Un 16 de abril la Hna. Clare entregó su alma al Señor; su vida, en efecto, resplandece como ejemplo para los cristianos de hoy. La gran gracia de su conversión se dio un Viernes Santo.
Redacción (16/04/2022 08:40, Gaudium Press) Los diversos caminos recorridos por millares de hombres y de mujeres que se propusieron seguir con ahínco una vocación religiosa en la Historia de la Iglesia, son tan variados como son diferentes sus fisionomías.
A lo largo de la trayectoria de la humanidad, los aspectos bellos y conmovedores de dichas vidas constituyen modelos para quienes desean abrazar el camino de la práctica de la virtud, sea a través de la integridad, sea por el ejemplo de penitencia y de enmienda.
De hecho, la Providencia divina nunca deja de suscitar almas con dones y carismas específicos para bien atender a las necesidades de esta o de aquella cuadra histórica, pues, al fin de cuentas, ¡el ejemplo es lo que arrastra!
En este sentido, sin ser necesario retroceder muchas décadas, pues está muy al alcance nuestro, causa especial atención el gran bien que ha hecho en muchas almas la difusión de la biografía de la joven irlandesa, Hna. Clare Crockett,1 sierva del hogar de la Madre.2
Contrariamente a lo que podría esperarse de una candidata para la vida religiosa, cuyos caminos Dios acompañaba en medio del mundanismo en el que estaba sumergida, Clare Crockett tenía un sueño: desfilar por las famosas alfombras de Hollywood.
Dos caminos
Sin embargo, los rumbos que ella había trazado para sí se bifurcarían.
Aunque su modo de ser fuese muy expansivo, locuaz y manifestativo, desde la infancia sus aptitudes naturales la llevaban con frecuencia a sobresalir entre los demás, fuese mediante la simpatía o a través de artificios disuasivos. Los defectos de su carácter eran muy nocivos para ella, ya que su orgullo infantil y su vanidad afloraban en cualquier situación, sin importarse de los otros.
Dotada del sentido de liderazgo, acostumbraba a salirse bien de las situaciones complicadas, sin necesidad de mucho esfuerzo. En su familia, entre sus conocidos y vecinos era siempre bastante lisonjeada; y fue en esta cuna de adulaciones donde sus ambiciones se tonificaron: ¡quería la fama!
Por otro lado, perteneciente a una familia católica muy ligada a la identidad nacional irlandesa, su infancia transcurrió en un ambiente vinculado a la Iglesia, aunque sin mucho entusiasmo de su parte. A pesar de su falta de atención en la recitación del rosario familiar, “la Virgen, sin embargo, había puesto su mirada en Clare con afecto maternal”,3 y desde entonces velaba por ella.
Con apenas siete años de edad, estando ella acompañada por sus hermanas y su madre, no pudo dejar de exteriorizar su conmiseración hasta las lágrimas al ver representadas en la iglesia parroquial escenas de la Pasión, durante un Vía Crucis, viendo padecer a “ese hombre”,4 sin saber bien quien era…
Eran los primeros contrastes entre las dos vías que se iban delineando en su horizonte interior.
Sin embargo, los tonos y sobre tonos que componían el telón de fondo de su alma iban cediendo lugar a colores cada vez menos bellos, ya que, alejada de la religión desde los quince años, se juntó a compañías indeseables en las cercanías de la iglesia –en cuyo recinto suponían sus padres que ella estuviese en realidad–, en cuanto gastaba en cigarros y en bebidas el dinero que sus progenitores le habían dado para las velas…
La búsqueda de la gloria mundana, que era el motor de sus quehaceres, se acentuó: consiguió formar una banda en el colegio; pero eso era insuficiente, pues quería ser actriz y, por supuesto, “no una actriz cualquiera, sino una actriz famosa”.5
Aquí aparece un trazo fundamental de su carácter: Clare era muy radical. Ella afirmaba de una manera taxativa que era “‘todo o nada’; ‘o actriz famosa en Hollywood o nada de nada’”.6
Dios entra en escena
Sin embargo, no es raro que en la historia de las almas llamadas de forma especial por Dios, la suciedad del egoísmo se mezcle al oro más valioso; y será en esta preciosa mina interior, querida y exigida por la Providencia, donde se mostrará el anhelo de grandeza, aún incipiente, plantado en el alma electa.
