Es la noche en la que se conmemora la gloriosa resurrección de Cristo, por la cual se mantiene viva nuestra fe.
Redacción (16/04/2022 08:09, Gaudium Press) En el Sábado Santo se honra la sepultura de Jesucristo y su descenso al ‘Limbo de los Justos’, y luego del signo del Gloria, se comienza a honrar su gloriosa Resurrección.
La noche del Sábado Santo es especial y solemne, y también se llama Vigilia Pascual.
La Vigilia Pascual fue antiguamente a la medianoche, pero fue cambiada más adelante.
En ella la Iglesia permanece en vigilia, esperando la resurrección del Señor. Y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana.
Esta noche es «una vigilia en honor del Señor» (Ex 12,42).
Así, oyendo la advertencia de Nuestro Señor en el Evangelio (Lc 12, 35), estamos a la espera del regreso del Señor, teniendo en las manos lámparas encendidas, para que al regresar nos encuentre en una actitud vigilante y nos haga sentarnos en su mesa.
La vigilia de esta noche se divide de la siguiente manera:
1 – La celebración de la luz;
2 – Una meditación sobre las maravillas que Dios ha hecho desde el principio por su pueblo, que confió en su palabra y su promesa;
3 – El nacimiento espiritual de los nuevos hijos de Dios a través del sacramento del bautismo;
4 – Y finalmente la tan esperada comunión de Pascua, en la que damos gracias a Nuestro Señor por su resurrección gloriosa, con la esperanza de que también nosotros podamos resucitar como él a la vida eterna.
Bendición del fuego nuevo
Las luces están todas apagadas. Fuera de la iglesia hay un brasero preparado por el sacristán antes del inicio de funciones, con la chispa tomada de una piedra.
Juntos está un utensilio para recoger las brasas y colocarlas en el incensario. A continuación, el celebrante bendice el fuego y el turiferario recoge algunas brasas benditas y las coloca en el incensario.
La bendición se originó en la Galia (Francia). La costumbre de extraer el fuego golpeando una piedra proviene de la antigüedad germánica. La piedra representa a Cristo, «piedra angular» que, bajo los golpes de la cruz, derramó sobre nosotros el Espíritu Santo.
El fuego nuevo, representa la Resurrección de Nuestro Señor, la luz divina apagada durante tres días, que aparecerá al pie de la tumba de Cristo, que se imagina fuera de los recintos de la iglesia, y que resplandecerá en el día de la resurrección.
Este fuego tiene que ser nuevo, porque nuestro Señor, simbolizado por él, acaba de salir de la tumba.
Esta ceremonia era ya conocida en los primeros siglos. Tiene su origen en la costumbre romana de iluminar la noche con muchas lámparas. Estas lámparas se convierten en un símbolo del Resucitado dentro de la noche de la muerte.
El cirio pascual
Este puede ser el único objeto litúrgico que sólo es visto durante cuarenta días. Aparece al comienzo de la Vigilia Pascual y en el día de la Ascensión desaparece.
El cirio pascual es un símbolo de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es la evocación del Cristo glorioso, vencedor de la muerte.
Originalmente, el cirio era de la altura de un hombre, que simboliza a Cristo-luz que brilla en la oscuridad. Los teólogos lo enriquecieron con elementos simbólicos.
Un acólito lleva al celebrante el cirio pascual, que tiene en sí las siguientes inscripciones:
1 – Una cruz. Diciendo: «Cristo ayer y hoy. Principio y fin».
2 – Las letras Alfa y Omega, la primera y última del alfabeto griego. Eso quiere significar que Dios es «el principio y el final de todo», todo viene de Dios, que existe gracias a él y va a él: «Alfa y Omega.»
3 – Los números, colocados entre los brazos de la cruz, marcando las cifras del año en curso. Es para expresar que Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, es el principio y fin de todo, el Señor del tiempo, es el centro de la historia y a él compete el tiempo, la eternidad, la gloria y el poder para siempre, a él ofrecemos este año y todo lo que en él haremos. «Para él el tiempo y la eternidad, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén».
4 – Cinco granos de incienso en forma de clavos en cinco agujeros previamente hechos en el medio del cirio, dispuestos en una cruz. Este ceremonial simboliza las cinco llagas de Nuestro Señor en el que penetraron los aromas y esencias llevados por Santa María Magdalena y las santas mujeres a la tumba.
