lunes, 16 de junio de 2025
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Fidelidad a la Santísima Trinidad

Conscientes de la insuficiencia de la inteligencia humana ante los grandes misterios de nuestra fe, nos corresponde rendir homenaje de amor y fidelidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

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Redacción (15/06/2025, Gaudium Press) En esta solemnidad de la Santísima Trinidad, nuestro Señor Jesucristo señala a sus discípulos: «Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden comprender» (Jn 16,12).

Fidelidad a la Trinidad indivisible

«Quien los escucha a ustedes, me escucha a mí; y quien los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me envió» (Lc 10,16).

Durante tres años, los apóstoles vivieron con nuestro Señor Jesucristo, escuchando sus enseñanzas y sintiendo las manifestaciones de su divinidad, cuando multiplicaba los panes en el desierto, calmaba el mar durante una tormenta o devolvía la vida a un hombre devorado por la muerte.

Sin embargo, había llegado el momento en que el Salvador regresaría al Padre, y entonces el Espíritu, el Paráclito, sería enviado para enseñarles toda la verdad (cf. Juan 16:13).

Santissima Trindade Igreja Greco Catolica de Ropki Museu de Arquitetura Popular Sanok Polonia

Sin embargo, cuando les anunció a los apóstoles su ascensión al cielo, se entristecieron. ¿Por qué? Porque tenían una concepción materialista de Dios y pensaban que serían abandonados al no sentir ya la presencia física a la que estaban acostumbrados. De hecho, era una nueva etapa la que comenzaba a desplegarse ante los apóstoles, en la que Dios los invitaba a una relación más íntima, lo que les exigía superar la idea meramente humana que se habían formado sobre el Divino Maestro, la cual, en consecuencia, constituía una barrera para las nuevas revelaciones que Él quería hacerles. Por esta razón, Cristo añadió: «No os dije estas cosas desde el principio, porque estaba con vosotros» (Jn 16,4) y aún no eran capaces de comprenderlas. Además, la ausencia física de nuestro Señor implicó un mayor esfuerzo por parte de los apóstoles en discernimiento y fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Ahora bien, lo mismo ocurre en nuestro camino espiritual. Al principio, Dios concede manifestaciones tangibles para encaminar el alma hacia la virtud; después, nos llama a una relación superior, enteramente sobrenatural, pero que requiere la constante purificación de nuestros vicios. ¡Cuántas palabras, cuántos pensamientos, cuántos actos pueden hacernos indignos de preservar a las tres Divinas Personas en nuestro interior! Y no nos dejemos engañar pensando en una “fidelidad a medias”, porque quien rechaza al Hijo también rechaza al Padre y, si nos negamos a dar los pasos que Jesús nos pide, también nos privamos de todos los dones del Espíritu Santo, porque “el Espíritu de la Verdad […] tomará de lo mío y os lo anunciará”, así como “todo lo que tiene el Padre es mío” (Juan 16:13-15).

Fidelidad a un solo Dios

Así pues, si hubo santos que supieron distinguir la acción de cada persona de la Santísima Trinidad en sus propias almas, como Santa Catalina de Siena, debemos procurar siempre estar atentos a las inspiraciones que Dios nos comunica internamente, sabiendo que, a menudo, nuestras malas inclinaciones son obstáculos que pueden inhibir la acción del Espíritu Santo en nosotros, haciéndonos sordos a su voz.

En la Epístola a los Romanos, San Pablo enseña que alcanzamos la justificación ante Dios mediante el amor que el Paráclito derrama sobre nosotros (cf. Rm 5,1.5).

Sin duda, la manera más segura de hacernos dignos de esta justificación es encomendarnos sin reservas a María Santísima, Hija del Padre Eterno, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo, modelo incomparable de sumisión y fidelidad a la voluntad divina.

Bienaventurados, pues, aquellos a quienes el Señor encuentra vigilantes, con el alma dispuesta a escuchar sus inspiraciones, porque Dios les permitirá participar de su sabiduría divina.

De esta manera, la liturgia de hoy nos invita a expandir nuestra fe para que, en esta conmemoración de la Santísima Trinidad, crezcamos en cada momento en la fidelidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, junto con la Virgen, con miras a la bienaventuranza eterna.

Por Vinícius Mendes

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