Dinero, fama y prestigio: he aquí la tríada donde se asentaba el carácter de esta joven irlandesa. Rodeada de tantos amigos, trabajando para el “Channel 4” de Inglaterra, obteniendo éxito sobre éxito; sus talentos le hacían divisar su meta, pero con una pregunta incómoda que se hacía escuchar cada vez más: “¿Era feliz?”7
Es en ese preciso momento que Dios entra en escena: con apenas dieciséis años recibe una invitación extremamente prometedora para su carrera. Pero, al mismo tiempo, dos de sus conocidas le sugieren participar de un retiro organizado por un grupo católico de jóvenes,8 al que asintió ir a contra gusto.
“El Señor había puesto los ojos en ella”9 –afirma la Hna. Kristen Gardner su biógrafa–, pues a partir de entonces el mundo de pecado en el cual Clare se iba adentrando y el llamado de Dios chocaron. Según relata ella, pasó por momentos en que quería cambiar de vida, sin perseverar muchos días [en ese deseo], pues “Necesitaba que la gracia de Dios entrara en ella y fortaleciera su voluntad”.10
Años más tarde, invitada a participar en otra programación del mismo grupo de jóvenes a través de un coterráneo suyo, pero esta vez en España, Clare pensaba aprovechar la ocasión para un paseo de vacaciones: “¡Un viaje gratis a España! Diez días de fiesta bajo el sol de España”.11
Una inesperada y especial gracia
Era Dios quien trazaba su itinerario, ya que al llegar a la península se dio cuenta que se trataba de una peregrinación… entonces ya era demasiado tarde.
En esa circunstancia, en la semana santa del año 2000, Clare tendría un contacto cercano con las siervas del Hogar de la Madre, recibiendo la gracia que cambiaría el rumbo de su vida, a pesar de encontrarse en un monasterio del siglo XVI12 perdido en las montañas.
En efecto, Clare no había pensado participar de los actos litúrgicos del Viernes Santo, pero finalmente entró en la iglesia gracias a la insistencia de los coordinadores de la peregrinación: “Por respeto, deberías entrar. Hoy murió Dios por ti”.13
Sentándose en un banco al fondo de la iglesia fue objeto de una gracia especial, como ella lo relata: “Se presentó el momento en que todos los que estaban en la iglesia se pusieron en fila en el pasillo central de la iglesia para la adoración de la cruz. Vi que algunos hacían la genuflexión y después besaban los pies de Jesús clavado en la cruz. Era la primera vez que veía algo así. Yo también me puse en la fila, no movida por ningún impulso piadoso ni fervoroso; simplemente lo hice porque era lo que tocaba hacer. Cuando fue mi turno, me puse de rodillas y besé los pies de Jesús. Aquel sencillo acto no duró más que unos diez segundos. Besar la cruz, algo aparentemente trivial, tuvo un impacto muy fuerte dentro de mí. […] Yo no sé explicar exactamente lo que pasó, no vi ningún coro de ángeles, ni ninguna paloma blanca que venía desde el techo hacia mí, pero tuve la certeza de que por mí el Señor estaba en la cruz”.14
Pero, ¿cómo responder a Nuestro Señor que estaba allí crucificado por ella? Es lo que Clare se preguntaba. “La única manera en que yo podía consolar lo que yo estaba viendo en la cruz era con mi vida”.15
De hecho, tan profunda, sincera y honesta fue la dádiva divina recibida, que confesó en seguida:
–“Mi plan era llegar a ser una actriz famosa, pero después de esto, estoy confusa, porque creo que Dios quiere que sea ‘una de ellas’ [del Hogar de la Madre]”.16
En la siguiente actividad, al dar su testimonio entre los demás circunstantes sobre las impresiones de aquel día, Clare hizo un esbozo de su llamado: “Me llamo Clare. Tengo 17 años y soy de Irlanda. […] hemos hablado sobre la vocación. Y yo he pensado: ‘¡Dios mío, tengo vocación! Pero quiero ser famosa.’” 17
La purificación
Era la exclamación del alma llamada, emergiendo aún de las luchas interiores por las que pasaba y que, ante la fama y la santidad, quería tener todos sus anhelos realizados.