El incienso es una sustancia aromática que se quema en alabanza de Dios. Su humo, subiendo, simboliza nuestro deseo de unión permanente con él y que nuestras vidas, nuestras acciones y nuestras oraciones sean agradables al Señor.
El humo es también nuestra oración, que queremos hacer llegar a Dios, cómo suave perfume de amor.
Estos granos también simbolizan las cinco llagas gloriosas de Cristo resucitado, que le permitieron amarnos totalmente, como Él había dicho: «No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos» (Jn 15, 13):
«Por sus santas llagas, sus llagas gloriosas, Cristo el Señor nos proteja y nos guarde. Amén».
El sacerdote entonces enciende el cirio, el fuego nuevo bendecido por él. El cirio servirá para dar luz a otros cirios y a la lámpara del santísimo.
La procesión con el Cirio Pascual
Después de la ceremonia de preparación del cirio pascual, él es solemnemente introducido en el templo por un diácono que por tres veces a lo largo de la procesión por la nave, sucesivamente, elevando el tono, canta «Lumen Christi» (He aquí la luz de Cristo).
El coro y el pueblo responden: «Deo gratias». (Gracias a Dios). En cada parada, poco a poco, las velas van siendo encendidas.
En la primera parada se enciende la vela del celebrante; en la segunda, realizada en el medio del corredor central, se encienden las velas de los clérigos; en la tercera vez, finalmente, se encienden las velas de los asistentes que comunican las llamas del cirio bendito por toda la iglesia que se ilumina.
Las velas se encienden en el Cirio Pascual, pues nuestra luz viene de Cristo.
El diácono, que llega, es, por lo tanto, el mensajero y heraldo de la nueva auspiciosa. Anuncia al pueblo la resurrección de Cristo, como una vez lo hizo el ángel a las santas mujeres.
Las palabras «Lumen Christi» significan que Jesucristo es la única luz en el mundo.
La procesión formada por detrás del Cirio Pascual está llena de símbolos.
Es una alusión a las palabras de Nuestro Señor: «Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida «(Jn 8:12, cf. Jn 9,5, 12,46).
El cirio, llevado al frente, recuerda la columna de fuego de Yahvé, que precedió en la oscuridad de la noche al pueblo de Israel al salir de la esclavitud en Egipto, y le mostró el camino (Ex 13, 21).
El cristiano es aquel que, para iluminar, se deja consumir, que en su luz ilumina a otros, dando su propia vida, tal como lo enseña y lo hizo nuestro Señor Jesucristo (cf. Jn 15:13).
El Pregón Pascual
Al final de la procesión, en la que se introduce el cirio en el interior del templo, él se coloca en el lugar apropiado.
Con la vela encendida en la mano renovamos nuestra fe, proclamando a Jesucristo como la Luz del mundo que emergió de la oscuridad para iluminar nuestro camino.
El diácono, después de incensar el cirio y el libro, canta el Pregón Pascual (Praeconium Pascale, significa anunciación de la Pascua), en que exaltan los beneficios de la redención, y que es un hermoso poema, el resultado de una meditación realizada a partir del cirio, contemplando el trabajo de las abejas y el material para la fabricación de la vela, el significado de la luz en la historia de Israel y, especialmente, acerca de Jesús, la Luz del mundo.
Las palabras de este himno son atribuidas a San Ambrosio y San Agustín.
Posteriormente, el cirio pascual estará encendido en todas las funciones, durante cuarenta días, recordando la permanencia en la tierra de Cristo resucitado.
El cirio será retirado del presbiterio en el día de la Ascensión, es decir, en el momento en que Jesucristo resucitado asciende al cielo.
Lectura de las profecías
En la Iglesia primitiva, aquí era el centro de la vigilia, antes de la Misa Pascual.
En este momento, se acercaban los catecúmenos para recibir el bautismo.
Con el fin de atraer la atención de los fieles y para la instrucción de los catecúmenos, se leían en la tribuna trechos de las Escrituras adecuados para el acto. Eran las doce profecías, un como resumen histórico de la religión: la creación, el diluvio, la liberación de los israelitas, los oráculos mesiánicos.
