domingo, 04 de mayo de 2025
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La presencia de satán en el mundo moderno

Al recorrer los Santos Evangelios se hace presente, de forma constante, esa pugna de Cristo contra satán y de satán contra Cristo. Llamando nuestra atención, poniéndonos en alerta, sobre la certeza de su existencia y su acción entre los hombres.

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Redacción (04/05/2025, Gaudium Press) Si recorremos la historia, veremos períodos en que se ha visto al Diablo por todas partes y, por el contrario, en otros, no se lo quería ver en ninguna parte. Estas dos engañadoras posiciones se perciben salidas de la mano de Satanás: el padre de la mentira.

San Agustín, describiendo las “dos ciudades”, no relaciona con el demonio todo lo que hay de tenebroso en las acciones de los hombres, sino, destaca cómo nosotros tenemos en ello nuestra parte. En pocas palabras: el diablo no puede nada contra nosotros sin nosotros.

Es como profundiza Monseñor Cristiani, sacerdote francés autor de un famoso libro leído en tiempos de mi juventud: “La presencia de Satán en el mundo moderno” (Peuser, Buenos Aires, 1962). En determinado momento, el autor afirma que Satanás: “de nuestro consentimiento es donde extrae su fuerza y de nuestra resistencia es donde procede su debilidad”.

Inicia su, documentado y argumentado libro con la invitación a abrir los Santos Evangelios, en los cuales encontraremos la tentación en el desierto; ese frente a frente del general de la Verdad, Jesús, y el padre de la mentira, Satanás. Narrada por tres de los evangelistas, que, al no haber sido testigos, tomaron conocimiento del propio Nuestro Señor Jesucristo que se los ha relatado. Quiso Jesús que ellos supiesen, y lo transcriban, el haber sido tentado, en especial enfrentamiento, con proposiciones intentando someterlo a su yugo y desviarlo de su camino.

Recorriendo los Santos Evangelios se hace presente, de forma constante, esa pugna de Cristo contra Satán y de Satán contra Cristo. Llamando nuestra atención, poniéndonos en alerta, de la certeza de su existencia y su acción entre los hombres. “Es imposible, no sólo para un católico sino para un historiador serio – dice Monseñor Cristiani -, dejar de comprobar que todo lo que sabemos y creemos con respecto al Demonio está arraigado en el Evangelio”.

Creer en la existencia y en la malignidad del Demonio es una verdad revelada por Dios que debe ser creída por todos los cristianos. Dentro de su accionar no hay hecho más extraordinario que la posesión diabólica, situación que no indica que el propio demonio remplaza el alma del poseído o da vida al cuerpo, es una circunstancia, según explica Mons. Cristiani, en que: “sin que sepamos cómo, se apodera de ese cuerpo, hace su vivienda en él, le quita al alma el dominio normal sobre su cuerpo y sobre sus miembros, imprime a las facciones del rostro una expresión desconocida, que responde a la acción de él. Pareciendo el Demonio mirar por los ojos del poseído, hablar por su boca”.

Los casos de posesión – cuyas causas no siempre son por las faltas del poseído – son más numerosos de los que se cree. Hay sí casos, los más frecuentes, en que el origen es haber sufrido un maleficio, corrientemente denominado de “brujería”, bien calificados como “los sacramentos del demonio”.

Es bueno aclarar que, a veces, es una prueba permitida por Dios, como en el caso de Job, sin haber falta alguna, ni maleficio; en que el demonio obtiene permiso para actuar.

En este panorama, el autor resalta la mentira, a través de los siglos, de la negación de la existencia de Dios y, como corolario, la de la existencia del Diablo. Pero no deja de percibirse hoy “la marca indudable de la presencia de Satán entre nosotros, en rasgos de la ‘civilización’ contemporánea, que nadie puede negarse a ver: la mediocridad de nuestros grandes medios de difusión, cinematógrafo, radiotelefonía, televisión, el ambiente erótico que se despliega en las novelas, en las piezas de teatro, en las canciones. En todo lo que resumen estas palabras: ‘los espectáculos’, ‘las distracciones’, ‘los ocios’ – agregando – la degradación del arte moderno, que parece no tener ya el gusto de lo bello, sino únicamente de lo feo o de lo obscuro”. Y esto hace… ¡más de 60 años!

Ya suenan a mis oídos las palabras: “padre, está exagerando, afirmando que el diablo está en todas partes”.

Pues, estimado lector, ¿supo usted de recientes imágenes y vídeos en las redes de hechos ocurridos en el fútbol europeo, en España y Alemania, donde sus seguidores desplegaron tifos y pancartas, haciendo referencia a pactos con el demonio para lograr el triunfo de sus equipos?

Se va a asustar, pero fue una realidad. “Vendimos nuestras almas por verte campeón”, expresaba largo cartel debajo de la tribuna del equipo español Sevilla al recibir sus jugadores y, momentos después, despliegan un tifo, (gigantesca tela) en las gradas del estadio, con la figura del propio demonio.

En esos días, los “hinchas” del Kaiserslautern, de la Bundesliga de Alemania, mostraron otro tifo satánico con la figura de un demonio alado con cuernos y garras afiladas y grotesca sonrisa, en medio de bengalas humeantes. Abajo una larga pancarta con la frase hasta en latín: “Exaudi nos, Lucifer, et surge ex abysso, sume animas nostras ad lucem nos trahe, orbem mundi regna, surce ex flammis et appare”. Es decir: «Escúchanos, Lucifer, y levántate del abismo, toma nuestras almas, llévanos a la luz, reina sobre el mundo, levántate de las llamas y aparece».

Por el siglo XIX, la ciencia sacudía a la teología no admitiendo influencias diabólicas en hechos de posesión. Para los católicos ese “alguien” era Satanás; para los hombres de “ciencia” era una invención imaginaria, afirmando que las enfermedades tienen que ver con la ciencia y no con la religión, son cosas de médicos y no del sacerdote exorcista.

No podemos negar que estudios científicos disiparon muchas nubes y mitos, pero, nadie puede negar que el mundo moderno tiene un número considerable de poseídos por el demonio.

Llama vivamente la atención la inteligente actitud del Papa León XIII, ¡en 1888!, agregando al final de cada misa un exorcismo breve invocando a San Miguel Arcángel para pedir protección contra el demonio y sus asechanzas. Tenía la firme convicción de que había infestaciones diabólicas en su tiempo, y las habría en el futuro. Monseñor Cristiane comenta los motivos en qué se basaba el Santo Padre para tomar esta actitud: “negar a Dios, y como evidente consecuencia a Satanás, negar la inmortalidad del alma, la diferencia entre el Bien y el Mal, negar el pecado, negar la virtud, negar el Cielo, negar el infierno”.

En los días que nos ha tocado vivir, ¿qué vemos?, pues a Satán obrando por todas partes… Bien lo llamaba Nuestro Señor Jesucristo: «príncipe de este mundo» (Jn, 14, 30; 16, 11).

Rendirle culto, por una adhesión formal y voluntaria, como hemos visto antes de un partido de futbol por sus fanáticos, invocar explícitamente a Lucifer, significa simplemente: satanismo, es decir, la práctica y creencia asociada a la adoración o veneración de Satanás.

La visión de la historia universal no ha cambiado: Ciudad de Dios contra Ciudad de Satán, ¡Ciudad del Amor contra Ciudad del Odio! Hay dos estandartes: el de Satán y el de Jesucristo.

Por el P. Fernando Gioia, EP

www.reflexionando.org

(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica, 04-05-2025)

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