martes, 25 de marzo de 2025
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Jesús habla del Castigo eterno – Las consideraciones de la fe por encima de las disputas políticas

Nuestra vida diaria debe ordenarse a la vida eterna.

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Redacción (24/03/2025 11:36, Gaudium Press) Poco antes del episodio en el que el pueblo se reunió en el Templo para la ofrenda pascual, algunos galileos, descontentos con el dominio romano, aprovecharon la gran confluencia de peregrinos para iniciar una sedición contra la autoridad de César:

“En aquel tiempo vinieron algunos a traerle a Jesús noticia de los galileos a quienes Pilato había matado, mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían” (Lucas 13, 1).

Al enterarse de la revuelta, el gobernador romano Pilato se indignó y ordenó ejecutar a los rebeldes. Ahora bien, cuando los soldados entraron en el atrio del Templo, además de estos promotores del levantamiento, también mataron a otros galileos que estaban allí para ofrecer los sacrificios acostumbrados, derramando así sangre inocente. La noticia causó un gran revuelo y algunas personas se apresuraron a contarle a Jesús lo sucedido. [1]

A propósito de la pena temporal, advierte sobre la pena eterna

“Jesús les respondió: ‘¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los otros galileos porque sufrieron tal cosa? Yo os digo que no. Pero si no os convertís, todos moriréis del mismo modo’” (Lucas 13, 2-3).

Los portadores de la noticia imaginaron que, siendo galileo, Jesús naturalmente se pondría del lado de sus compatriotas muertos. Quizás incluso esperaban que la brutalidad de la represión llevara al Divino Maestro a pronunciarse a favor del nacionalismo judío.

Ahora bien, los pensamientos de Nuestro Señor siempre estuvieron en un plano mucho más elevado que las disputas políticas. En su respuesta, no se compromete con los aspectos concretos de la cuestión, sino que aprovecha la circunstancia para dar una lección moral, resumida por Fillion: “Sin juzgar el proceder del gobernador, ni descender al terreno de las discusiones políticas, recuerda a sus oyentes que, como todos han ofendido a Dios, todos están expuestos a los golpes de la justicia divina, hasta que se arrepientan y se conviertan sinceramente”. [2]

Nos encontramos aquí con una primera actitud de Jesús a imitar: cuando un hecho de la vida cotidiana nos parece de especial interés, evitemos analizarlo sólo según sus aspectos terrenales, y tratemos de elevarnos al plano sobrenatural, para juzgarlo mejor.

Por otra parte, en opinión de Leal y de los demás profesores de la Compañía de Jesús, el contenido de la respuesta del Divino Maestro pretendía corregir un error común entre los judíos de aquella época, según el cual todo dolor era un castigo. [3] Sin embargo, enseña el cardenal Gomá, sólo el Señor “sabe si existe alguna relación entre los pecados personales y las desgracias que le han sucedido a alguien; los ejemplos de Job, Epulón y Lázaro desmienten la teoría errónea y supersticiosa de los judíos” [4].

Al afirmar que aquellos galileos muertos no eran más pecadores que sus interlocutores, Jesús utiliza un recurso psicológico para advertirles más vívidamente sobre la gravedad intrínseca del pecado y las penas correspondientes. Porque, como afirma Maldonado, “Jesús quiso advertir acerca del castigo eterno, a sus oyentes impresionados por la narración de aquel castigo temporal, como si les dijera: […] no consideréis miserables a los hombres que padecieron esta muerte corporal, sino a los que sufrirán la muerte del alma, y ​​ésta ciertamente caerá sobre todos vosotros, si no hacéis oportuna penitencia” [5].

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Extraído, con adaptaciones, de: CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os Evangelhos: comentários aos Evangelhos dominicais. Città del Vaticano-São Paulo: LEV-Instituto Lumen Sapientiæ, 2012, v. 5, p. 213-215.

[1] Varios comentaristas antiguos, entre ellos san Cirilo, identifican este episodio con la revuelta de Judas Galileo, narrada por el propio san Lucas en Hechos 5,37 (cf. SAN CIRILO, apud SAN TOMÁS DE AQUINO. Catena Aurea. In Lucam, c.XIII, v.1-5). Sin embargo, autores más recientes, como Louis-Claude Fillion y los profesores de la Compañía de Jesús, consideran que se trata de un hecho diferente, ocurrido poco antes del episodio aquí narrado (cf. FILLION, Louis-Claude. Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Vida Pública. Madrid: Rialp, 2000, v.II, p.387; LEAL, SJ, Juan; DEL PÁRAMO, SJ, Severiano; ALONSO, SJ, José. La Sagrada Evangelios Madrid: BAC, 1961, v.I, p.696).

[2] FILLION, op. cit., p. 387.

[3] Cf. LEAL; DEL PÁRAMO; ALONSO, op. cit., p.696.

[4] GOMÁ Y TOMÁS, Isidro. El Evangelio explicado. Año tercero de la vida pública de Jesús. Madrid: Rafael Casulleras, 1930, v.III, p.244.

[5] MALDONADO, SJ, Juan de. Comentarios a los Cuatro Evangelios. Evangelios de San Marcos y San Lucas. Madrid: BAC, 1951, v.II, p.616.

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