sábado, 23 de noviembre de 2024
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La monja africana y médica, que aún no conoce al Papa

La hermana Ángela Bipendu, del Congo, la que es además médico. Bellas historias, en medio del sufrimiento.

Hermana Angela Bipendu

Roma (10/09/2020 09:29, Gaudium Press) La hermana Ángela Bipendu, del Congo, la que es además médico. Bellas historias, en medio del sufrimiento.

Llegó ella un día a Italia enviada por su congregación religiosa, las Discípulas del Redentor. La enviaban a Sicilia a cuidar a las religiosas mayores de su comunidad.

Fue entonces que pensó en estudiar medicina, como una vocación dentro de su vocación.

Y así, después de haber dejado su patria y su familia, nueve hermanos y hermanas, entra a estudiar medicina en la Universidad de Palermo a los 35 años. 6 años después ya sería profesional. Hoy tiene 46.

Ahora realiza su apostolado en la guardia médica de Villa Almé, en la provincia de Bérgamo, donde combate el Covid pero no sólo, sino que también atiende las necesidades espirituales de los enfermos.

Me topé con gente desanimada, en busca de consuelo – contó a un diario italiano. La gente se me moría entre los brazos. Nunca me había sentido tan desmoralizada como en esos días [del auge de la pandemia]. Una noche tuve que hacer catorce informes de fallecimientos. Otra, mientras colocaba el oxígeno a una paciente, me encontré explicándole que Dios no abandona en el sufrimiento”.

No ha saludado aún al Papa, y en abril le jugaron una mala pasada, pues simularon la voz del Pontífice quien la estaría llamando para elogiar su servicio. Pero ella no pierde la esperanza de verlo.

Durante dos años fue misionera en el Cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta, en un barco de la Guardia Costera italiana. Allí atendió a no pocos migrantes: “Buscaban la paz, eso me decían siempre. Escapaban de las bombas, de las guerras, del peligro”.

“¿Monja verdadera o falsa?”

Le sorprendía y sorprende aún a la gente encontrarse con una médico-monja: “‘¿Una monja verdadera o falsa?’, me preguntan. En los turnos nocturnos recibo el triple de pacientes que mis colegas quizá porque no prescribo solo el tratamiento sino que los dejo hablar. Llegan con dolor de estómago y terminamos hablando de sus miedos”.

Ella no niega a nadie una palabra amable, una sonrisa. La gente abre su corazón con ella, le pide sus oraciones y ella reza. Y continúa dispuesta a servir, donde Dios la convoque.

Eso fue lo que ratificó a Vatican News en enero de este año: “Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad, donde me quieras, mándame”.

Con información de Aleteia

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