“A veces se pasan dos semanas sin comer”. También la guerra y el miedo: la Hna. Ermelinda Singua manifiesta un coraje que conmueve al mundo.
Foto: ACN internacional
Redacción (15/07/2025 11:24, Gaudium Press) Tiene la mirada serena de quien ha visto el horror y ha elegido responder con amor. Su figura es sencilla, pero su presencia transmite fuerza, serenidad. La hermana Ermelinda Singua, religiosa de la primera congregación femenina nativa de Mozambique —las Hermanas de la Inmaculada Concepción—, camina entre la selva y los campamentos de desplazados como si llevara al mismo Cristo en sus mano, a veces en forma de pan, a veces en forma de consuelo, y muchas veces, como una cruz que cargar junto a los que sufren.
El norte de Mozambique sufre desde 2017 una cruel insurgencia islamista que ha sembrado el terror especialmente en la provincia de Cabo Delgado, forzando a casi un millón de personas a huir a las provincias vecinas. En medio de esta crisis, la hermana Ermelinda se ha convertido en la esperanza de miles de desplazados que llegan a la diócesis de Lichinga, en la provincia de Niassa.
Situación que a veces llega a la desesperación
Desde ahí, ella y sus hermanas hacen lo que pueden, con lo poco que tienen. “La tristeza se refleja en sus rostros: están lejos de su entorno natural y lo han perdido todo, incluidos familiares. Hay más mujeres que hombres porque a los hombres, los terroristas, los han asesinado o secuestrado”, cuenta la religiosa en una conversación con Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
La situación es tan desesperada que algunas familias, buscando un escape a la miseria, toman decisiones desgarradoras. “Algunas están casando a hijas de tan solo 10 años de edad con la esperanza de que los maridos puedan aliviar un poco la pobreza que soportan”, explica la hermana. “Intentan escapar de la miseria, pero acaban cayendo en una miseria de otro tipo”.
Las Hermanas de la Inmaculada Concepción fueron fundadas en 1948 con el propósito de evangelizar las zonas más remotas del país. En su historia han enfrentado persecución tras la independencia, bajo un régimen marxista que intentó acallar su voz.
Sin embargo, con perseverancia, la congregación ha renacido, hoy cuenta con 48 religiosas, 7 novicias y 12 postulantas. Los enemigos han cambiado, pero el riesgo permanece. “Siempre que tengo que desplazarme por carreteras aisladas o por la selva, invoco la protección de Dios. Todos pasamos miedo, esa es la realidad. Hay personas que están arriesgando su vida por amor al Evangelio”, confiesa la hermana Ermelinda.
Y añade: “Nunca han abandonado a esa gente. Desde que comenzaron los ataques terroristas, han permanecido allí. Es algo heroico, están con los desplazados en las buenas y en las malas, y ese es un testimonio que nos da esperanza a todos, especialmente en este año del Jubileo de la Esperanza”.
No solo es violencia
Pero la violencia no es la única amenaza que enfrentan. La región depende de la agricultura de subsistencia, y el hambre es un enemigo silencioso que devora a los más vulnerables. “A veces, la gente se pasa una o dos semanas sin comer. Este año han tenido que recolectar semillas de hierba silvestre, que son similares al trigo, para molerlas y utilizarlas en lugar de harina. Es el colmo de la pobreza”, lamenta la hermana. Y describe los peores meses “el peor momento del hambre es en octubre y noviembre, durante la estación seca, cuando no llueve. Cuando eso ocurre, si no tienes dinero, no tienes comida”.
A pesar de todo, su misión no se detiene. Las hermanas cuidan a huérfanos, viudas y niñas vulnerables, educan, asisten en salud, forman catequistas y sostienen la vida litúrgica en lugares donde los sacerdotes no pueden llegar. Su entrega no conoce fronteras, ni siquiera el miedo a los animales salvajes.
El conejo y el león
La hermana Ermelinda narra una experiencia que podría parecer sacada de un relato bíblico: “Tuvimos que transportar a un bebé a la clínica más cercana. La otra religiosa conducía la motocicleta y yo iba sentada detrás, con el bebé en brazos, cuando un conejo cruzó la carretera. Aterrorizada, vi que justo detrás del conejo venía un león. El león pensó que nos habíamos llevado al conejo, así que empezó a perseguirnos. Le dije a la otra hermana que pisara el acelerador y ella aceleró. Pensé que todo se había acabado, que las dos y el bebé moriríamos ese día, pero al cabo de unos diez minutos el león desistió. ¡La hermana condujo la motocicleta con gran destreza! Pero fue Dios quien nos protegió, fue Él quien nos salvó del león ese día”.
La hermana Ermelinda es una misionera de los confines del mundo, de esas que el Papa Francisco recuerda cuando habla de una Iglesia en salida, una Iglesia valiente y sufrida que lleva la luz del Evangelio hasta donde otros no se atreven a mirar. Entre balas, hambre y fieras salvajes, su vida es un ejemplo de que Dios camina con los suyos, incluso por los caminos más peligrosos.
Con información de Religión en Libertad
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