León XIV se refirió dos veces, en un mismo discurso, al término “Sínodo de los Obispos”, y no solo a “Sínodo”.
Foto: Vatican News
Redacción (01/07/2025, Gaudium Press) El 26 de junio, el Papa León XIV se reunió con los miembros del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, uno de los gestos más emblemáticos, aunque discreto, desde el inicio de su pontificado.
El encuentro, ampliamente difundido en el site de Vatican News, estuvo marcado por un discurso breve, pero denso en contenido y significado. En pocas palabras, León XIV dio un giro conceptual a la reciente trayectoria de la sinodalidad en la Iglesia. Más aún: dotó al término de una sólida base eclesiológica, restaurando el papel de los obispos y dando una definición clara de lo que, hasta entonces, solo se había llamado vagamente de proceso o camino.
“Me complace aprovechar esta oportunidad para compartir una idea que considero central y luego escucharlos”, dijo el Papa a los miembros del organismo sinodal. El Pontífice, quien visitó la capilla de la sede del organismo vaticano, declaró a continuación: “El Papa Francisco ha dado un nuevo impulso al Sínodo de los Obispos, inspirado por el Papa San Pablo VI. Y el legado que nos dejó me parece, sobre todo, este: que la sinodalidad es un estilo, una actitud que nos ayuda a ser Iglesia, promoviendo auténticas experiencias de participación y comunión”.
La mención de Francisco fue cortés, pero sirvió como preámbulo de un punto de inflexión: a diferencia de su predecesor, León dio una definición más objetiva de un concepto que, durante años, había permanecido deliberadamente ambiguo.
El veterano analista Philip Lawler, en artículo publicado en el site Catholic Culture, señaló acertadamente que León XIV se refirió dos veces, en el mismo discurso, al término “Sínodo de los Obispos”, y no solo al “Sínodo”. Esta escogencia verbal rompe con la tendencia inaugurada por la reforma de la Curia en 2022, cuando la entonces “Secretaría General del Sínodo de los Obispos” pasó a llamarse simplemente “Secretaría General del Sínodo”. El cambio parecía indicar una apertura al protagonismo de los laicos, que comenzaron a integrar las asambleas sinodales con derecho a voto. Sin embargo, la insistencia de León XIV en recuperar la fórmula completa fue replicada por todos los canales oficiales del Vaticano y también por observadores atentos: la referencia explícita a los obispos regresó al léxico oficial.
El discurso de León XIV, por lo tanto, hizo lo que Francisco, incluso como artífice del proceso sinodal contemporáneo, había evitado: ofrecer una definición categórica de la sinodalidad. Hasta entonces, ni la Comisión Teológica Internacional ni la propia Secretaría del Sínodo habían elaborado una formulación definitiva, quizá por temor a limitar la fluidez que venía siendo promovida como virtud. León, con su rigurosa formación en Derecho Canónico y una tesis precisamente sobre el papel de la autoridad en la vida consagrada, decidió tomar el camino opuesto: aportar claridad, restaurar la forma y devolver la seguridad a los fieles.
Como señaló Lawler, el lenguaje preciso del nuevo Papa no debe interpretarse como algo casual. “No fue accidentalmente”, escribió el periodista estadounidense, “que el nuevo Pontífice hablara dos veces sobre el Sínodo de los Obispos. Puede que la inclusión de los laicos en el proceso sinodal se haya enfatizado en los últimos años, pero el Papa León insiste en que los obispos siguen siendo los principales responsables por el gobierno y por la doctrina de la Iglesia”. De hecho, el propio León enfatizó en su discurso que la sinodalidad debe promover la comunión, pero siempre en armonía con el papel del Colegio Episcopal y del Sucesor de Pedro.
El gesto de visitar la Secretaría y hablar con sus miembros cobra aún más importancia si se considera que el Papa lo hizo al inicio de su pontificado. La elección del momento y el lenguaje indica una clara intención de reorientar el curso del proceso sinodal. La sinodalidad, bajo el gobierno de León, no es abolida, pero tampoco es una idea indefinida. Ahora es un estilo subordinado a la comunión jerárquica, no un experimento sociológico eclesial.
El efecto de este discurso es doble: por un lado, alivia las preocupaciones de muchos fieles que temían un debilitamiento de la autoridad episcopal; por otro, dota al proceso sinodal de un marco más claro y funcional. El Papa dejó implícito, pero no menos contundente, que la sinodalidad debe ser un instrumento de unidad, no de ambigüedad. Al hacerlo, reafirma que el gobierno de la Iglesia se mantiene en línea con la tradición católica, con los obispos en comunión con el Papa, ejerciendo su misión de enseñar, santificar y gobernar.
Para el buen entendedor, el mensaje es claro: León XIV no pretende borrar los pasos de su predecesor, pero no dudará en re-colocarlos cuando sea necesario. Con su sólida formación canónica y su clara visión de la autoridad, difícilmente cederá a la tentación de horizontalizar la Iglesia. Al contrario, con él, la sinodalidad promete encontrar su eje: no una democracia eclesial, sino una participación ordenada bajo la autoridad de aquellos a quienes Cristo confió la misión de pastorear su rebaño.
Por Rafael Tavares
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