Nuestra Señora de Luján fue coronada Patrona de Argentina en mayo de 1887.
Redacción (08/05/2024, Gaudium Press) Bajando por la extensa costa atlántica de América del Sur, después de pasar Brasil se encuentra el caudaloso Río de la Plata, a orillas del cual está Buenos Aires, señora de la pampa y del gauchos altivos.
La Madre de Dios eligió dónde quería ser venerada
Saliendo de esta metrópoli y avanzando unos 70 kilómetros hacia el oeste, se llega a un pintoresco poblado que se formó en torno al santuario mariano más importante del país. Su origen se remonta a 1630, cuando se construyó en ese lugar una pequeña capilla para venerar una imagen de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, mandada a traer de Brasil por un portugués llamado Antônio Farias de Sá. Un amigo suyo había aceptado el cargo de traerla.
Luego de un largo viaje, al llegar a las orillas del río Luján, él y sus compañeros de viaje se detuvieron para pasar la noche en una finca propiedad de la familia Rosendo.
A la mañana siguiente, cuando quisieron continuar su viaje, los bueyes de tracción, por más que lo intentaron, no conseguían poner en movimiento la carreta en la que debía trasladarse la imagen. Los viajantes optaron por bajar parte de la carga para reducir el peso, pero el ejercicio fue en vano. Después de varios otros intentos inútiles, finalmente sacaron la caja que contenía la imagen de la Virgen, y pronto los bueyes pudieron arrastrar el vehículo sin dificultad.
Al volver a colocarla, nuevamente los animales se encontraron incapaces de mover el carro. Los troperos entendieron la advertencia del Cielo: Nuestra Señora quería quedarse y ser venerada en ese lugar. Y así, dejaron la imagen en la finca Rosendo.
Nuestra Señora de Luján es coronada como Patrona de Argentina
La noticia del maravilloso hecho se extendió por toda la región, llegando a Buenos Aires, y muchas personas comenzaron a peregrinar hasta el lugar.
Como la devoción popular crecía continuamente, el hacendado construyó allí una pequeña capilla. En poco tiempo se formó a su alrededor un pueblo, llamado “Pueblo de Nuestra Señora de Luján”. Año tras año fue creciendo la afluencia de fieles, así como el número de milagros operados por la maternal intercesión de la Virgen Madre de Dios. Así, en 1730, la autoridad eclesiástica local creó una parroquia en el pueblo.
Décadas más tarde, animado por un sacerdote especialmente devoto de la Virgen, el Padre Salvaire, el Episcopado Argentino presentó al Papa León XIII, en nombre de todos los fieles del Río de la Plata, una petición para que la imagen de Nuestra Señora de Luján fuera coronada, como Patrona de Argentina. El Pontífice no sólo concedió lo que se le pidió, sino que él mismo bendijo la corona, y concedió una Misa y Oficio propios para su festividad. En mayo de 1887 tuvo lugar la solemne ceremonia de coronación.
Tres años más tarde, el mismo Padre Salvaire inició la construcción de la actual iglesia. El proyecto estuvo a cargo del reconocido arquitecto francés Ulderico Curtois. Fue inaugurada en 1910 y elevada a la categoría de basílica por el Pío XI en 1930. Sus muros, tallados en piedra ligeramente rojiza, constituyen un bello y digno marco para el culto a la Madre de Dios.
Manuel Costa de los Ríos, el San Juan Diego de la Virgen de Luján
Ocurrió que cuando tuvieron que dejar a la Virgen de Luján en su lugar, el administrador de la estancia a orillas del río Luján donde ocurrió el milagro, Bernabé Gonzalez Filiano, le ordenó a un esclavo suyo, Manuel Costa de los Ríos, que se encargara de cuidar la imagen.
Manuel recibía a los creyentes que iban a venerar la imagen. Además, ungía a los enfermos con el sebo de las velas, pidiendo a la Virgen que aliviara sus males. Y muchos se curaban.
Se cuenta el que padre Pedro de Montalv, que vivía en Buenos Aires, sufriendo de grave tisis se dijo a sí mismo: “Voy a ir a Luján; si me tengo que morir es por lo menos a los pies de la Virgen, y si no, que ella me cure”. El Negro Manuel lo ungió con aceite y el Padre se sanó. Pero la curación venía con recado. Manuel le dijo: “Padre, la Virgen lo quiere para que usted sea su capellán”
Cuando doña Ana de Mtos pidió la imagen para llevarla a sus tierras, donde en la actualidad se levanta la Basílica de Luján, pagó 250 pesos para por Manuel para que continuara cuidando de la Virgen. Así lo hizo Manuel hasta su fallecimientos en 1689. Por eso podía decir que siempre se consideró “Ser de la Virgen nomás”, a quien él llamaba su “Ama” y Señora.
Su comunicación con la Señora llegó al punto, que en su última enfermedad, contó que su Ama le había dicho que moriría el viernes, y que lo llevaría a la gloria el sábado. Así ocurrió. Sus restos reposan en el altar mayor, a los pies de la Virgen de Luján. Pero ya no es él quien la cuida, sino Ella de él, en el Reino Celestial.
Está en curso su proceso de beatificación.
Por Claudio Daniel Bareiro
(Tomado, con adaptaciones y agregados, de Revista Arautos do Evangelho, Nov/2008, n. 83, p. 50-51)
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