viernes, 14 de noviembre de 2025
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León XIV: levitaciones, luces… los fenómenos místicos, ni despreciarlos, ni sinónimos de santidad

León XIV invitó a “evaluar tales acontecimientos [místicos] con prudencia, mediante un discernimiento humilde y de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia”.

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Foto: Vatican Media

Redacción (14/11/2025 09:16, Gaudium Press) Al finalizar la conferencia organizada por el Dicasterio para las Causas de los Santos, titulada “Misticismo, Fenómenos Místicos y Santidad”, y dedicada a la relación entre los fenómenos místicos y la santidad de vida, León XIV recibió a los participantes en el Aula Pablo VI. La mística «se caracteriza como una experiencia que trasciende el mero conocimiento racional, no por el mérito de quien lo experimenta, sino por un don espiritual que puede manifestarse de diversas maneras», incluso a través de fenómenos opuestos, explicó León XIV, citando «visiones luminosas o densa oscuridad, aflicciones o éxtasis».

Comunión con Dios

En sí mismos, sin embargo, aclaró el Santo Padre, «estos acontecimientos son secundarios y no esenciales en relación a la mística y la santidad misma: pueden ser signos de ella, como carismas singulares, pero el verdadero objetivo es y siempre será la comunión con Dios».

El Pontífice añadió que «los fenómenos extraordinarios que pueden caracterizar una experiencia mística no son condiciones indispensables para el reconocimiento de la santidad del creyente: si están presentes, fortalecen las virtudes no como privilegios individuales, sino como ordenadas a la edificación de toda la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo».

Al examinar a los candidatos a la santidad, continuó el Papa, lo que más importa y debe enfatizarse es «su plena y constante conformidad con la voluntad de Dios, revelada en la Sagrada Escritura y en la Tradición Apostólica viva. Por lo tanto, es importante mantener el equilibrio: así como no debemos promover causas de canonización solo ante la presencia de fenómenos excepcionales, debemos tener cuidado de no penalizarlas si esos mismos fenómenos caracterizan la vida de los siervos de Dios».

Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz

León XIV ejemplificó esto con Santa Teresa de Ávila, la primera mujer proclamada Doctora de la Iglesia y considerada una de las más grandes místicas de la historia cristiana. Originaria de España, la reformadora carmelita del siglo XVI afirmó que «la perfección suprema no reside en la dulzura interior, en los grandes éxtasis, las visiones y el espíritu de profecía, sino en la perfecta conformidad de nuestra voluntad con la de Dios, aceptando con la misma alegría tanto lo dulce como lo amargo, según su voluntad».

Estas observaciones, recordadas por el Santo Padre, «corresponden a la experiencia de san Juan de la Cruz, según el cual el ejercicio de las virtudes es la semilla de una apasionada disponibilidad a Dios, de modo que su voluntad y la nuestra se convierten en una sola voluntad en comunión libre y espontánea, hasta que el amante se transforma en el Amado».

Ilusión supersticiosa y discernimiento

En realidad, mediante la reflexión teológica, la predicación y la catequesis, «la Iglesia ha reconocido desde hace siglos que la conciencia de la íntima unión de amor con Dios está en el corazón de la vida mística». «Con esfuerzo constante», recordó el Papa, «el Magisterio, la teología y los autores espirituales también han proporcionado criterios para distinguir los auténticos fenómenos espirituales, que pueden ocurrir en un ambiente de oración y búsqueda sincera de Dios, de las manifestaciones que pueden ser engañosas». Para no caer en la «ilusión supersticiosa», León XIV invitó a «evaluar tales acontecimientos con prudencia, mediante un discernimiento humilde y de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia».

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