En la tarde del pasado sábado 2, fue atacada una procesión de 300 personas que honraba la memoria de víctimas cristianas de la Comuna de París.
París (03/06/2021 12:42, Gaudium Press) Como en su momento notició Gaudium Press, en la tarde del pasado sábado 2 cinco parroquias de la diócesis de París, junto con varias asociaciones diocesanas, organizaron una procesión en memoria de las víctimas de la masacre perpetrada en la Rue Haxo, durante la Comuna de París, ocurrida en 1871. Esta procesión, compuesta por alrededor de 300 personas, fue duramente atacada por militantes anticatólicos que amenazaron, insultaron y agredieron físicamente a los fieles que participaban en ella.
De las diversas reacciones a ese vil ataque, entre las que también se destaca la del Arzobispo de París, Mons. Aupetit, brilla por la profundidad de su análisis la del Père Danziec, sacerdote cronista en Valeurs Actuelles.
Una necesaria indignación, que no hay ni en la midia ni en las autoridades
Es preciso indignarse “ante el espectáculo consternador que se ha producido, el 29 de mayo pasado, en pleno París, un sábado de tarde, en el 2021. El cortejo de 300 católicos pacíficos que caminaban en procesión en memoria de los mártires-rehenes de la Comuna, se ha visto chiflado, abucheado, insultado y después agredido por grupos antifas. Lanzadores de basura y arrojadores de botellas sobre el gentío, sin distinción de coches con niños o de sexagenarios…”, expresa el sacerdote.
“No nos engañemos: no se trataba solamente de un desbordamiento estúpido de izquierdistas que pasaban más allá de la raya. Se abatió sobre esa peregrinación, debidamente autorizada en prefectura, un odio cobarde, feroz, ciego y visceral. Tal es la Francia del caos de estos últimos meses: el islamismo desvergonzado que degüella una mañana cristianos en oración en la basílica de Nuestra Señora en Niza, el izquierdismo desbocado que casi lincha cristianos al final de una tarde” en pleno París.
Se queja el sacerdote Danziec del silencio de los medios de comunicación con relación a este hecho, y también de la lentitud de las autoridades en manifestar su rechazo, autoridades que, eso sí, acuden con rapidez a expresar su indignación cuando son levemente atacadas entidades sin la tradición de la Iglesia de Francia.
“Esta dificultad en defender a los católicos atacados en la calle, ¿cómo explicarla de una manera diferente a un problema de identidad [del país]? Aquellos que nos gobiernan rehúsan ver la fractura de civilización profunda que se está cavando en Francia, hija primogénita y humillada de la Iglesia”.
El padre Danziec concluye sin embargo con una afirmación de esperanza victoriosa: “El Señor había ya prevenido a sus discípulos: El servidor no es más grande que el Maestro. Como ellos me han perseguido, ellos os perseguirán también’. (Jn 15, 20) Seguro de esa convicción íntima, el cristiano trabaja para tornarse un instrumento de paz, a ‘poner el amor allá donde haya odio’, según la conmovedora oración de San Francisco de Asís. Esa postura evangélica, que no ha perdido nada de su actualidad, explica sin duda que la Iglesia, a pesar de sus propios sinsabores y sus insuficiencias, tiene más porvenir que la violencia antifa”.
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