En la actualidad se hacen sólo nueve lecturas, siete del Antiguo y dos del Nuevo Testamento.
Para cada lectura, hay una oración, con un cántico o salmo responsorial. Después de la lectura séptima, se encienden las velas en el altar a partir del cirio pascual y el sacerdote entona el canto del Gloria in excelsis Deo, con el acompañamiento de instrumentos musicales y campanas, que estuvieron en silencio durante el Triduo sagrado. La Iglesia, por lo tanto, entra en el gozo pleno de la Pascua.
Después es hecha la primera lectura, del Nuevo Testamento (Romanos 6, 3-11), que es sobre el Bautismo.
Tras terminar las lecturas, el sacerdote entona el canto solemne del «Aleluya», rompiendo el clima de tristeza que acompaña a la época de la Cuaresma. Este canto solemne, que se repite tres veces en un tono poco a poco más fuerte, representa la salida de Cristo de la tumba, y expresa la alegría creciente por la victoria del Señor.
Por último, se proclama un pasaje del Evangelio de la Resurrección de Jesús, teniendo en cuenta el ciclo anual de A, B y C.
Bendición de la Pila Bautismal
Después de leer las profecías, va el clero a la Pila Bautismal.
En frente de la procesión, la cruz y el cirio pascual, símbolos de Cristo que debe iluminar nuestra peregrinación terrena, como en otras épocas la nube luminosa guía a los israelitas en el desierto.
El celebrante bendice el agua en un prefacio magnífico en el que se recuerda las maravillas que Dios obra a través del agua; luego con la mano divide en cuatro partes del agua purificada, y vierte algunas gotas en los cuatro puntos cardinales.
En la Pila Bautismal, se sumerge tres veces el cirio pascual, lo que simboliza el poder de regeneración que Jesús resucitado da a esta agua y también nuestra participación en el misterio pascual, en el que morimos al pecado y resucitamos a la vida de la gracia.
Todavía se coloca en esta pila con agua bautismal un poco de aceite de los catecúmenos y del Santo Crisma. Esta agua se utilizará para bautizos durante todo el año y en la aspersión del pueblo.
Cuando no hay bautismo o confirmación, siempre se bendice el agua, que es llevada solemnemente a la pila bautismal.
Antiguamente, después de los ritos preparatorios, era administrado el solemne bautismo a los catecúmenos (los que se inician en la fe cristiana) y que durante tres años, estaban en un intenso proceso de preparación para unirse a la Iglesia, con un mayor rigor en la Cuaresma y Semana Santa. Y puesto fin a los ritos preparatorios, los catecúmenos eran llevados a un lugar donde iban a recibir el bautismo.
Esta ceremonia es recordada en la aspersión de los fieles que el celebrante hace a través de la iglesia, con el agua recién bendecida.
Después de la bendición de la pila bautismal, el cortejo vuelve hasta el coro cantando la «Letanía de Todos los Santos» para recordar a aquellos que vivieron con fidelidad la gracia bautismal.
Al llegar al pie del altar, el celebrante y sus ministros se inclinan a meditar en la muerte y el entierro de nuestro Señor.
La presentación de los candidatos a la comunidad y el canto de la letanía de Todos los Santos muestran la universalidad de la Iglesia.
El final del Sábado Santo, con sus tres aspectos del mismo y único misterio pascual, la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, está en el ápice del Triduo Pascual.
En primer lugar es la muerte del viernes, después Jesús en la tumba, el sábado, y en seguida la resurrección del domingo, iniciada la noche del sábado, en la Vigilia Pascual.
Misa Solemne
La Misa es la primera de dos que se cantan en la pascua.
Esta celebración muestra un carácter de alegría extrema y magnificencia, en agudo contraste con el intenso dolor del Viernes Santo.
Ahora vemos a los altares y los dignatarios vestidos de gran gala. Nosotros escuchamos las notas del alegre Gloria in excelsis, a las que se une el repique festivo de las campanas.
El Aleluya que no era oído desde el principio de la Cuaresma, se vuelve a cantar después de las lecturas.
Esta es en realidad la misa de la madrugada de Pascua.
Es como si dijéramos, el amanecer de la resurrección.
Por Emílio Portugal Coutinho
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