Comenzaba el largo trayecto de purificación, de la elección de Dios contra el mundo. Clare lo resume con el decir de San Agustín: “Con el peso de mis miserias, volví a caer en estas cosas terrenas y a ser reabsorbido por las cosas acostumbradas, quedando cautivo en ellas”.18
En pocas palabras, Clare “estaba dividida entre dos mundos y dos amores. Cristo le había mostrado su gran amor por ella y le había indicado el camino de la verdadera felicidad, pero ella todavía no estaba dispuesta a aceptar los sacrificios que implicaba alcanzar esa felicidad”.19
En su relato biográfico causa admiración la honestidad y la probidad de sus “confesiones”, sin recelo de con ello tornar menos bella su lucha. Al contrario, la veracidad con la que relata sus flaquezas hace de su vida un testimonio evidente de santidad, de alguien que admite ser débil, reconociendo in totum que la gracia de la conversión, antes de todo y por encima de cualquier esfuerzo, ¡es una dádiva divina!
Fue la vía que Clare abrazó con “determinada determinación” –según la expresión de Santa Teresa–, visto que la paz tan anhelada solo podía ser encontrada en la vocación que Dios le había dado, siendo religiosa.
A pesar de las incomprensiones familiares y de las otras preocupaciones no pequeñas, Clare por fin fue aceptada como candidata en la Siervas del Hogar de la Madre, en el día de Santa Clara de Asís. Estaban abiertas para ella las vías de sus grandes deseos, del negarse a sí misma y del seguimiento a nuestro Señor.
La intensa vida religiosa la llevará a dar pruebas de una impresionante dedicación: desde su recepción como novicia en Priego (España), asumiendo los quehaceres de la imprenta de la comunidad y pasando por otras casas en donde ejercitaría las más variadas actividades. Siempre radiante de alegría, su actitud reflejaba la generosidad de las grandes almas que tan solo encuentran satisfacción en la entrega al prójimo.
La alegría y la dedicación contagiosas
Ya como Hna. Clare de la Trinidad y del Corazón de María, habiendo profesado los votos temporales, su misión evangelizadora transbordaría de muchos cuadrantes: en la misma España –en Belmonte o Zurita–, donde sería responsable de grabar oprogramas televisivos para niños; en Jacksonville (Florida, EUA), donde con infatigable celo cuidaría de la formación de niños y niñas en un colegio, abriendo las puertas para la difusión de la obra del Hogar de la Madre; o, más tarde, devuelta a España, auxiliando espiritualmente en los hospitales.
En todos estos lugares la nota característica de su conducta era la alegría, sin la cual sabía que era imposible introducir en los demás el deseo sincero de la práctica de la virtud –de manera notable la de la modestia y la de la castidad, llevadas por ella con ánimo ilibado desde su conversión.
Es en este período de labor apostólico que la Providencia comenzó a vaciarla de las máscaras de la superficialidad, de manera a destruir el muro que aún la distanciaba de Dios, mediante las humillaciones y las probaciones a las que se sujetan todos aquellos que abrazan las vías de la santidad, por lo que ella exclamará: “Purifica mi amor, Señor, para que yo pueda tener un amor puro y limpio. Para que yo pueda amar a los otros con tu amor. Ama en mí, ya que yo no sé amar”.20
En efecto, pocos meses antes de la profesión definitiva con la que sellaría su entrega, el proceso de purificación fue alcanzando en nuevo nivel, haciendo que recordara las palabras de cierto autor: “La mayor sensación de libertad, junto con la paz del alma y una sensación de seguridad permanente, llega cuando un hombre se abandona totalmente para seguir la voluntad de Dios”.21
La voluntad de Dios la llamaba ahora al Ecuador, a la casa del Hogar allí recién fundada, donde consumaría su holocausto.
Entrega completa
Desempeñó las más variadas diligencias en la formación de la juventud: físicas, emocionales y espirituales; auxiliando en los estudios, en la educación, en el lavado de ropas, en los juegos; en lo que fuese, la Hna. Clare se convirtió en una verdadera madre, guía y amiga para todas aquellas a quién el Señor le encargaba, y de tal modo que “le encantaba no tener tiempo para sí misma”,22 tornando su convivencia asaz benévola y transmitiendo una felicidad carismática.
