domingo, 24 de noviembre de 2024
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¿Jerarquía o igualdad?

A lo largo de treinta años de vida familiar, el Dios-Hombre ofreció el ejemplo de perfecta obediencia a un mundo en el que prevalece una mentalidad igualitaria y el espíritu de rebelión contra toda autoridad.

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Redacción (01/01/2023, Gaudium Press) Divinas son las palabras de esta Liturgia [celebrada ayer] de la Solemnidad de la Sagrada Familia, por ser dictadas por el Espíritu Santo a los sagrados autores y recogidas por la Santa Iglesia con sabiduría.

El Evangelio narra el episodio de la presentación del Niño Jesús al Templo (cf. Lc 2,22-40), en el que se condensan una serie de verdades enseñadas por Dios sobre un punto fundamental de la sociedad y de la propia Iglesia: la vida familiar. La familia es la célula madre de la sociedad, donde se preparan los hombres y mujeres de valor que formarán el mundo del futuro, y es también fuente de vocaciones religiosas al servicio de la Iglesia.

Siendo una institución de derecho natural –como atestigua la historia de todos los pueblos, desde la más remota Antigüedad–, la familia fue contemplada por Nuestro Señor Jesucristo con la elevación del Matrimonio a la categoría de Sacramento, para infundir a los esposos la gracias necesarias para cumplir, con miras sobrenaturales, el deber que les corresponde.

De hecho, por encima de todas sus funciones, la familia tiene una misión salvadora. Como nuestro destino final no está aquí en la Tierra –donde sólo estamos de paso–, sino en la eternidad, no hay objetivo más excelente en el Matrimonio que el de que uno de los cónyuges santifique al otro, y ambos santifiquen a sus hijos. Se trata, por tanto, de vivir la vida familiar en Dios, de modo que Él sea el elemento esencial de la relación entre marido y mujer, padres e hijos. Si la familia se basa en la gracia y la piedad, aunque le sobrevengan dramas y vicisitudes, todo será fácil y en ella reinará la paz.

En la Sagrada Familia tenemos un modelo admirable de cómo afrontar con espíritu elevado las dificultades y los dolores de la existencia: Padre, Madre e Hijo vivían en perfecta armonía porque Dios estaba en el centro. Por eso, en esta fiesta, la Oración del Día dice: “Oh Dios de bondad, que nos diste por ejemplo la Sagrada Familia, concédenos imitar sus virtudes en nuestros hogares para que, unidos por los lazos del amor, podamos alcanza un día las alegrías de tu casa.”[1]

Imitemos en nuestros hogares las virtudes de Jesús, María y José para que, habiendo cruzado el umbral de la muerte, podamos integrarnos para siempre en la familia eterna del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, junto con todos los Ángeles y Bienaventurados.

Dios quiere darnos la inmensa felicidad de vivir con Él en el Cielo y, para ello, Él mismo se encarnó y vivió en una familia durante treinta años, ¡y pasó sólo tres años exponiendo su doctrina! ―, dándonos así una idea clara de la importancia del núcleo familiar y la norma de cómo este debe ser.

Extraído, con adaptaciones de:

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os Evangelhos: comentários aos Evangelhos dominicais. Città del Vaticano-São Paulo: LEV-Instituto Lumen Sapientiæ, 2012, v. 3, p. 121-123.

[1] FESTA DA SAGRADA FAMÍLIA DE JESUS, MARIA E JOSÉ. Oração do Dia. In: MISSAL ROMANO. Trad. Portuguesa da 2ª edição típica para o Brasil realizada e publicada pela CNBB com acréscimos aprovados pela Sé Apostólica. 9. ed. São Paulo: Paulus, 2004, p. 15

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