Es una estrategia con múltiples frentes, con frecuencia usando la excusa de la ‘laicidad’. Senador Ravier denuncia.

Senador Ravier – Foto: Wikipedia
Redacción (12/12/2025 11:07, Gaudium Press) Valleurs Actuelles, revista semanal francesa de línea conservadora, ha publicado en su edición del 10 de diciembre una nota de dos páginas con un título más que sugestivo, y con gotas de dolor: La izquierda en cruzada (La gauche en croisade), de autoría de Bertille Vaur.
Un dolor que se siente más en el subtítulo: “Belenes prohibidos, estatuas derribadas, iglesias pintadas… La izquierda en cruzada – En su guerra abierta contra la cultura francesa, la izquierda muestra una animosidad específica hacia nuestras raíces cristianas”.
“La única iglesia que ilumina es aquella que arde”, dice un grafiti, aparecido el 1 de diciembre pasado en una iglesia dedicada a Santa María Magdalena, escrito que no es privilegio francés, pero que resume una sensación fundamentada en las estadísticas:
Mil actos de profanación. En Francia, en 2023, se registraron mil actos anticristianos. Mil. No se trata de cifras abstractas ni de alarmismo clerical, sino de una realidad documentada que revela algo más profundo que la simple estadística: la degradación sistemática del patrimonio religioso francés y, con ella, de las raíces mismas de la identidad nacional.
Obstaculización a la difusión del filme “Sacré-Coeur”, campañas contra asociaciones como SOS Calvaires, o Touche pas à ma statue (No toques mi estatua): el cristianismo en Francia enfrenta hoy una amenaza que ya no proviene como otrora únicamente del exterior, sino de un combate interior, librado comúnmente en nombre de la laicidad republicana.
El método de los iconoclastas posmodernos
Ejemplo característico de estos nuevos iconoclastas, es la acción de los militantes de La Libre Pensée, quienes han perfeccionado una estrategia que combina la acción judicial con la presión mediática. Su táctica es simple pero efectiva: atacar las estatuas que consideran ‘ilegales’ cuando se encuentran en zonas públicas, ‘grises’. Una estatua de la Virgen María erigida en La Flotte-en-Ré tras la Segunda Guerra Mundial se convierte así en su objetivo, no por razones estéticas o urbanísticas, sino porque su presencia en terreno público contradice, según ellos, el principio de laicidad.
Para Stéphane Ravier, senador, no se trata meramente de eliminar símbolos cristianos de los espacios comunes. El proyecto es más ambicioso: “Para ellos, Francia es un enemigo que hay que destruir”. La nueva Francia secularizada que pretenden construir no admite concesiones. La guerra no se limita a las estatuas; toca también placas conmemorativas, otros símbolos.
La izquierda y su clientela electoral
El artículo de Valeurs Actuelles señala con dureza una realidad incómoda: ciertos sectores de la izquierda política francesa han encontrado en esta batalla cultural una forma de alimentar sus redes y fortalecer su base electoral. Medios como Mediapart o Libération, hacen parte de los corifeos mediáticos de quienes, según la expresión de Stephane Ravier, “todo aquello que es francés es detestable”, por ejemplo en sus ataques a SOS Cristianos de Oriente, o Academia Christiana. Thomas Mirestean, presidente de la Asociación de Defensa de Víctimas de Actos Anticristianos, denuncia que “la laicidad, tal como la interpretan estos grupos, se ha transformado en un arma de manifestación religiosa dirigida contra el espacio público”.
Esta estrategia tiene otros tentáculos. Según el senador de Bouches-du-Rhône, grupos de apoyo de esta estrategia de izquierda utilizan estas polémicas para movilizar grupos locales antifascistas que practican lo que denominan “doxing” —la divulgación de datos personales con fines intimidatorios— contra donantes y militantes conservadores. El objetivo declarado es desmoralizar a los adversarios ideológicos.
Pero el trasfondo es más calculado: se trata de construir una nueva clientela electoral en una Francia donde la inmigración ha modificado profundamente el mapa demográfico y, con él, el equilibrio político.
El silencio cómplice de las instituciones
Lo más alarmante no es tanto la existencia de estos grupos activistas —que han existido siempre en democracia— sino la pasividad institucional ante sus acciones.
Y las instituciones, lejos de defender el patrimonio cristiano como parte integral de la historia nacional, optan por el silencio o la condescendencia.
Esta actitud tiene consecuencias concretas. Con la proximidad de las elecciones municipales, la pregunta se vuelve urgente: ¿es posible que los alcaldes conservadores recuperen el terreno perdido y planten cara a esta ofensiva cultural? ¿O seguirán cediendo por temor a ser estigmatizados como «reaccionarios» o «clericales»?
Una consecuencia, una de las varias, de las anteriores premisas casi surge naturalmente: “Finalmente, los partidos de izquierda hacen el trabajo en lugar de los islamistas”, dice Ravier.





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