Cuando los protestantes asumieron el poder en la Holanda del S. XVI, se prohibieron las celebraciones públicas católicas. Ahí surgieron las ‘iglesias ocultas’, las ‘hidden churches’
Washington (23/06/2020 09:45, Gaudium Press) En artículo reciente Menachem Wecker, escribiendo para el National Catholic Reporter, nos hablaba de las “hidden churches” las iglesias ocultas en Holanda, que tenían que permanecer ocultas pues de diferente manera no serían toleradas en la Holanda de los siglos XVII, XVIII y un tanto el XIX.
Esas iglesias ocultas eran verdaderas iglesias clandestinas. Le venía a la mente a Menachem Wecker particularmente la iglesia Nuestro Señor en el Ático, que es hoy en día un museo en Amsterdam, el Museo Ons’Lieve Heer op Solder, el cual visitó en el 2017.
Cuando los protestantes asumieron el poder en la Holanda del S. XVI, los católicos solo representaban un quinto de la población (hoy en día hay más católicos que protestantes en el país naranja: 23,6% se afirman católicos y 14,9% son protestantes). Los protestantes prohibieron en ese entonces las celebraciones públicas católicas, y solo era permitido el culto en iglesias que no tuvieran apariencia de iglesias. “Mientras que las otras religiones [diferentes al calvinismo] se mantuvieran ‘bajas’ y restringidas a materias religiosas, ellas podrían actuar más bien de manera libre”, asegura Roberto Schillemans, curador del museo Ons’Lieve Heer op Solder, también conocido como Museo del ático.
Así fue que se construyó una iglesia en lo que hoy es el museo: El comerciante católico Jan Hartman juntó los áticos (últimos pisos) de tres casas adyacentes, que daban hacia el canal Oudezijds Voorburgwal y en esos áticos edificó la iglesia.
En el año de 1656, se podían encontrar 62 ‘iglesias católicas de casa’ en Amsterdan, algo pequeñas. Estas se hallaban en las casas de aristócratas católicos, o grandes comerciantes católicos. En los campos había las ‘barn churches’, iglesias de granja.
En el año 1681 habían 26, pero estas ya eran amplias, más permanentes, tipo la de Nuestro Señor en el Ático. Sólo hasta 1848, se les permitió a los católicos construir sus templos de forma más o menos libre.
La impresión que causa el introducirse en la iglesia de Nuestro Señor del Ático, aún es maravillosa. Se entra a la edificación y se sube por escaleras, hasta que se accede a un bello espacio que causa una impresión estética “de ceguera temporal como quien contempla el sol por primera vez”. Ahí la “lujosa iglesia se presenta como una revelación”. Esa sensación que describe Menachem Wecker, acerca a “lo que debe haber significado para los fieles del siglo XVII creer que habían cruzado un umbral hacia un espacio sagrado y temporalmente habían dejado atrás las preocupaciones comerciales y seculares. A diferencia de las catedrales, cuya gravedad cautiva desde lejos, las iglesias clandestinas provocan una alegría más pura en su aceleración, por así decirlo, de 0 a 60 casi instantáneamente”.
Evidentemente la impresión de los católicos al entrar en estas iglesias clandestinas no era meramente estética, sino que estos templos debían ser espacio de gracias muy especiales obtenidas por Dios para unos católicos que no tenían libertad. Los fieles que pudiesen ir a rendir culto en estas iglesias clandestinas, debían realmente sentir la presencia y el auxilio de Dios.
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¿La actual situación de cierre o restricciones hoy de muchas iglesias, no da pie para recordar con mayor sentido a estas iglesias ocultas a los ojos de los transeúntes, pero verdaderos receptáculos de la Divinidad donde los fieles se nutrían y saciaban de Dios? Evidentemente que sí.
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