La fractura en el mundo ortodoxo es total. Eso conlleva a un mayor aislamiento de Putin.
Redacción (25/07/2023 10:39, Gaudium Press) Hace dos días los medios informativos del mundo abrían sus noticiarios resaltando el impacto de misiles rusos en la catedral ortodoxa de Odesa, la Catedral de la Transfiguración, que además de centro de espiritualidad es una joya artística, consagrada como tal por la Unesco. Tal vez es mejor decir ‘era’, porque de hecho quedó semi-destruida.
Es claro, como es habitual cuando ocurren este tipo de acontecimientos, la culpa, según los rusos, era de todos, de la defensa aérea ucraniana, de la agresión ucraniana, de todos menos de ellos. El golpe fue sentido como brutal, tanto que el ministro de exteriores ucraniano dijo que nunca lo olvidarían.
Pero tal vez el ministro Kuleba no alcance (no es su campo de experticia) a medir todas las repercusiones que en el plano religioso tiene ese ataque, y que puede ser percibido por las reacciones de líderes religiosos. Repercusiones religiosas que forzosamente terminarán en el campo civil.
A raíz del ataque se pronunció Víctor Artsuzki, vicario de la diócesis de Odessa de la Iglesia ortodoxa ucraniana filo-rusa, quien por este motivo dirigió una comunicación al patriarca ortodoxo de Moscú, Kiril. A este le dice, literalmente, que “está completamente destruyendo con su bendiciones y sus acciones” cualquier sueño unitario de lo que antiguamente se llamaba la “Santa Rusia”.
“También le pido que preste atención a lo que, precisamente con su bendición personal, está haciendo hoy el ejército de la Federación Rusa: librar la guerra en el territorio soberano del estado ucraniano”, continúa Artsuzki a Kiril. De hecho no fueron pocos los medios que con ironía hablaron de las bombas ‘benditas’ que cayeron sobre la Catedral de la Transfiguración.
Pero lo que se delinea tras estas palabras, es el ya casi aislamiento total del Patriarcado ortodoxo de Moscú del resto del mundo ortodoxo. Y la cada vez mayor identificación de Kiril con un cesaro-papismo ortodoxo encabezado por Putin:
“El cohete de la Federación Rusa que usted ha ‘bendecido’ se estrelló contra el altar de la catedral en la fiesta de los santos. Me doy cuenta que la Iglesia ortodoxa ucraniana desde hace mucho tiempo no ha tenido nada en común con su posición. Debido a sus ambiciones personales, ha perdido la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y otras iglesias en los países de la ‘Santa Rusia’. A causa de la muerte y el asesinato”, le sigue espetando Artsuzki. Aislamiento de Kiril, que es también aislamiento de Putin, quien así se separa de aquellos que todavía le tendrían alguna simpatía, pero que cada vez tienen más difícil el mostrarla, ante suyos y extraños: recordaron diversos medios que Stalin también hizo de las suyas contra esa catedral, cuando en 1936 quiso derribarla en su campaña pro-ateísmo. Es decir, Putin, se reafirma como la proyección del totalitarismo de corte soviético.
Un día la bendijo…
Por su parte el Arzobispo Mayor de los Ucranianos, el católico Sviatoslav Shevchuk, también le recuerda a Kiril que él bendijo algún día esa Catedral, no hace mucho, en el 2010, cuando se completaba su restauración. Resumiendo, la bendice y después la quema, no él, pero sí las bombas que él bendice.
Y así, Putin, que tal vez alguna vez soñó o quiso ser aclamado como una especie de reencarnación de Carlomagno defensor de los valores en peligro de la cristiandad, hoy puede recibir el calificativo de agente de satanás que le endilga Mons. Shevchuk:
“¿Qué quiso transmitir el Señor Dios con esta tragedia? No sé lo que significa, para los líderes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, para los criminales rusos y para los fieles ucranianos del Patriarcado de Moscú, porque las acciones de estos criminales no siguen la lógica de Dios, sino la del diablo”.
Tras las explosiones y semi-destrucción de la Catedral de Odesa, es imposible no afirmar que se dificulta aún más cualquier mediación o acción diplomática, incluyendo la Católica, en la guerra que desola a Ucrania. Y si esto es cierto, las salidas a la crisis se van reduciendo, quedando limitadas a un triunfo ucraniano contundente apoyado por Occidente (algo no aceptable para Putin), a la caída de Putin, o… al desencadenamiento del temido conflicto de proporciones estelares. Que Dios nos coja confesados y comulgados, diría un feligrés pío. Pero mejor irse confesando desde ahora, si es que no tenemos esa costumbre. (Gaudium Press / Saúl Castiblanco)
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