viernes, 22 de noviembre de 2024
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La gran encrucijada tras las protestas por las elecciones en Bielorrusia

El domingo hubo elecciones. La candidata de la oposición se ha exiliado a Lituania. Occidente siente que hubo fraude en la que califican como la última república comunista de la URSS.

Lukhashenko

Alexander Lukashenko

Minsk (12/08/2020 11:26, Gaudium Press) Bielorrusia, la Rusia Blanca, la Rusia que linda con Polonia, con Lituania. Aunque su territorio no es pequeño, sí su población, que es compuesta por 10 millones de habitantes. República independiente desde 1991 (independiente de la antigua URSS, entiéndase bien…) parece más una monarquía, o una dictadura, dirían muchos, pues su actual presidente Alexander Lukashenko la gobierna desde 1994.

En la Rusia blanca no hubo perestroika

Pero a diferencia de otras naciones que se separaron de la órbita soviética, en la república de Lukashenko no parece haber llegado ni la perestroika, ni el glasnost, ni los McDonalds, pues la economía sigue en buena medida estatizada.

La economía, pero no la gente, que pide a gritos que cambie el régimen, como se ha visto por estos días.

En las últimas elecciones presidenciales, ocurridas el domingo pasado, Lukashenko obtuvo ‘apenas’ el 80 por ciento de los sufragios, contra su competidora Svetlana Tikhanovskaya que había alcanzado menos del 7 por ciento de los votos. Svetlana había reemplazado en la candidatura a su marido, el bloguero Sergei Tikhanovsky, que había sido arrestado, como ya han sido arrestados candidatos en elecciones anteriores. Svetlana decidió mandar a sus hijos fuera del país, para evitar represalias. Era una mártir, pues ya sabía que su empresa estaba destinada al fracaso.Ahh, y ya se refugió en Lituania.

En algún momento Lukashenko se presentó como un líder por la autonomía total de Bielorrusia de toda interferencia extranjera, palabras vanas hoy contradichas por la gran influencia que allí ejerce Moscú, con su pacto de unión aduanera, su pacto de defensa colectiva, entre varias otras cosas.

Elecciones que huelen a podrido

Los datos de la elección del domingo de Lukashenko parecen a todas luces amañados. Lukashenko obtiene 80 por ciento de todos los votos posibles, cuando según estadísticas oficiales participó el 84 por ciento de la población que podía votar. Cuando se anuncian los resultados, sólo en la capita Minsk 60 mil opositores salen a las calles a protestar, y oh sorpresa, cuasi ninguno de los millones de partidarios de Lukashenko sale a defenderlo. Suena a Tianammen, suena a Praga, suena a Caracas. Suena al comunismo dictatorial de siempre.

¿Pero será este el camino que trillará Lukashenko con la oposición? No es seguro, pues el mundo es un tanto diferente del de Kruschev. Ya no existe la URSS, y Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Alemania, y etc., ya no son del pacto de Varsovia.

Desde el 2014 la crisis económica es especialmente sensible en Bielorrusia, crisis que ahora ha sido potenciada por el mal manejo que Lukashenko ha dado a la pandemia. Resultado, descontento en la población, que ciertamente se manifestó en las urnas y que fue ocultada por la maquinaria oficial. Crece en la oposición el sentimiento anti-ruso.

Es claro, no será fácil que Putin renuncie a su influencia en la Rusia Blanca. Pronto reconoció la legitimidad de la elección, junto a Pekín, a Maduro, por algo será

No obstante, el mundo entero observa el desenrollarse de la madeja bielorrusa, y cualquier aplastamiento brutal de la oposición puede tener consecuencias no queridas ni por Beijing ni por Moscú. Alemania ya dijo que las elecciones no cumplieron los “estándares democráticos”. Es claro, no hubo observadores electorales independientes, se restringió el uso a la prensa, se restringió el internet. Polonia pidió cumbre extraordinaria de la Unión Europea para examinar la crisis del país. Lituania incluso pidió al bloque europeo que califique esas elecciones de fraudulentas.

El juego está muy interesante, incluso más interesante por algunos aspectos que el que se juega en el este de Ucrania. Pero también peligroso, entre otras razones por una tensión internacional creciente con ocasión de la pandemia.

(Gaudium Press / Saúl Castiblanco)

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