Sus aspiraciones, además, apuntaban para que nunca hubiese un ambiente triste o abatido, como preventivo contra cualquier especie de acción del demonio: “Una cosa que veo es que nunca puedo dejarme llevar por la falta de virtud: el enfado, la ira, el cansancio… cuando trato con las chicas”,23 caso contrario, ella estaría defraudando su misión. Eso explica la fuerza de voluntad gigante que la impelía a actuar con incansable dedicación donde fuese, conforme ella lo testimonia: “No es ningún mérito mío pues me es fácil adaptarme donde sea: con los ricos de los Estados Unidos, los pobres de Ecuador, los moribundos en los hospitales de Valencia o las niñas excesivamente vivarachas de Belmonte. Realmente experimento que cualquier comunidad es mi hogar”.24
A pesar de las muchas dificultades y privaciones en esa misión, la Hna. Clare no economizaba esfuerzos, ansiando por el cumplimiento eximio de la obediencia religiosa, que en aquellos últimos meses de vida le valieron exclamaciones de satisfacción: “¡Soy feliz, feliz, feliz! Aunque hay días en que muchas cosas me cuestan. Merece la pena dar la vida a Dios, que es tan grande. Esto es lo que mi corazón siempre ha anhelado y que ningún amor humano, ni plan, ni cosa ha podido llenar”.25
Como fruto de esa vida generosa, entregada a nuestro Señor desde que Él la confiscó en aquel Viernes Santo del año 2000, estando en Playa Preta (Ecuador) en actividades apostólicas, la Providencia cogería su alma en un trágico terremoto que la sepultó con otras cinco niñas el día 16 de abril de 2016, vísperas de la fiesta del Buen Pastor e aniversario de Benedicto XVI, por quién ella siempre sintió un especial vínculo espiritual.
En efecto, si la generosidad de alma de santa Teresita fue capaz de ultrapasar los muros de la clausura del Carmelo de Lisieux, haciéndose provechosa a todas las almas que la admiran, ¿por qué sería diferente el bien causado por esta alma virginal, cuyo carisma –patente en la luminosidad de su mirada– es cada vez más un apelo para la juventud de nuestros días? “Sé que de mi fidelidad y docilidad dependen muchas almas”.26
___
1 Clare Theresa Crockett nació el 14 de noviembre de 1982 en Derry, Irlanda. Hija de Gerard Crockett y de Margaret Doyle. La referida biografía fue escrita por la Hna. Kristen Gardner. Hna. Clare. Sola con el solo. E.U.K. Mamie: Cantabria, 2020. La autora del libro, Kristen Gardner, conoció el Hogar de la Madre más o menos en el período en que Clare Crockett entró como candidata.
2 El Hogar de la Madre es una congregación católica fundada en España en el ano de 1982 por el P. Rafael Alonso Reymundo, sacerdote diocesano de Toledo. Posee dos ramos, uno masculino y el otro femenino, ambos aprobados a nivel diocesano en España en el año de 1994. Todo el Hogar de la Madre recibió la aprobación pontificia en junio de 2010, como Asociación Pública Internacional de Fieles.
3 GARDNER, Kristen. Hna. Clare Crockett: Sola con el solo. Zurita (Cantabria): Fundación E.U.K. Mamie, 2020, p. 27.
4 Cf. Ibid., p. 28.
5 Palabras de la Hna. Clare en una entrevista para el programa “Creados para amar”, H. M. Televisión. 2010. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 40.
6 Ibid., p. 40.
7 Cf. Ibid., p. 43.
8 Grupo COR (Christ in Others Retreat).
9 GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 53.
10 Ibid., p. 54.
11 Ibid., p. 59.
12 Se trata del monasterio de San Miguel de las Victorias, construido en acción de gracias por la victoria de los católicos en la Batalla de Lepanto en el año 1571.
13 GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 63.
14 Idem.
15 Clare Crockett, testimonio de agosto de 2011. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 64.
16 Ibid., p. 65.
17 Idem.
18 Cf. Confesiones, L. X., Cap. XV. Hecha la referencia en el testimonio escrito por la Hna. Clare, en 2014. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 82.
19 Ibid., p. 84.
20 Ibid., p. 213.
21 De autoría del P. Walter Ciszek, en el libro Caminando por valles escuros, según la referencia hecha por ella. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 231.
22 GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 281.
23 Ibid., p. 284.
24 Correo al P. Rafael Alonso, 11 de noviembre de 2013. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 312.
25 Correo al P. Rafael Alonso e a la Madre Ana, 15 de septiembre de 2015. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 412.
26 Correo a la Madre Ana, 14 de julio de 2014. In: GARDNER, Kristen. Op. cit., p. 428.
Deje su Comentario