Parece que se ha enseñoreado, pero está en el extremo de su debilidad.
Redacción (24/10/2021 18:25, Gaudium Press) El demonio, todo indica, en el auge de su poder (¿quien diría?), se encuentra en una gran encrucijada y está especialmente débil. Esto lo vamos a decir también para animarnos, y dar oídos sordos a esos ‘profetas’ que con la excusa de advertir a los buenos, lo que terminan haciendo es mostrar una falsa ‘invencibilidad’ del mal.
Es cierto que la huella cristiana está casi borrada en el mundo actual, que lo que vemos es un revivir del otrora vencido paganismo.
Pero es que el demonio está queriendo hacer algo que ni siquiera osó en el auge de su poder en el mundo antiguo. Y es transformar esta tierra en la antesala horrorosa del infierno, con todas las notas de su fealdad, de la de sus secuaces y de las del mismo infierno; y esto así – el constituir el horror de los horrores donde él se muestre en toda su inmundicie para ‘reinar’ -, es algo que aún muchos no están dispuestos o no están preparados para aceptar, y puede ser la ocasión para muchos de la vuelta a la casa paterna.
En la antigüedad pagana las fuerzas de la oscuridad – que también reinaban – pudieron someter a las masas (por ejemplo con la esclavitud), usando grandezas donde habían elementos de verdadera belleza: no es sino pensar en la magnitud de unas pirámides de Egipto, en la belleza de las construcciones de Alejandría, en la grandeza y belleza de muchos edificios y monumentos romanos, griegos, asirios o babilonios, en la belleza de muchas obras literarias, en la solemnidad de cierta pompa imperial o real. Las grandes masas paganas veían todo ello – sumado a la acción preternatural conexa – y quedaban hipnotizadas, subyugadas, aceptaban hasta ceder su propia libertad intrínseca.
Pero, insistimos, el paso de hoy del demonio es más osado.
No quiere nada de grandeza o de belleza, solo el horror, la miseria, la fealdad, eso que es más propio y auténtico de él. Y hasta allá muchos hombres no quieren o no querrán llegar.
Además que aquí, allá y más allá, ya comienzan a surgir las luces del triunfo del Inmaculado Corazón de María, anunciado en Fátima. Cuando todas las luces se apagan, las que restan brillan más, atraen más y evocan más, elementos de un pasado que los hombres desestimaron pero que ahora muchos recuerdan con añoranzas. Esa es la encrucijada: que en el auge de su poder, si él avanza en su horror, mucha gente se asusta y su reino de cartón cae.
Pero al final, el dueño de la Historia no es satanás, sino Dios y María Santísima. La creación no fue hecha para rendir tributo al demonio, sino dar gloria a Dios y a la obra perfecta de la creación que es su Madre.
Además Ella, como medianera universal de todas las gracias, y en ese sentido Reina y Dueña de la Gracia, sabe que la Gracia crea maravillas, puede convertir piedras en bloques de oro, convertir arena en polvo de diamante, trasformar cascajo en castillos, palacios y catedrales de cristal.
Es decir, cuando Ella anuncia el triunfo de su Inmaculado Corazón en Fátima, anuncia el triunfo de la gracia que Ella administra, que pronto llegará a los borbotones, pues si no, su Inmaculado Corazón no puede triunfar.
Pero va a triunfar, y será él triunfo de Ella, para que reine definitivamente su Hijo.
Por Carlos Castro
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