada por la generalidad de los obispos africanos a la declaración Fiducia Supplicans, aducía comúnmente la realidad cultural de las diferentes Iglesias locales en su rechazo. Y este rechazo, que también tuvo decisivas repercusiones a nivel de Iglesia Universal, ejemplifica también que ni siquiera la Iglesia docente es ajena a la influencia, a veces decisiva, de la Iglesia dicente.

Ese influencia mutua, pastores y pueblo, se da claramente a través de las ‘capilaridades eclesiales’.

El párroco es el pastor, normalmente respetado y oído.

Pero él cuenta con un consejo, alberga en su parroquia algunos apostolados específicos, están los grupos de oración, y él, al tiempo que influye en esas realidades, recibe su influencia. Y el domingo, tal incidencia, aunque tal vez de intensidad menor, será la de todos los feligreses que acuden a misa, que terminan siendo el sustento de la parroquia. El influjo pues, no es solamente sin filtro de arriba a abajo: en días recientes asistía a una misa en el centro de mi ciudad, cuando en la homilía el sacerdote emitió una fuerte opinión contra un líder político, una persona en mi parecer bastante criticable: Inmediatamente varios feligreses salieron del templo, hecho que fue notado por el párroco incluso en el mismo sermón, quien pidió excusas a aquellos se pudieron haber sentido ofendidos. Pero sí, el pueblo influye al párroco, el conjuntos de párrocos al obispo, el conjunto de los obispos a Roma.

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Foto: Lance Lozano / Unplash

Además, está la influencia de los medios de comunicación católicos, seguidos por fieles normalmente con más instrucción y cercanía, que emiten opiniones no siempre coincidentes con lo que emana la jerarquía, sea local o global.

Vemos así que las dinámicas que se consideran cuando se considera la Opinión Pública civil, también pueden pensarse, con las debidas adaptaciones, en lo que hemos llamado Opinión Pública Católica. Al final, la Iglesia Católica siempre ha gozado de ‘sinodalidad’, ha vivido la ‘sinodalidad’…

Pero al final, ¿sí existe una opinión pública católica global?

Tal vez sea este el momento de reconocer después de haber hablado de actores ‘terráqueos’ de esta opinión publica católica que estamos en rieles si hacemos un análisis meramente natural de todos estos movimientos internos en la Iglesia, si no reafirmamos que ella es sobre todo una realidad sobrenatural, cuya Alma es el propio Espíritu Santo.

Muy por encima de todas las mutuas influencias naturales que puedan entre-ejercerse los integrantes de la Iglesia, está la influencia del Espíritu Santo, con su gracia y todo su accionar divino.

Es común que todas las sociedades, y hasta los imperios y sus opiniones públicas, nazcan, crezcan y luego agonicen y mueran; pero la Iglesia no, por una acción del Espíritu Santo que le comunica su inmortalidad. Esto ya nos va mostrando que lo que hemos llamado de opinión católica global, es una realidad muy singular.

Este influjo de la gracia del Espíritu Santo se puede dar directamente o por la acción de los sacramentos, que producen la gracia por sí mismos (ex opere operato). Tenemos así, que una opinión pública católica local, que alguien podría diagnosticar en estado terminal, puede tener una resurrección inexplicable naturalmente, pero explicable si se considera la acción de una especial gracia de Dios.

Es más: el propio surgimiento de las opiniones públicas católicas es inexplicable si no se considera la acción decisiva de la gracia, pues que pueblos sumidos en la barbarie y en los vicios hayan luego florecido a la civilización y la virtud, es algo debido no solo a la habilidad, cultura o tesón de misioneros generosos e instruidos, sino fundamentalmente a la gracia de Dios de la que estos misioneros fueron canales.

Asimismo, la consideración de que el Espíritu Santo es el Alma de la Iglesia, nos permite sí concluir la existencia de una Opinión Pública Católica Global, en el sentido de que al final los miembros de la Iglesia —aquellos que de una u otra manera están unidos por su intermedio al Espíritu Santo— terminan recibiendo una influencia decisiva y unificadora de este Espíritu, que es el mismo ayer, hoy, siempre y en todos los lugares, aunque Él respete y favorezca las sanas peculiaridades de cada uno y de cada cuerpo intermedio, que también ayudan a mostrar su riqueza.

Eso también nos lleva a pensar que quien rompe con el Espíritu Santo, por ejemplo por medio del cisma o la herejía, aunque puede seguir influyendo en lo que hemos llamado de opinión pública católica, dejaría de pertenecer a esta opinión pública.

Entonces, al final, en la Opinión Pública Católica, lo decisivo, es sobre todo, la gracia que el Espíritu Santo quiere insuflar en el momento y que causa los buenos movimientos, esa sinfonía del Espíritu Santo, que se va manifestando en los canales y en las capilaridades de la Esposa de Cristo, la Iglesia. Y, ciertamente, Dios cuida su Opinión Pública.

Por Carlos Castro

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