Terminó el viaje del Papa a Mongolia, del cual los medios están resaltando especialmente sus ‘guiños’ a la China.
Redacción (04/09/2023, Gaudium Press) Terminó el viaje del Papa a Mongolia, del cual los medios están resaltando especialmente sus ‘guiños’ a la China:
“A los católicos chinos, les pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos”, dijo Francisco en un mensaje al margen de las declaraciones oficiales.
Ya durante el viaje de ida Francisco había enviado un mensaje a Xi Jinping, en el que le aseguraba sus “oraciones por el bienestar de la nación [e] invoco sobre usted todas las bendiciones divinas de unidad y paz”, mensaje que había sido respondido por Pekín afirmando que era su deseo “reforzar la confianza mutua” con el Vaticano y promover “un proceso de mejora de las relaciones bilaterales”, según expresaba el portavoz del ministerio de relaciones exteriores.
Pero al margen de las declaraciones, y con mayor expresividad hablan los hechos.
Mientras los medios registraban que católicos de Vietnam, república también socialista, viajaron sin dificultades hasta Mongolia e invitaron al Pontífice a visitar su país, también se noticiaba el miedo de los pocos católicos chinos que fueron hasta Ulán Bator: para viajar a Mongolia ocultaron que iban a encontrarse con el Papa; además escondieron sus rostros por detrás de mascarillas y gafas de sol para permanecer anónimos a las posibles cámaras, todo por temor a represalias a su regreso.
Una mujer, que prefirió reservar su nombre, contó a la Agencia France Press que “en la aduana se nos preguntó si éramos católicos; dijimos que hacíamos turismo”. Hay “mucha presión sobre los católicos en China”, ratificó: “Tememos igualmente ser, a nuestro regreso, invitados a conversaciones”, afirmó.
Es claro que el régimen comunista teme una explosión del cristianismo en su país, el cual no deja de crecer, como sí decrecen las afiliaciones al partido comunista. No solo no logró extirpar el catolicismo ni las otras denominaciones cristianas, sino que estas se siguieron expandiendo (analistas independientes llegan a hablar de hasta 100 millones de cristianos en China); por lo que la táctica debió variar: siempre es mejor, ya lo dijo Napoléon, “controlarlo”.
Es la acusación que hacen numerosos chinos a la política gubernamental de ‘sinización’ de las religiones en el gigante asiático.
Sinización, que según afirman varios analistas, no es tanto una inmersión de los agentes religiosos en las raíces culturales del país que recibe la fe – algo que por lo demás todo el que quiera éxito debe hacer – cuanto que las diversas religiones no objeten de manera ninguna cualquier postulado comunista chino, y tengan en su gobierno una total autonomía de injerencias extranjeras, algo imposible para el catolicismo. ‘Sinización’, según diversos estudiosos, es un intento de subyugar la religión a los postulados del socialismo chino de Xi Jinping.
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Los dos últimos incidentes entre el gobierno chino y el Vaticano, hablan en favor de que la ‘sinización’ del catolicismo como la entiende Pekín, es de hecho una total autonomía y hasta desprecio de la autoridad de la Santa Sede: en abril pasado el gobierno chino transfirió a Mons. Joseph Shen Bin de la diócesis de Haimen a la diócesis de Shanghai, sin consultar con el Vaticano; el año pasado las autoridades chinas ordenaron la instalación de Mons. John Peng Wiezhao como “obispo auxiliar de Jiangxi”, una diócesis que no es reconocida por la Santa Sede, es decir, crearon una jurisdicción eclesiástica, también sin consulta con Roma.
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Igualmente se están terminando de preparar “materiales didácticos unificados” para los seminarios católicos, realizados por un grupo de trabajo sometido al concepto estatal de sinización, y promovidos por obispos abiertamente adeptos al socialismo de Xi Jinping.
Entonces, la pregunta que surge tras el cruce de comunicaciones entre el Papa y China con ocasión del viaje a Mongolia, es qué clase de católicos está dispuesto a admitir el régimen chino, y si la Santa Sede aceptará a unos fieles que deban pedir permiso a Pekín cada vez que quieran hablar con el Papa o con sus hermanos en la fe en el mundo entero.
Por parte de Pekín, todas las señales indican que el régimen de Xi Jinping solo admitirá católicos comunistas, que únicamente podrán incensar el Santísimo Sacramento después de incensar una foto del presidente comunista, católicos que para el gobierno de su Iglesia deban ir más a la oficina de asuntos religiosos local o nacional, que a la ciudad donde murió Pedro. La pregunta que ahora algunos se levantan es si cuando Francisco pide a los chinos ser buenos ciudadanos, una de las interpretaciones posibles es la aceptación pacífica de las disposiciones tecnológico-tiránico-socialistas que allá cada vez más se establecen. Se diría que no. (Gaudium Press/ Saúl Castiblanco)
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