Entre las dos venidas de Jesús, una en Navidad y otra al final de los tiempos, hay una “tercera venida” del Salvador, que ocurre en cada momento de nuestra vida.
Redacción (02/12/2024 09:43, Gaudium Press) La liturgia de ayer, I domingo de Adviento está enteramente impregnada de la perspectiva de la conmemoración de la primera venida de Nuestro Señor, con su nacimiento en la Gruta de Belén, y de la preparación de la segunda, que tendrá lugar al fin del mundo para juzgar a toda la humanidad:
“Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo sobre una nube, con gran poder y gloria” (Lc 21, 27).
Según San Bernardo de Claraval, sin embargo, hay tres venidas de Nuestro Señor: la primera, cuando vino a través de Su Encarnación; la segundo es a diario, cuando Él viene a cada uno de nosotros, por su gracia; y la tercera, cuando vendrá a juzgar al mundo. En otro pasaje, el Doctor Melífluo precisa que la segunda venida de Cristo es oculta y “sólo los elegidos la ven en sí mismos, y con ella salvan sus almas”. Él viene constantemente a nosotros para ser “nuestro descanso y consuelo”. [1]
Por eso, en cada momento estamos llamados a tener un encuentro con Jesús. Será, sobre todo, en la Eucaristía. Pero también, por ejemplo, al meditar este Evangelio del I domingo de Adviento, o al escuchar una palabra inspirada de un ministro de Dios. Por lo tanto, nuestra vida debe girar en realidad en torno a una Navidad permanente, que comienza cuando nos levantamos por la mañana y no termina ni siquiera cuando dormimos por la noche, porque para todo dependemos de la gracia de Dios y debemos esperar continuamente la ayuda que viene a nosotros de parte de él. Por esta razón debemos seguir el consejo dado por Nuestro Señor:
“Mirad que vuestro corazón no se vuelva insensible a causa de la glotonería, de la embriaguez y de los afanes de la vida” (Lc 21, 34).
Estemos atentos y aprovechemos estas valiosas invitaciones de la gracia para que estemos en condiciones de recibir, no con miedo y desesperación, sino con alegría, al Juez justo que descenderá del Cielo con toda pompa y majestad, quien dirá a los que en esta Tierra han confiado en su misericordia y han cumplido sus Mandamientos: “Venid, benditos de Mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25, 34). Quien tenga siempre presente este fin, tendrá mayor valor para practicar la virtud y asistir sin temor al encuentro definitivo con Nuestro Señor.
¡Preparémonos, pues, porque Él vendrá cuando menos lo esperemos!
(Extraído, con adaptaciones de: CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O inédito sobre os Evangelhos: comentários aos Evangelhos dominicais. Città del Vaticano-São Paulo: LEV-Instituto Lumen Sapientiæ, 2012, v. 5, p. 37.)
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[1] BERNARDO DE CLARAVAL. Sermones de Tiempo. En el Adviento del Señor. Sermón V. In: Obras Completas. Madrid: BAC, 1953, v. I, p. 177.
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