sábado, 23 de noviembre de 2024
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Joven madre de cuatro chicos: la Humanae Vitae hunde sus raíces en la Escritura y la Tradición

Susanna Spencer es Master en Teología. Se explaya sobre los fines unitivos y procreativos del matrimonio, y advierte que no pueden ser separados

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Foto contexto: Jonathan Borba en Unplash

Redacción (25/07/2022 15:11, Gaudium Press) Sobre las doctrinas acerca de la contracepción contenidas en la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, hace un análisis en el National Catholic Register Susanna Spencer, quien es Master en Teología de la Universidad Franciscana de Steubenville, EE.UU., y joven madre de cuatro chicos.

Recuerda ella que lo dicho en la Humanae Vitae – de que cualquier “esterilización del hombre o de la mujer en cualquier acto antes, durante o después del acto conyugal con el fin de impedir la procreación es moralmente malo y viola los bienes ‘unitivos y procreadores’ ‘inherentes al acto matrimonial’ ” – es más una confirmación de la enseñanza previa de la Iglesia sobre la materia.

Un real desarrollo de la doctrina respeta la tradición y la Ley natural

Expresa esta madre que “nunca en las Escrituras o en la historia de la Iglesia ha sido moral que las parejas casadas interfieran con el fin procreador del acto conyugal. Las mismas verdades morales en las que se basa el matrimonio exigen que todo acto sexual se realice dentro del matrimonio y sea un acto consensuado de entrega y unión de la pareja, abierto a la procreación de una nueva vida humana” y que por tanto un real desarrollo de la doctrina en estos campos no podía ir en contra de dichas verdades.

Recuerda Spencer principios de San John Henry Newman para el verdadero desarrollo de la doctrina católica, y sustenta que “decir que es moral interferir con el fin procreador del matrimonio” “viola lo que Newman llama la necesaria ‘continuidad de principios’ requerida para el desarrollo de la doctrina”.

Dice la maestra que aunque el principio de los dos fines del matrimonio (unitivo y procreativo) fue “declarado y entendido por primera vez por la Iglesia en los S. XX y XXI”, este se encuentra “enraizado en la ley natural y en toda la historia de la comprensión del matrimonio por parte de la Iglesia”, siendo esta la razón para que la condena que el Catecismo de la Iglesia hace de la contracepción como un acto “intrínsecamente malo”, sea “una verdadera parte de la Tradición” de la Barca de Pedro.

Por parte de la Ley Natural, esta “dice que debemos usar nuestras habilidades naturales para perseguir los bienes por los cuales existen naturalmente nuestras habilidades, y no deberíamos realizar actos en los que usamos una habilidad natural pero al mismo tiempo evitamos activamente que se produzca su objetivo natural”, afirma Spencer. De acuerdo a Familiaris Consortio de San Juan Pablo II, al impedir artificialmente la procreación se está negando también “el don de la fertilidad por parte de la pareja”, y el “don de cooperar con el acto creativo de Dios de traer a la existencia el alma de cada persona”.

Hace también una recopilación Spencer de textos de la Escritura y la Tradición que “nos muestran que procreación y unión son intrínsecas al matrimonio, comenzando en Génesis 1-2, cuando el hombre y la mujer fueron creados por Dios, el Autor de la vida, y estaban destinados a convertirse en ‘una sola carne’ y ser ‘fructíferos y multiplicarse’. En el Nuevo Testamento, el aspecto unitivo se destaca en la comparación que hace San Pablo del hombre con Cristo y de la mujer con la Iglesia en Efesios 5. En la liturgia, Cristo y la Iglesia se unen mediante la consumación del pueblo de la Iglesia recibiendo el Cuerpo de Cristo en sus cuerpos, y este amor de Cristo por la Iglesia es profundo y personal. Si uno compara el matrimonio con esta analogía, puede ver que la unión física del esposo y la esposa debe ser profunda y personal y un signo de su unidad de corazones”.

Recuerda ella que ya San Agustín en lucha contra los maniqueos, les decía que la “unión… del hombre y la mujer con el fin de la procreación” era “el bien natural del matrimonio”. Cita a León XIII, Pío XI y Pío XII, que reconocieron el fin unitivo (unión de los esposos) del acto matrimonial, en subordinación al fin de la procreación, lo que lo permite en parejas estériles.

Juan Pablo II ratificó la enseñanza de la Humanae Vitae en Evangelium Vitae, y ahí advirtió que la “cultura de la muerte” hodierna hacía que “los significados, unitivo y procreador, inherentes a la naturaleza misma del acto conyugal” fueran separados “artificialmente”, lo que ocasionaba que la unión matrimonial fuera “traicionada”, convirtiendo también a la procreación en el “enemigo” a ser evitado.

La anticoncepción viola la unión

Clama Spencer porque la Iglesia no ceda “ante la presión del mundo para afirmar que la ‘unión’ en el acto sexual puede estar moralmente separada de la procreación por medios artificiales”.

“La anticoncepción divide la procreación, el fruto físico de la unión, de la unión; y porque viola la entrega completa de sí mismo de una persona a otra, al limitar la unión física, viola la unión misma. En el siglo XXI, la Iglesia no debe perder de vista estos fines. Un énfasis en el fin unitivo que hace opcional el fin procreador es una falsa comprensión de la naturaleza del acto sexual”.

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Susanna Spencer – Foto: NCR

“La Iglesia estaría abandonando la fuente de aguas vivas. Oremos por nuestros pastores, para que no abandonen la verdad preservada por la Tradición. Y oremos por las parejas casadas, para que puedan ver la belleza de la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad y el matrimonio y estén siempre abiertos al don de la vida”, concluye.

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