El purpurado ofició la misa de clausura de la tradicional peregrinación a Chartres, que esta vez reunió a más de 18.000 personas.
Redacción (22/05/2024, Gaudium Press) Infocatólica ha realizado un detallado reporte del sermón del Cardenal Gerhard Müller, antiguo prefecto de Doctrina de la Fe, proferido en la misa de clausura de la tradicional peregrinación a Chartres, realizada entre el 18 y el 20 de mayo pasado, que rompió récords en esta última edición atrayendo a más de 18.000 peregrinos.
Además, la peregrinación esta vez contó con participación de celebridades como la política Marion Maréchal, cabeza de lista del partido de derechas “Reconquête” para las elecciones europeas, y la activista estadounidense Candace Owens, conversa al catolicismo, quien colgó un vídeo de la peregrinación en la plataforma “X” con el sugestivo comentario: “20.000 personas de todo el mundo peregrinan juntas. Hemos vuelto”.
A continuación el resumen de la homilía del Cardenal Müller:
En su sermón, el cardenal empezó recordando lo más importante del dogma cristológico:
Para ver a Dios, debemos seguir a Cristo a lo largo del camino de nuestra vida hasta nuestro destino en la morada eterna. Jesús no es un profeta cualquiera, creador de sangre o productor de valores, sino más bien el Verbo de Dios hecho carne. Solo Él pudo decir a sus discípulos: Quien me ve a mí, ve al Padre.’
La maravillosa consecuencia de la Encarnación del Verbo de Dios en la naturaleza humana y en la historia de la vida de Jesús es que podamos reconocer la gloria de Dios en el rostro humano de Jesús. El Logos, o el Verbo y la razón de Dios, es la luz que ilumina a cada persona. Jesucristo nos conduce con seguridad hacia el sentido y el propósito de nuestra vida, cuando veamos a Dios cara a cara.
El Cardenal Müller aseguró que la procesión litúrgica de tantos miles de jóvenes cristianos desde París hasta esta magnífica catedral de Chartres representa simbólicamente la peregrinación de la Iglesia universal hacia la Jerusalén celestial», y:
En la Santa Eucaristía que ahora celebramos juntos, la Iglesia anticipa sacramentalmente el banquete celestial de las bodas de todos los redimidos con el Cordero de Dios que se ofreció históricamente y una vez por todas en el altar de la cruz para nuestra salvación.
El cardenal recordó las persecuciones que han sufrido siempre los cristianos:
Desde los comienzos del cristianismo en la Galia romana, en Francia, muchos cristianos de Lyon y Vienne sufrieron en su carne a manos de las masas populares excitadas y las autoridades del Estado. Todo el arsenal de hostilidad hacia la fe católica, desde la burla pública hasta la ejecución más cruel, el mero hecho de confesar el nombre de Jesucristo los hacía culpables de muerte. Y aún hoy, los cristianos son la comunidad religiosa más perseguida en la historia de la humanidad.
E hizo referencia a la apostasía en Europa
La descristianización de Europa y los programas actuales de quienes quieren robarle su alma y hacerla víctima de su ateísmo agresivo posthumanista son desafíos para nosotros.
El cardenal aseveró que “los héroes del cristianismo no son, como en la historia profana, los emperadores y los generales, sino los combatientes por la verdad, la fe y el amor. Los cristianos no luchan contra otros hombres, sino contra el mal en sus propios corazones y en el mundo. Se comprometen por la paz en el mundo y por la justicia social”.
Müller enseñó que “los principios de toda ética natural (Aristóteles) y sobrenatural (revelada por Moisés y Jesús) reposan en la dignidad de cada ser humano como persona creada por Dios y destinada a la vida eterna”.
Y recordó las palabras de Cristo a los elegidos, que deben rechazar los males y tentaciones del mundo:
‘No temáis, yo he vencido al mundo’, dice cada día el Señor crucificado y resucitado a sus discípulos. Quienes viven con la convicción de que Dios los ha elegido desde toda la eternidad, los ha redimido en Jesucristo y los ha destinado a la felicidad y a la paz eterna, están inmunizados contra la propaganda y el opio de las religiones políticas de sustitución. La autodestrucción por el suicidio y la eutanasia, la droga y el alcohol, o el rechazo de nuestra sexualidad masculina o femenina, no son opciones para nosotros, los cristianos.
El Prefecto emérito del Dicasterio para la Doctrina de la Fe exhortó a defender la dignidad del hombre:
Nos comprometemos sin temor por el derecho a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, por su dignidad inviolable, por la libertad civil, ética y religiosa de cada persona.
El bien temporal y la salvación eterna vienen en efecto de Dios, quien por su gracia nos ha salvado del poder destructivo del mal. Dios nos ha llamado en el Espíritu Santo y nos ha hecho capaces de cooperar en la edificación del reino de justicia, amor y paz.
Por último, el príncipe alemán de la Iglesia pronunció estas palabras de esperanza:
La verdadera consolación, aquella que nos sostiene en la vida y en la muerte, es el conocimiento de la verdad en la relación entre Dios y el hombre. Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. A menudo, la Iglesia de Cristo no es más que un pequeño rebaño, una minoría perseguida y desconocida, pero en realidad, en Jesucristo, es la sal de la tierra, la luz del mundo, la vanguardia de toda la humanidad hacia el único y verdadero objetivo de la historia: un cielo nuevo, una tierra nueva, la ciudad santa, la nueva Jerusalén que desciende del cielo, preparada como una esposa adornada para su esposo. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y los siervos de Dios lo adorarán. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá más noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios derramará su luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. Amén.
Con información de Infocatólica.
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