viernes, 22 de noviembre de 2024
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La “Maravillo–Terapia”, el gran secreto

En las murallas de Cartagena; viendo un sencillo arreglo floral…

Cartagena de Indias

Foto: Jesse Arce

Redacción (11/03/2021 09:23, Gaudium Press) La “Maravillo-Terapia” es sin duda uno de los grandes secretos para la vida de los siglos futuros, esos cuando ya haya triunfado el Inmaculado Corazón de María.

Definida por Mons. Juan Clá, EP – en su magnífica obra La Fidelidad a la Primera Mirada (1) – como la medicina de la contemplación de lo maravilloso, es una medicina sin costo, curativa y preventiva, a la que lamentablemente muy pocos hombres recurren, tal vez por no saber el diamante que tienen en sus manos.

Intentemos pues ayudar a que se le valore, y pongamos primero los cimientos del Castillo, rápidamente, para luego dar ejemplos prácticos.

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La Felicidad plena del hombre se alcanzará cuando esté unido a Dios en la Visión Beatífica, en la otra vida. Pero en esta Tierra, que sí es de exilio, Dios se hace presente de muchas maneras, también por medio de sus criaturas; los seres tienen una participación del Ser Divino. Esta participación es mayor en los seres más perfectos, y en la contemplación de estos seres, las maravillas, el hombre puede de alguna manera ‘ver’ a Dios, y ‘nutrirse’ de su Ser. Es lo que se ha llamado la cuarta vía para llegar al conocimiento de Dios, la Via Pulchritudinis .

Pero a esta vía maravillosa de ‘descubrimiento de Dios’ tanto Mons. Juan Clá como el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira agregaron saberes que creemos fundamentales para bien recorrerla, bien practicarla.

Por ejemplo, el Dr. Plinio decía que podíamos comparar el alma a algo como una gran sala de teatro con un amplio y bello escenario. La platea somos nosotros.

En ese escenario van entrando los actores, que son las imágenes de las diversas sensaciones producidas por los seres en los que entramos en contacto. Decía el Dr. Plinio que la maravillo-terapia se practicaba cuando permitíamos la entrada de seres maravillosos a nuestro teatro, cerrábamos en determinado momento la puerta del escenario, y permitíamos a esos actores actuar, mientras los analizábamos con nuestra inteligencia y nuestra razón.

Un ejemplo

Entonces, me imagino yo por ejemplo en las fuertes e imponentes murallas de Cartagena de Indias, contemplando un bello atardecer. Estoy dejando entrar al escenario del teatro de mi alma a los actores, el sol, el cielo, el mar, tal vez algunas de las duras rocas de las murallas. Perfecto. Ahora cierro la puerta del escenario, no más actores, ahora ellos van a ‘actuar’.

De hecho ya están ‘actuando’, están produciendo impresiones en mi alma que entran por medio de los sentidos. Y luego va a desempeñarse otro actor fundamental que es mi inteligencia: “¡Ohh, qué bello…! Mire como el sol es majestuoso. Está en un momento en que su majestad no me encandila, permite que sea observada. El sol en su zenit es como Cristo en el Tabor. El sol en este atardecer es como Cristo acariciando unos infantes, ese infante que soy yo”.

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Y puede seguir actuando el ‘actor’ inteligencia: “Ohh, qué bello conjunto forma el sol con el cielo. Mire lo matizado y suave de esas nubes, que como si fueran tímidas hojas le piden permiso al sol para existir y para estar cerca a él, para enmarcarlo, y de él absorben delicadamente algo de su fuerza, que se manifiesta en ellas en tonalidades rosa y amarillo. Así las almas en gracia, que se llenan cada una a su modo de la virtud de Dios, cuando están cerca a Él”.

Y casi sin darnos cuenta, nuestro espíritu se va llenando de una cierta alegría, tal vez también motivada por la gracia, porque en este ejercicio contemplativo no es incomún que colabore la gracia de Dios.

Con unos cartuchos

Acabo de realizar este ejercicio con mi madre.

Arreglo floral

Ayer ella había recibido un sencillo y elegante arreglo floral de una vecina, conformado por cuatro cartuchos, unas hojas y un poco de follaje. Ella misma destaca la belleza serena y elegante de los cartuchos, que hace juego con el brillo de las hojas y con su base de follaje de frágiles florecillas blancas.

El blanco de los cartuchos, en ese conjunto, habla de la pureza de Dios, de su Elegancia y Delicadeza, como cuando Él en una eucaristía ofrece con sencillez a los feligreses las altas verdades eternas.

Mientras mirábamos el arreglo, afloró en nuestros labios una leve sonrisa; tal vez había entrado una gracia, pues estábamos haciendo algo que gusta al Espíritu Santo, y es el contemplarlo en la admiración de unas bellas criaturas del Orden del Universo.

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Es ese un ejercicio que hacen innato todos los seres humanos desde niños. Sólo que la agitación de los días de hoy dificulta mucho realizarlo: el gusto – casi diríamos el ‘morbo’ – del corre-corre, hace que llenemos el teatro de nuestras almas de ‘actores’ agitados, que corren ellos mismos por el escenario, la platea y los palcos, impidiendo que los contemplemos, que nuestros espíritus los degusten y saquen de ellos su mensaje divino, cortando así la Via Pulchritudinis, el proceso humano rumbo a la Belleza del Creador. Todo lo anterior es resumen de enseñanzas de Plinio Corrêa de Oliveira. En determinado momento hay que cerrar la puerta del escenario del teatro de nuestras almas para poder degustar y analizar las ‘actuaciones’ de los ‘actores’.

Entonces, apuntado y diagnosticado el mal, se facilita la solución. No correr, contemplar, viajar hacia Dios a través de las maravillas del Orden del Universo.

Este ejercicio fortalece para la lucha, porque esta vida es una lucha. Este ejercicio nos prepara para la cruz.

Pero agregaba el Dr. Plinio que además nos moldea.

En contacto con los seres, y particularmente con los más bellos, Dios va modelando nuestras almas, pues como que va introduciendo – haciéndonos admirar en los seres – las cualidades de Él que allí se reflejan y que Dios quiere que practiquemos, de acuerdo a la vocación de cada uno.

Algo por lo demás muy útil en estos días de angustias.

Entonces, la contemplación de Dios en el Orden del Universo termina siendo un camino espiritual. Que tal vez sea el camino espiritual del Reino de María…

Por Saúl Castiblanco

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1. Clá Dias, Joao. A Fidelidade ao Primeiro Olhar – Um périplo, da apreensão do Ser até a contemplação do Absoluto.

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