Hoy, Día de los Caídos, la memoria de tres valientes católicos nos enseñan que la fe también se vive en el campo de batalla: dos padres y un laico.
Redacción (26/05/2025 12:25, Gaudium Press) Este lunes, Estados Unidos conmemora el Memorial Day o Día de los Caídos, una jornada dedicada a honrar a los miembros de las Fuerzas Armadas que murieron en combate. Entre ellos, se encuentran figuras cuya fe católica y espíritu de servicio dejaron un inolvidable legado de sacrificio y amor al prójimo
En esta nota, se recordarán a tres héroes católicos, galardonados con la Medalla de Honor, que supieron vivir su vocación de servicio hasta las últimas consecuencias:
- Emil Kapaun: el capellán que cuidó hasta el final
Foto: Wikipedia
Nacido en 1916 en Pilsen, Kansas, de padres inmigrantes bohemios, El P. Emil Kapaun fue ordenado sacerdote para la Diócesis de Wichita, Kansas. Tras ejercer como párroco, en 1944 se unió al Ejército de EE.UU. como capellán, sirviendo a más de 19.000 militares. Estuvo destinado en India y Birmania, y en 1946 fue ascendido a capitán. Ese mismo año regresó a EE.UU. y recibió la baja. En 1948 obtuvo una maestría en educación en la Universidad Católica de América.
En la Batalla de Unsan (provincia de Pyongan Septentrional en el actual territorio de Corea del Norte.) en 1950, se negó a abandonar a los soldados heridos, incluso a un soldado chino, al que luego ayudó a negociar la rendición. Capturado por tropas norcoreanas y chinas, “cuidó a los soldados estadounidenses capturados, curando sus heridas, consiguiendo alimentos y organizando grupos de oración”, hasta su muerte en un campo de prisioneros el 23 de mayo de 1951.
Una de las cosas por las que el P. Kapaun fue especialmente recordado fue por su ingenio y audacia al conseguir alimentos para los prisioneros hambrientos— sustraía la comida, algo que es permitido por la doctrina católica en caso extrema necesidad. En 1955 se realizó una película para televisión sobre su vida titulada “El Buen Ladrón”, inspirada en su entrega silenciosa por los más necesitados.
Su causa de beatificación fue abierta en 2008 por la Diócesis de Wichita. En 2013, fue condecorado póstumamente con la Medalla de Honor, y en 1993, san Juan Pablo II lo proclamó Siervo de Dios.
- Vincent Capodanno: el “Grunt Padre” de Vietnam
Foto: Wikipedia
El P. Capodanno nació en Staten Island, Nueva York, y fue ordenado sacerdote en 1957 como misionero de Maryknoll (Loma de María). Luego de servir en Asia, se convirtió en capellán de la Marina de EE.UU. durante la Guerra de Vietnam.
El P. Vince era conocido por su lealtad hacia los marines que acompañaba en el campo de batalla. Siempre buscaba estar a su lado, donde y cuando lo necesitaran. Con el tiempo, esta cercanía le valió el apodo de “The Grunt Padre” (El Padre gruñón).
El 4 de septiembre de 1967, mientras en Estados Unidos se celebraba el Día del Trabajo, el P. Vince se encontraba en Vietnam junto a los marines, que estaban siendo duramente atacados por fuerzas norvietnamitas. Aunque herido de gravedad, se negó a abandonar el campo, dedicándose a ungir a los heridos y consolar a los moribundo, hasta que él mismo cayó bajo el fuego enemigo —recibió 27 heridas de bala—. Tenía solo 38 años.
En diciembre de 1968, el Secretario de la Marina notificó a su familia que le había sido concedida la Medalla de Honor. La cita oficial, en parte, recoge su valentía y su entrega heroica hasta el final.
El P. Capodanno ha sido homenajeado en todo el mundo con capillas, monumentos y hasta un barco que lleva su nombre, en lugares como Irak, Vietnam, Italia, Japón, Taiwán y diversos estados de EE.UU. Sin embargo, el mayor de todos estos honores llegó el 19 de mayo de 2006, cuando fue declarado “Siervo de Dios”, el primer paso oficial en su camino hacia los altares como posible santo de la Iglesia Católica.
Su vida y testimonio han sido recogidos en el libro The Grunt Padre, escrito por el P. Daniel Mode.
Su heroísmo fue reconocido con numerosas condecoraciones, incluida la Medalla de Honor. En 2006 fue declarado Siervo de Dios, y su causa de canonización sigue en curso.
Capitán Humbert Roque Versace: firmeza de fe hasta el final
Foto: Wikipedia
Humbert Roque Versace, conocido como Rocky, nació el 2 de julio de 1937, hijo del oficial del ejército estadounidense Humbert Joseph Versace y la escritora puertorriqueña Marie Teresa “Tere” Ríos. Siguiendo los pasos de su padre, Versace asistió a la Academia Militar Su primera asignación fue con la 1.ª División de Caballería como líder de un tanque M-48 en Corea del Sur de 1960 a 1961. Luego, Versace fue ascendido a capitán y asignado a la 3.ª Infantería de EE. UU. de los Estados Unidos en West Point y se graduó como subteniente en 1959 .
Católico devoto, fue enviado a Vietnam como oficial de inteligencia. En 1963 fue emboscado, herido y capturado por el Viet Cong.
Durante dos años, el capitán Versace soportó un durísimo cautiverio como prisionero de guerra en la selva del U Minh —región en el Mekong Delta de Vietnam. Fue privado de comida, agua y atención médica, padeciendo el calor sofocante, los mosquitos y una dolorosa herida en la pierna sin tratar. A pesar de ello, intentó escapar en cuatro ocasiones, arrastrándose sobre sus manos y rodillas, pero fue recapturado cada vez.
Debido a su resistencia y firmeza ante la tortura, el Viet Cong (Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur) lo aisló de sus compañeros, confinándolo en una estrecha jaula de bambú. Solo se le permitía salir para comer, ir al baño o ser trasladado. Junto a otros prisioneros como Rowe y Pitzer, fue sometido a torturas con el fin de forzarlo a declarar falsos crímenes de guerra. Versace nunca cedió. Con coraje y convicción, respondió a sus captores en inglés, vietnamita y francés: “¡Váyanse al infierno!”
Durante su cautiverio, mantuvo su fe y su moral en alto, negándose a cooperar con sus captores. Organizó sesiones de oración y apoyó a otros prisioneros, hasta su ejecución en 1965. Sus restos nunca fueron recuperados.
Versace deseaba ingresar al seminario y volver a Vietnam como misionero. Fue condecorado póstumamente con la Medalla de Honor.
Estos tres héroes católicos —el P. Emil Kapaun, el P. Vincent Capodanno y el Capitán Humbert Roque Versace— nos recuerdan que la verdadera grandeza nace del amor, la fe y el sacrificio. Sus vidas, marcadas por el servicio desinteresado y la fidelidad a Dios hasta el final. Hoy, sus nombres no solo viven en las páginas de la historia militar, sino en el corazón de la Iglesia como verdaderos testigos del amor hacia Dios.
Con información de Aciprensa, missionpriest.com, Nacional Museum United States Army
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