A pesar de toda la violencia, la Iglesia sigue creciendo en África. La diócesis de Maroua-Mokolo, en Camerún, da la bienvenida a dos nuevos sacerdotes.
Redacción (18/07/2023 09:01, Gaudium Press) La diócesis de Maroua-Mokolo, en la región del Extremo Norte de Camerún, sigue de fiesta. Tras la inauguración de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, que tuvo lugar el pasado 8 de julio, dos diáconos, uno Misionero Oblato de María Inmaculada y otro diocesano, fueron ordenados sacerdotes por Mons. Bruno Ateba, obispo de Maroua-Mokolo.
En la homilía, Mons. Ateba recomendó que los sacerdotes, diáconos y consagrados no tengan otra misión que la de Cristo, en un contexto marcado por la pobreza y la desesperanza. “Anunciar la Buena Noticia, anunciar el amor y el perdón de Dios, sanar los corazones quebrantados, decirles a todos que son conocidos y amados por Dios y que nadie se siente perdido o excluido”, esta es la misión de un sacerdote siguiendo el ejemplo de Cristo.
Destacó que se trata de anunciar la Buena Noticia no sólo con palabras, sino también con actos, “de bondad y cercanía”.
“Un sacerdote no se hace sacerdote solo”, dijo Monseñor Ateba; “es el Señor quien te llama. Y después de largos años de preparación y discernimiento, le das tu respuesta”, añadió. El sacerdocio debe vivirse con espíritu de servicio: “Esten cerca de la gente; aceptenlos con todo el corazón; compartan sus alegrías y esperanzas, pero también sus penas y angustias. Esten cerca de los que llaman a vuestra puerta, de los necesitados”.
Monseñor Bruno Ateba también animó a los dos sacerdotes a ser humildes: “Al apegarnos demasiado a las funciones y servicios que brindamos, corremos el riesgo de tomar el lugar de Dios y esconderlo”. También les aconsejó “permanecer siempre cerca del Señor, porque sin Él nada puedens hacer”. Siguiendo el ejemplo de Jesús, que “siempre buscaba un lugar apartado para rezar”, el obispo camerunés les invitó a hacer de la oración una prioridad en sus vidas.
Monseñor Ateba exhortó a los nuevos sacerdotes a ser fieles a las dos realidades: el celibato consagrado y la obediencia. El celibato hace de Dios su única herencia y la única huella que dejan en el mundo. A través de esta elección, dan “testimonio no sólo con palabras, sino también con esa forma específica de vida del celibato que fue elegida por el mismo Jesús”.
Para el obispo de Maroua-Mokolo, la obediencia, la segunda “marca especial” de las personas consagradas, es la expresión concreta de su donación a Cristo y a la Iglesia. Enfatizó que la obediencia es “un signo de desprendimiento de uno mismo… a la manera de Jesús, que remitía todo al Padre”. El obispo concluyó su homilía recordando que “la obediencia del sacerdote, del diácono, del religioso es siempre una obediencia filial”.
Con información de Vatican News.
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