viernes, 27 de septiembre de 2024
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La teóloga participante del sínodo que dice que el cristianismo no debería haberse hecho religión

Se trata de la teóloga Cristina Inogés, quien ha afirmado también que lo nuclear de la eucaristía no es el cuerpo y la sangre de Cristo.

Cristina Inoges

Foto: Diócesis de Málaga

Redacción (27/09/2024 09:18, Gaudium Press) Nicolás de Cárdenas en Aciprensa, reproduce las polémicas afirmaciones de Cristina Inogés, teóloga y convocada a las próximas sesiones del Sínodo (también lo fue en las anteriores), en las que dice que “el cristianismo no debió convertirse nunca en una religión”.

En escrito en el Cuaderno «Del Sínodo al jubileo: construyendo una comunidad en diálogo», Inogés expresa que Jesucristo no buscaba fundar una religión institucionalizada con jerarquías y “separar a una parte, mínima, de los demás, los sacerdotes -el clero-, aunque con influencia, mucha influencia, sobre el resto”.

Es claro que las anteriores afirmaciones chocan con lo siempre enseñado por la Esposa de Cristo.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, en su n. 875, se afirma que los enviados del Señor no hablan y obran “con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él los obispos y los presbíteros reciben la misión y la facultad (el ‘poder sagrado’) de actuar in persona Christi Capitis, los diáconos las fuerzas para servir al pueblo de Dios en la ‘diaconía’ de la liturgia, de la palabra y de la caridad, en comunión con el obispo y su presbiterio”. Es decir, todo lo contrario de lo afirmado por la teóloga: Cristo sí escogió (separó) a una parte de los otros, para que en su nombre confiriesen de forma especial la gracia, misión que, claro, se ejerce en comunión con todo el pueblo de Dios.

La teóloga al parecer, considera que jerarquía y templo es sinónimo de abuso de poder: “Jesús llevó a cabo su misión en la vida cotidiana, en la realidad de cada día y alejado del templo donde sólo se acerca para protagonizar el único enfado monumental que tiene en todo el Evangelio: un episodio ligado al abuso de poder y que tuvo como consecuencia la expulsión de los mercaderes”, dijo.

Es claro que esto se contradice con la enseñanza tradicional de la Iglesia, que afirma, por ejemplo, en el Catecismo que “Como los profetas anteriores a Él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Lc. 2, 22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2, 13-14; 5, 1. 14; 7, 1. 10. 14; 8, 2; 10, 22-23)”. (Cf. CIC c. 583 y ss)

Deturpación de la Última Cena

En la misma línea, la teóloga afirma que lo importante de la Última Cena no es la institución del santo sacrificio que se renueva todos los días en el mundo entero, sino la actitud de servicio de Cristo: “en el relato de la fiesta de la Pascua que Jesús celebró con todos quienes le acompañaban —aunque los evangelios sólo hablen de los Doce— y que nosotros hemos convertido en la Última Cena, vemos que lo nuclear de la celebración no está centrado en el cuerpo y la sangre. Lo más importante es que quien va a entregar su carne y su sangre se abaja una vez más para mostrar que su lógica es la del servicio y no la del poder”. Afirmaciones estas también completamente contrarias a la enseñanza tradicional de la Iglesia, que resalta que la eucaristía. “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (LG 11) tiene en el corazón la transubtanciación: “En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (CIC n. 1333).

La renovada presencia de la teóloga Inogés en las próximas sesiones del Sínodo, ha sido ampliamente criticada en diversos medios católicos.

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