miércoles, 22 de octubre de 2025
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La Niña María en el Templo – Admiración y división de los malos: Mons. Juan Clá habla de la Virgen (V)

Hablemos de la admiración de la Virgen, que él llama su “flujo vital”, y sobre la espectacular división que la presencia de la Niña causó en el Templo de Jerusalén…”.

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Redacción (22/10/2025 15:40, Gaudium Press) Continuando con estas notas sobre el maravilloso libro de Mons. Juan Clá (1) acerca de la Virgen Bendita, hablemos de la admiración de la Virgen, que él llama su “flujo vital”, y sobre la espectacular división que la presencia de la Niña causó en el Templo de Jerusalén.

Para el fundador de los Heraldos del Evangelio, la admiración está en el centro de toda verdadera espiritualidad:

“En toda relación humana, la admiración ejerce un papel como el del flujo sanguíneo en el cuerpo: sin ella todo se marchita y fenece. Gracias a esta virtud, los hombres son capaces de captar y amar a Dios viéndolo reflejado en sus semejantes; gracias a ella, se sienten impulsados a buscar al Artífice de las realidades creadas, partiendo de la contemplación de su belleza”. (2) Además la admiración da alegría, y hace que las relaciones humanas vayan pareciéndose a las relaciones en el cielo.

Es claro que “esta virtud [de la admiración] brilló en María Santísima con matices variados, sobre todo en el trato con sus compañeras. Ella actuaba con mucha modestia y tenía el hábito innato de admirar a las otras, sin jamás compararse, pues nunca pensaba en Sí. (…) La Virgen alababa a Dios por las virtudes que observaba en aquellas jóvenes e intercedía ante Él para que cumpliesen con fidelidad su propio llamamiento, al mismo tiempo que combatía, con muchísimo tacto, pero sin tregua, los defectos que tenían. Su capacidad de influenciar era enorme y la usaba con gran eficacia, haciendo sentir a quienes con Ella convivían una suavidad sin límites”. (3)

Maravilloso: de la admiración a sus semejantes, en quienes veía las huellas divinas, partía Ella para el impulso a la virtud y la contradicción de las faltas, siempre con un trato delicado y apostólico.

Por lo demás, Mons. Juan no deja de resaltar que es requisito de la admiración la no comparación, algo que practicaba eximiamente la que estaba siendo preparada para ser la Madre de Dios: “María no se ponía el problema de si su misión era más o menos alta que la de las demás; Ella simplemente estaba atenta a que todas tendiesen al auge de sí mismas y así glorificasen a Dios. A eso se sumaba un sentido de justicia muy equilibrado, por el cual las trataba según los merecimientos y las necesidades de cada una, dándoles siempre un poco más de lo que les correspondía”. (4) A pesar de cierta soledad que la rodeaba, su influencia hizo que durante el tiempo permanecido en el templo saliesen las jóvenes mejor formadas.

Confusión de los malos

Pero la presencia de la Virgen, no solo era motivo de aumento de la virtud, sino también de confusión de aquellos que no merecían el título de sacerdotes de Dios por su maldad: “Su simple presencia [en el Templo] poseía un altísimo carisma exorcístico, por lo que incomodaba y cohibía a aquellos que se dedicaban ocultamente a realizar cultos idolátricos” y confundía a los demonios que los inspiraban. (5)

Todos notaban que Ella era alguien completamente excepcional, y por eso querían hacer uso de su influencia. También los malos.

“Cierto día, un sacerdote fariseo la buscó y, elogiando su inteligencia, afabilidad y capacidad de atraer a las personas, la invitó a unirse a su partido y a utilizar esos dones en beneficio del pueblo judío. María lo rechazó categóricamente, alegando que todo lo había recibido de Dios y solamente para Él utilizaría aquellos dones. Decepcionado, el fariseo desistió, pero relató lo ocurrido a los de su facción”. (6)

Esta negativa de la Virgen Niña en dejarse instrumentalizar, ocasionó una división en el partido del mal: “Algunos querían captar la adhesión de Nuestra Señora por odio al bien que veían en Ella y porque, instigados por los demonios, habían notado medio nebulosamente que poseía una elevadísima misión, la cual odiaban desde ya con todas sus fuerzas. Otros, menos hundidos en el misterio de iniquidad, pero de pésimas costumbres, querían corromperla simplemente porque su presencia constituía un constante aguijón en sus pesadas conciencias, repletas de crímenes y pecados”. (7)

Entretanto, los cálculos y maniobras de los malos, comenzaron a fallar, y sus jefes no tardaron en concluir que eso comenzó a ocurrir desde la llegada de la Niña, y que por tanto se debía a su presencia, llevándolos al extremo de ya no soportarla más.

Pero como aún estaban vivos sus padres, San Joaquín y Santa Ana, el partido del mal los temía, “gracias a la posición de cierta influencia que tenían los santos esposos”. (8).

Hasta que llegó el día del fallecimiento de San Joaquín, trance para el que fue preparado por la Santísima Virgen Niña.

Por Saúl Castiblanco

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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias. ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres. Volumen II – Los Misterios de la Vida de María: una estela de luz, dolor y gloria. Caballeros de la Virgen. Bogotá. 2022.

2 Ibidem, p. 161.

3 Ibidem, pp. 162-163.

4 Ibidem, p. 163.

5 Ibidem, p. 164.

6 Ibidem, pp. 164-165.

7 Ibidem, p. 165.

8 Ibídem, p. 166.

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