En ese fascinante asunto profundizó Mons. João Clá en su última obra, ¡María Santísima! El paraíso de Dios revelado a los hombres.
Redacción (31/07/2021 13:59, Gaudium Press) Insistía el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira en que no solo el universo era un reflejo de Dios Uno, sino también del Ser Trinitario, y que en la contemplación del Orden Creado los hombres que quisiesen ahí amar a Dios deberían buscar esos reflejos de las relaciones internas de la Santísima Trinidad.
La vida interior de la Trinidad es sumamente rica, infinitamente rica, tanto que produce eternamente Personas Divinas. Y forzosamente todas las operaciones externas de la Santísima Trinidad deben llevar no solo el sello divino, sino el divino trinitario.
Pero sabemos que la mayor operación trinitaria ad extra operada es la Encarnación del Verbo, que se realizó en la Santísima Virgen, quien según las expresiones consagradas por San Luis María de Montfort, ‘solucionó’ el ‘problema’ de ‘infecundidad’ de la Trinidad que no podía producir en su interior una nueva Persona Divina, y que en la Virgen Madre la Trinidad beatísima sí ‘produjo’ la divinidad del Verbo Encarnado.
Pero ocurre que es también en la Virgen donde se generan los hermanos ‘divinizados’ de Cristo, los cristianos, según ya ha sido establecido por la teología clásica, pues si la Virgen es Madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, Jesucristo, es también Madre espiritual del resto de ese Cuerpo Místico, que somos los cristianos. Es decir, la vida divina trinitaria se sigue comunicando ad extra por medio de la Virgen.
No obstante, en su ya famosa obra sobre la Virgen (1), Mons. João Clá trata de un asunto medio misterioso y magnífico, que es la necesidad que incluso tenía la Madre de Dios de ser completada por su puro esposo San José: “En el alma llamada a representar determinada luz de la Majestad Divina, Dios infunde una serie de gracias que permitirán el cumplimiento de ese plan. Pero, por designios superiores, Él deja una como que laguna, a fin de que otra alma, escogida para ser par de aquella, la complete, y así ambas realicen juntas el plan. (…) Con mayor razón eso debería darse a propósito de la obra-prima de la creación [la Virgen] y del varón llamado a formar con Ella no apenas una sola carne, sino un solo corazón y una sola alma. Entre Nuestra Señora y San José existía una mutua sustentación y dependencia de gracias: fue morando en el interior de María y tornándose uno con su Inmaculado Corazón que José realizó el plan que Dios le había trazado”.
San José de alguna manera completaba a la Virgen, pero sobre todo, a través de la Virgen, el propio San José era completado, pues accedía a la vida trinitaria que brotaba de María Santísima: En su convivencia en el hogar de Nazaret “María le confió la profundidad de su relación con la Santísima Trinidad y cuánto deseaba que él también se adentrase en esa intimidad con las Personas Divinas. A través de tal acto [la esclavitud que San José ofreció a la Virgen] San José obtuvo una participación en el amor trinitario de Nuestra Señora y, en una actitud de esclavitud suplicó al Padre Eterno la troca de corazones con Ella. El Santo Patriarca sintió místicamente que otro corazón comenzaba a pulsar en el lugar del suyo: era el Inmaculado Corazón de María, pues su pedido fue atendido”. Era el Espíritu Santo en el interior de San José, hablando a través del Corazón Sapiencial e Inmaculado de María.
Entrando a la intimidad con las tres Personas Divinas
Tenemos entonces que en una relación de esclavitud mutua, entre la Virgen y San José, se transmitía la vida trinitaria. En las relaciones entre San José y la Virgen, se reproducían la relaciones entre las personas de la Santísima Trinidad. La Virgen hacía entrar al Santo Patriarca en “la intimidad con las Personas Divinas”, pero la Virgen también era completada de alguna manera por San José y era en la unión entre los dos que ambos cumplían su misión, incluso la propia Virgen cumplía su misión. Dios había establecido esta necesidad de la relación de San José con la Virgen para el cumplimiento de la misión de la Virgen.
Pero parecería – también en la secuencia del pensamiento de Mons. João Clá en su libro – que ese modo de operar de la Virgen aquí en la Tierra se mantiene desde el cielo, es decir, Ella como que necesita de sus esclavos para cumplir su misión, que no es otra sino traer el reinado de Cristo a este mundo.
Como muestra también Mons. João, comúnmente los santos que han tenido una particular fortaleza contra la acción del demonio en el mundo, han tenido una relación tipo “esclavitud” admirativa con la Virgen. Ellos tienen una especial relación con la Trinidad a través de una actitud de dependencia absoluta con Nuestra Señora, y la Virgen hace sus mayores obras en el mundo a través de ellos. Y en esta relación también están realizando una semejanza trinitaria.
¿Esta sujeción de servidumbre entre la Virgen y San José será modelo de relación entre los hombres? Es claro, entre otras razones porque puede permitir la replicación de las relaciones trinitarias: sujetarse a un hombre enteramente transformado en la Virgen, un San Efrén por ejemplo, para de él recibir el influjo del Espíritu Santo que viene a través del Inmaculado Corazón de María, es actuar a ejemplo de San José.
Pero este tema será ocasión de próxima profundización.
Por Saúl Castiblanco
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(1) Mons. João Scognamiglio Clá Días, EP. Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens. Arautos do Evangelho. Sao Paulo. 2020. Todas las citas son tomadas de esta obra. Las traducciones son propias.
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