Un oblato benedictino, padre de familia, hace un interesante relato de como vivir en el hogar el espíritu de San Benito.
Redacción (12/07/2024, Gaudium Press) Nathália Queiroz consigna en Aciprensa la historia de Thiago de Moraes, padre de tres, profesor de teología y filosofía, y oblato benedictino, es decir, alguien que vive en el siglo pero siguiendo de forma adaptada la regla del gran San Benito. Su nombre como oblato (recordemos que es tradición que muchos religiosos cambian su nombre cuando entran en una comunidad) es de Juan Cristóstomo, como el gran Padre de Oriente.
¿Cómo se consigue combinar una regla monacal con la vida familiar? Thiago lo expresa de manera simple: “Hacer de mi familia un monasterio”.
El artículo 1 de los Estatutos de los Oblatos Benedictinos Seglares reza: “Un Oblato Benedictino Seglar es un creyente (laico, consagrado o sacerdote) que, llamado por Dios, y en conformidad con su estado de vida, se une a una comunidad monástica benedictina, para vivir coherentemente su consagración bautismal, en comunión con la Iglesia, en el espíritu de la Regla de San Benito”.
Thiago, uno de los 369 oblatos seculares que hay en Brasil, hace nueve años hizo su oblación en el monasterio de São Bento, en Río de Janeiro.
“Todo en la norma se puede llevar a una convivencia entre las personas, especialmente en la familia, que es un lugar de convivência”, dice Thiago. “No de una manera caricaturesca, no para hacer de la familia un monasterio en sentido estricto porque no lo es, sino para tomar los elementos que son posibles para vivirlos y vivirlos de una manera natural. Tomar los valores, que son universales y para todos los cristianos, y vivirlos en las relaciones familiares”.
“Cuando leo en la regla cómo debe ser el abad, leo cómo debe ser el padre [de família]”, dice Thiago. “Cuando veo la relación entre los monjes allí, veo cómo debe ser la relación entre mis hijas”.
Formación de un oblato
“La formación del oblato es similar a la del monje, está el postulantado, el noviciado y al final la ceremonia de la oblación que es prácticamente idéntica a la ceremonia de profesión solemne de los votos de los monjes», dijo Moraes. «La gran diferencia que es fundamental es que en la profesión monástica, cuando el monje toma sus votos, promete vivir la regla de San Benito. El oblato promete vivir según el espíritu de la Regla de San Benito”.
La diferencia canónica es que los monjes hacen el voto, que es una promesa solemne hecha a Dios, mientras que los oblatos hacen la promesa solemne y pública.
Los compromisos asumidos en el día de la oblación son tres: obediencia, conversión de costumbres y estabilidad. Las mismas que hacen los monjes.
“Obediencia a la regla y al abad. En el caso del abad, está el director de los oblatos, que es el superior más cercano a nosotros”, afirma.
“La conversión de costumbres implica pobreza y castidad. Para los oblatos es un valor que hay que vivir en su estado de vida”, continua. “La pobreza benedictina es mucho más la idea de austeridad que la de no tener cosas buenas. Buscamos ser lo más austeros posible, ser celosos de los bienes, celosos de las cosas, evitar el consumismo. Evite gastos innecesarios simplemente por lujo o consumismo”, expresa.
San Benito pidió “a los monjes que trataran las herramientas, los bienes, los artículos de cocina como si fueran vasos sagrados en el altar, es decir, hay que cuidar todo con el máximo cuidado porque eso es parte de la casa de Dios que es el monasterio”. En casa, Thiago adapta esta regla enseñando a sus hijas a cuidar los juguetes, la ropa y a ser celosas de la casa.
El compromiso con la estabilidad significa que “el monje y el oblato se comprometen con un monasterio. Porque los monasterios siguen la regla, pero cada monasterio tiene su propia costumbre, es independiente”, dijo Thiago. “Hay un trípode en la vida benedictina. Abad, gobierno y comunidad. Es como un matrimonio que hace el monje y el oblato también. Me uno a esa comunidad específica”.
Vida de piedad
Los Oblatos se comprometen a la oración frecuente, especialmente la Liturgia de las Horas, que está estrechamente vinculada a la vida benedictina.
Según Moraes, la espiritualidad benedictina “está dentro de la liturgia”.
“Hay una obligación de que nos esforcemos por rezar la Liturgia de las Horas”, dijo, aunque precisó que “no hay manera de imponerla porque no es un voto”.
Vida temperante
«San Benito propone una vida equilibrada de moderación», dijo. «El ritmo de vida del benedictino, monje y oblato, es la invitación a realizar momentos de oración, lectura y trabajo a lo largo del día. Momentos intercalados, pequeños momentos», señaló.
“Los momentos de lectura, especialmente de las Sagradas Escrituras, la Lectio Divina, son muy importantes, pero el benedictino está invitado a todo estudio porque Dios es la verdad”, indicó.
“El trabajo es visto como un medio para desarrollar la propia dignidad del hombre, su propio sustento», continuó. «Nosotros, los oblatos, buscamos en nuestra rutina de trabajo intercalar momentos de oración. Al principio, a mitad del día, al final del trabajo. Y si nos fijamos, la liturgia de las horas sigue muy bien el ritmo de trabajo de cualquier persona”.
“El surgimiento de la vida monástica no surgió de hombres y mujeres que querían vivir una vida diferente. La pregunta inicial era: ¿cómo vivir como cristiano de una manera radical? Eso es todo, vivir el cristianismo radicalmente, eso es todo. Yo soy cristiano y quiero vivir como cristiano de una manera firme y ellos se lanzaron a ello. Es perfectamente conciliable con la vida”, termina.
Deje su Comentario