jueves, 26 de junio de 2025
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La ‘custodia de los pobres’ de 600 kilos de plata: flor de Valencia nacida en la posguerra

Cinco ‘duros’ de plata y una esperanza encendida en el corazón de un criado humilde, fueron el inicio de una de las obras de arte sacro más impactantes del mundo.

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Redacción (26/06/2025 11:37, Gaudium Press) Tras la Guerra Civil Española, Valencia lloraba la pérdida de la histórica custodia del Sol, que hasta entonces acompañaba con solemnidad las procesiones del Corpus Christi. En una ciudad que apenas comenzaba a levantarse entre escombros y heridas, debido a los estragos, pensar en una nueva custodia parecía imposible.

Fue entonces cuando el jesuita valenciano Antonio de León, movido por su amor a la Eucaristía y a su tierra, propuso al entonces arzobispo Prudencio Melo un sueño audaz: construir una nueva y gran custodia para la Catedral de Valencia. El arzobispo, aunque entusiasmado por la propuesta, dudaba de su viabilidad por la situación de crisis social y económica.

Hasta que ocurrió algo que cambiaría el rumbo de la historia.

Un día, un hombre humilde que trabajaba como criado se acercó al arzobispo con una luz especial en su mirada. Con emoción contenida, le preguntó al prelado: “¿es verdad, Excelencia, que se está pensando en construir una nueva custodia para la Catedral? Yo no tengo mucho, pero quiero ayudar.”

Un granito de fe que levantó un trono para el Rey

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En sus humildes manos el hombre tenía cinco ‘duros’ de plata, su valiosa y generosa ofrenda —pequeña en el bolsillo, gigante en la fe. Aquel preciado gesto, fue el impulso definitivo que necesitó el arzobispo para confiar en que ese sueño era posible. A partir de ese momento, Antonio de León y una comisión diocesana se dedicaron a promover la idea por toda la ciudad.

El milagro comenzó a tomar forma; familias enteras, desde los más humildes hasta los más pudientes, colaboraron con ofrendas. La nueva custodia no fue un encargo institucional, sino el fruto de un pueblo que puso su corazón a los pies de Jesús Sacramentado.

350.000 horas de amor

Después de 14 años de meticuloso trabajo, fue terminada en 1954, alcanzando los cuatro metros de alto y más de dos metros de ancho. Fue dirigida por el orfebre Pajarón. También participaron numerosos escultores y especialistas en las diferentes artes de orfebrería. Se emplearon 600 kilos de plata, 5 de oro, centenares de piedras preciosas y perlas.

Se incluyeron 159 esculturas cinceladas, en la que los ropajes fueron modelados por encima de las figuras. Ellas representan escenas bíblicas a través de 44 alto-relieves, en una custodia que también cuenta con 48 escudos en esmalte. Su construcción supuso más de 350.000 horas de trabajo. Cada escena, cada símbolo, es un canto a la Eucaristía y al amor de los valencianos por su Señor.

El arzobispo Prudencio Melo pudo contemplarla antes de morir. Conmovido, la llamó la custodia de los pobres, porque no fue levantada con riquezas palaciegas, sino con el tesoro de un pueblo creyente.

Como describió el religioso Antonio de León, “es un poema labrado en plata, cuyo argumento es la glorificación de Jesucristo Hostia.”

En su estructura se entrelazan figuras del Antiguo y Nuevo Testamento, los Apóstoles, doctores de la Iglesia, santos eucarísticos, los mártires y beatos valencianos; se incluyen representaciones de Jesús humanizado como el Buen Pastor y santos que destacaron por su amor a la Eucaristía, y en lo alto, Jesús Resucitado, acompañado por los arcángeles, así como el Papa San Pío X —llamado el Papa de la Eucaristía—, la Virgen de los Desamparados y los escudos de la archidiócesis.

Detalles ocultos

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Hoy, después de varias intervenciones —incluida la exhaustiva restauración de 2015 a cargo del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de Bienes Culturales—, la custodia no solo reluce por su esplendor artístico, también custodia recuerdos escondidos. Durante aquella restauración salieron a la luz tesoros ocultos, la primera moneda donada, aquellos cinco duros de plata, engastada con una cruz de coral y delicados motivos florales de oro, y una diminuta jarra de apenas medio milímetro, finamente labrada, que recrea en plata la Última Cena.

El resultado de los muchos esfuerzos es más que magnífico: La custodia parece un sol resplandeciente, en cuyo centro porta un trono celestial, donde está sentado, majestuoso, el Santísimo Sacramento del Altar. Catedral circular en miniatura, coronada por la Cruz, también es colorida, cuando los oros y las joyas se acercan a la Hostia. Catedral que es un compendio, un resumen de las lágrimas de la guerra, de la ofrenda de las viudas, de los deseos de gloria celestial de los valencianos.

Así, cada detalle confirma lo esencial, Valencia erigió, con amor y sacrificio, un trono digno para el Rey de Reyes, testimonio eterno de un pueblo unido por la fe.

 

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